Los procesos de nulidad matrimonial, un servicio a la verdad; según el Papa

Al recibir en audiencia a jueves y miembros del Tribunal de la Rota Romana

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 30 enero 2006 (ZENIT.org).- Los procesos canónicos para la declaración de nulidad matrimonial no buscan complicar la vida, ni agudizar las tensiones, sino únicamente servir a la verdad, considera Benedicto XVI.

El pontífice afrontó el argumento el sábado pasado al recibir en audiencia con motivo del inicio del año judicial a los jueces, oficiales y colaboradores del Tribunal Apostólico de la Rota Romana, que juzga en segunda instancia las causas ya sentenciadas por tribunales eclesiásticos ordinarios de primera instancia y remitidas a la Santa Sede por legitima apelación.

«El proceso canónico de nulidad del matrimonio constituye esencialmente un instrumento para verificar la verdad sobre el vínculo conyugal –aclaró–. Su objetivo no es, por tanto, el de complicar inútilmente la vida a los fieles ni mucho menos el de agudizar los litigios, sino únicamente ofrecer un servicio a la verdad».

La Iglesia católica considera que el matrimonio es indisoluble (para toda la vida), pero puede establecer, siguiendo un riguroso proceso, que en ocasiones haya matrimonios que no nunca fueron válidos por razones contempladas por el Código de Derecho Canónico (de edad, bajo rapto o violencia, incapacidad mental…).

La cuestión de la declaración de nulidad matrimonial, según constató el mismo Papa, suscita gran interés incluso para la opinión pública en general, pues de las sentencias eclesiásticas depende «la posibilidad de recibir la Comunión eucarística para muchos fieles».

«Precisamente este aspecto, tan decisivo desde el punto de vista de la vida cristiana, explica por qué el argumento de la nulidad matrimonial surgió repetidamente durante el reciente Sínodo sobre la Eucaristía», celebrado en octubre pasado, el primero de este pontificado.

Al estudiar las conclusiones de aquella asamblea de obispos del mundo, reconoció el Papa, da la impresión de que hay contradicciones.

«Por una parte, parecería que los padres sinodales invitaron a los tribunales eclesiásticos a hacer lo posible para que los fieles que no están canónicamente casados puedan cuanto antes regularizar su situación matrimonial y volverse acercar al banquete eucarístico», dijo.

Por otra parte, la legislación canónica, y en particular la Instrucción «Dignitas connubii», publicada el 25 de enero de 2005 por el Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Legislativos, parece poner «límites a este empuje pastoral, como si la preocupación principal fuera la de cumplir con las formalidades jurídicas previstas, con el riesgo de olvidar la finalidad pastoral del proceso».

Esta aparente contradicción no es real, según el Papa, pues existe un «punto de encuentro fundamental entre derecho y pastoral: el amor por la verdad».

El «valor pastoral» de estos procesos «no puede separarse del amor por la verdad», indicó.

«Sería engañoso el servicio que se puede ofrecer a los fieles y a los cónyuges no cristianos que atraviesan dificultades si se alienta en ellos, aunque sólo sea implícitamente, la tendencia a olvidar la indisolubilidad de la propia unión –afirmó–. De este modo, la posible intervención de la institución eclesiástica en las causas de nulidad correría el riesgo de convertirse en una simple constatación de un fracaso».

Ahora bien, indicó el pontífice, «la verdad buscada en los procesos de nulidad matrimonial no es una verdad abstracta, separada del bien de las personas. Es una verdad que se integra en el itinerario humano y cristiano de cada fiel».

Por ello consideró que «es sumamente importante» que la declaración de los tribunales eclesiásticos «tenga lugar en un tiempo razonable», indicó.

Al mismo tiempo, e sucesor de Pedro confirmó la «obligación grave» de que la «actividad institucional de la Iglesia en los tribunales esté cada vez más cerca de los fieles».

Además, indicó por último, es un deber pastoral «tratar de prevenir las nulidades matrimoniales» cuando una pareja pide el sacramento del matrimonio y hacer todo lo posible para que «los cónyuges resuelvan sus posibles problemas y encuentren el camino de la reconciliación».

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ZENIT Staff

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