La «Divina Comedia» de Dante influye en la primera encíclica del Papa

Según él mismo reconoce al presentar los contenidos del documento

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes 23 enero 2006 (ZENIT.org).- La prima encíclica de Benedicto XVI, «Deus caristas est» («Dios es amor») se inspira en la «Divina Comedia» de Dante Alighieri, según confesó este lunes el mismo Papa.

Al encontrarse con los participantes en un congreso organizado por el Consejo Pontificio «Cor Unum», el Santo Padre reveló que la visión del poeta más grande de la literatura italiana, que vivió entre 1265 y 1321, ha sido decisiva para tratar de recuperar el verdadero significado de la palabra amor.

En particular, el obispo de Roma se siente deudor de la visión que Dante presenta en el último canto del Paraíso, en la que el genio de Florencia lleva al lector a través de una excursión cósmica, que «termina ante la Luz perenne que es el mismo Dios, ante esa Luz que al mismo tiempo es el amor que «mueve el sol y las estrellas»» (Paraíso, canto XXXIII, versículo 145).

Para Benedicto XVI, como para Dante en su trilogía sobre «Infierno», «Purgatorio», «Paraíso», «Luz y amor son una sola cosa. Son la potencia primordial creadora que mueve el universo».

El Papa recuerda que estas palabras se basan en el pensamiento de Aristóteles (384-322 aC), «que veía en el «eros» la potencia que mueve el mundo». Sin embargo, añadió en su discurso pronunciado en un buen italiano, «la mirada de Dante percibe algo totalmente nuevo e inimaginable para el filósofo griego».

«La Luz eterna no sólo se presenta con los tres círculos de los que habla con esos densos versos que conocemos: «¡Oh luz eterna que sola en ti existes, sola te entiendes, y por ti entendida y entendiente, te amas y recreas!»», recordó citando el canto XXXIII del «Paraíso», versículos 124-126.

«En realidad –subrayó el Papa–, la percepción de un rostro humano –el rostro de Jesucristo– que Dante ve en el círculo central de la luz es más conmovedora aún que esta revelación de Dios como círculo trinitario de conocimiento y de amor».

«Dios, Luz infinita, cuyo misterio inconmensurable había sido intuido por el filósofo griego, este Dios tiene un rostro humano y –podemos añadir– un corazón humano».

Según la encíclica, que se presentará este miércoles, «en esta visión de Dante se muestra, por una parte, la continuidad entre la fe cristiana en Dios y la búsqueda promovida por la razón y por el mundo de las religiones; al mismo tiempo, sin embargo, en ella se aprecia también la novedad que supera toda búsqueda humana, la novedad que sólo el mismo Dios podía revelarnos: la novedad de un amor que ha llevado a Dios a asumir un rostro humano, es más, a asumir la carne y la sangre, todo el ser humano».

«El «eros» de Dios no es sólo una fuerza cósmica primordial, es amor que ha creado al hombre y que se inclina ante él, como se inclinó el buen Samaritano ante el hombre herido, víctima de los ladrones, que yacía a la orilla de la carretera que descendía de Jerusalén a Jericó».

Con esta visión de Dante la encíclica quiere recuperar el significado pleno de la palabra «amor», «tan deslucida, tan ajada» «que casi da miedo pronunciarla con los propios labios».

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ZENIT Staff

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