BACAU, lunes, 23 enero 2006 (ZENIT.org).- La población de la República de Timor Oriental teme que, en nombre de la reconciliación, se olvide a las decenas de miles de vidas humanas que se perdieron durante la ocupación indonesia y pide al presidente más diálogo e información sobre el tema: de esta reclamación «de la mayor parte de los timorenses» se ha hecho portavoz el obispo de Bacau.
Timor Oriental se declaró independiente de Portugal a finales de 1975. A los pocos días fue invadida por fuerzas indonesias. Anexionada unilateralmente por Indonesia en 1976, fue además escenario de una violencia atroz en las semanas siguientes al referéndum sobre la independencia de agosto de 1999.
Desde el 20 de mayo de 2002, la República Democrática de Timor goza del reconocimiento de nación soberana y es miembro de la ONU.
El viernes pasado, el presidente de Timor Oriental, Xanana Gusmao, presentó al secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, el fruto de tres años y medio de trabajo de la Comisión – independiente – de Timor Oriental para la Acogida, la Verdad y la Reconciliación.
Más de dos mil páginas documentan las atrocidades cometidas por manos indonesias en los 24 años de ocupación, según detalla la agencia del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras «Asianews»: «Los militares indonesios utilizaron métodos como reducir al hambre a los civiles y violar a las mujeres, causando entre 1975 y 1999 la muerte de decenas de miles de civiles».
«Las cifras oscilan entre 84 mil y 180 mil personas – cerca de un tercio de la población -, según datos reunidos a través de entrevistas a 8 mil testigos. El 90% de las víctimas murió por hambre o enfermedades provocadas. Los soldados usaron «napalm» y otras sustancias químicas para envenenar el alimento y las reservas de agua durante la invasión de 1975», añade.
Comentando el informe entregado a la ONU, el obispo de Bacau – monseñor Basilio do Nascimento – subrayó a la agencia del PIME: «Paz, perdón, reconciliación, son valores importantes, pero no debemos olvidar el sufrimiento de la población, que debe ser hecha partícipe de las iniciativas del gobierno» .
«Hablar de forma teórica de amistad entre las naciones no funciona con quien ha tenido víctimas entre sus seres queridos en aquellos años. La cúpula del Estado debe considerar a la población como un interlocutor necesario en la cuestión», advirtió.
El prelado se suma a las numerosas voces que piden que el informe de la Comisión se haga público: «Nadie conoce su contenido exacto; la gente espera más explicaciones».
Desde Nueva York, Gusmao apuntó que el objetivo principal del documento es establecer la verdad sobre lo que ocurrió de forma que no se repita: «Las cifras no son importantes; es importante la lección»; «no queremos una justicia punitiva, sino constructiva».
Vistas las declaraciones del presidente de Timor Oriental, el prelado de Bacau confía en que un día Gusmao «explique exactamente qué quiere decir». «Haría bien en hacerlo aquí, encontrándose con la gente», añadió.
Tras la independencia oficial de 2002, explica «Asianews» que Yakarta y Dili no acogieron la recomendación de la Comisión de la ONU para la creación de un tribunal internacional, sosteniendo que arruinaría las relaciones entre ambos países.
Sin embargo, en marzo del año pasado pusieron en marcha la Comisión bilateral de Verdad y Amistad, la cual puede ofrecer amnistía a los culpables de crímenes de guerra.
Además de las organizaciones en favor de los derechos humanos, también la Iglesia católica local pide la intervención de la ONU para que «se haga justicia por el pueblo de Timor Oriental» a través de un tribunal internacional.