Los desafíos de la Familia Salesiana, según el sucesor de san Juan Bosco

Entrevista con don Pascual Chávez Villanueva, rector mayor de los Salesianos

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ROMA, viernes, 5 mayo 2006 (ZENIT.org).- La respuesta a las nuevas pobrezas, que no son sólo materiales, sino también de carácter afectivo, cultural y religioso, es una de las características de la «Familia Salesiana», explica el noveno sucesor de san Juan Bosco.

En esta entrevista pública, don Pascual Chávez Villanueva, de origen mexicano, afronta la manera en que los salesianos viven hoy el carisma dejado por su fundador.

–Habitualmente no se habla sólo de Congregación Salesiana sino de «Familia Salesiana». ¿Quiénes componen esta familia? ¿Qué relación tiene con ella?

–Don Pascual Chávez: Efectivamente, Don Bosco más que fundador de una Congregación masculina, de un Instituto femenino y de una Asociación de laicos, es el fundador de un grandísimo movimiento espiritual apostólico, que llamamos Familia Salesiana. A los tres grupos originales, de los Salesianos, de las Hijas de María Auxiliadora y de los Cooperadores, se han ido añadiendo como fruto de la riqueza del carisma salesiano muchos más grupos que explicitan facetas del mismo carisma y lo enriquecen. Hoy la Familia Salesiana, a la que me gusta comparar con un árbol, tiene 24 ramas oficialmente reconocidas y otras tantas que, sin pertenecer oficialmente, están en proceso de crecimiento y consolidación en vistas de su aceptación plena, o bien se identifican con la Familia de Don Bosco. En ella el Rector Mayor , precisamente en su calidad de Sucesor de Don Bosco, es el padre y el centro de unidad. De modo que, respetando la autonomía de cada rama, el punto de referencia carismática es siempre el Rector Mayor. Así lo expresan en sus diversos proyectos de vida: Constituciones, Reglamentos o Estatutos.

–Cuando se habla de «carisma salesiano en la Iglesia», ¿qué debe entenderse? ¿A qué se refiere?

–Don Pascual Chávez: La experiencia espiritual y apostólica de Don Bosco, reconocida por la Iglesia primero a través de la aprobación de las Constituciones (1874), y autentificada por su canonización, es un don del Espíritu para la Iglesia. Esto significa que el carisma salesiano es la peculiar forma de vida de los Salesianos, fruto de la consagración al Señor por medio de la profesión religiosa y que se expresa a través de la misión a favor de los jóvenes especialmente los más pobres, abandonados y en situación de riesgo psico-social, realizada por las comunidades con una pedagogía y espiritualidad propias, la del Sistema Preventivo. En su calidad de «carisma» es un don del Espíritu y, como tal, está al servicio de la Iglesia, de su vida y de su misión. Este carisma se puede vivir por consagrados y laicos, sacerdotes y laicos, adultos y jóvenes, pero queda caracterizado siempre por su inspiración en Don Bosco, en sus grandes convicciones (los jóvenes, la educación, el sistema preventivo), por la pasión del «Da mihi animas», que era el programa de Don Bosco, por la devoción a María Auxiliadora.

–Don Pascual Chávez: Como Rector Mayor de los Salesianos, le suponemos con una visión muy amplia y global de nuestro mundo de hoy, particularmente en lo que atañe a la situación de los jóvenes. ¿Cuáles son las necesidades y urgencias que se detectan en nuestro mundo de hoy? ¿Y particularmente en el llamado «planeta joven»?

–Don Pascual Chávez: No cabe duda que tratándose de una Congregación presente en 130 países del mundo el Rector Mayor tiene el privilegio de llegar a adquirir una visión muy amplia y global del mundo en general y, del planeta joven, en particular. Las necesidades y urgencias de nuestro mundo quedan sintetizadas, a mi modo de ver, en las cuatro palabras con las que Juan Pablo II se dirigió por última vez al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede (13.01.’05): paz, pan, vida y libertad. Se trata de derechos fundamentales de la persona humana y de los pueblos, que no pueden no ser aceptadas por ningún gobierno.

Paz no es simplemente ausencia de guerras y conflictos sino la creación de aquellas condiciones sociales que permiten el desarrollo armónico sostenido de las naciones. Hay que convencerse que la guerra no hace más que provocar destrucción y muerte, retrasar las economías de los países y retardar el establecimiento de la democracia. La guerra sólo interesa a los traficantes de armas.

Pan es el derecho de toda persona a la nutrición indispensable para poder asegurar su crecimiento y el desarrollo de todo su potencial humano, que queda fuertemente comprometido cuando el hambre conduce al subdesarrollo de las facultades y, con frecuencia, a la muerte. Es inaceptable que contando con la capacidad para producir alimentos para toda la humanidad haya millones de personas que mueren cada año de hambre y sed.

Vida significa la defensa de la vida humana desde el momento de su concepción hasta su muerte, pero también la calidad misma de la vida que depende de los satisfactores básicos y, sobre todo, el sentido de la existencia. A nadie escapa que la vida hoy sea amenazada desde el primer momento hasta el último y que se oscurezca cada vez más el sentido que puede tener.

Libertad, una de las dimensiones esenciales de la persona humana, es la que mejor asegura la posibilidad del hombre o de la mujer para autodeterminarse y vivir con responsabilidad su historia personal y social. Hablar de libertad es hablar de todas sus expresiones: social, psicológica, religiosa.

En relación al «planeta» joven, lo primero que diría es que sólo existen jóvenes concretos, en la realidad de sus condiciones y contextos sociales, políticos, económicos, culturales y religiosos. Por eso resulta difícil, por no decir imposible, hablar de sus necesidades y urgencias. Para unos será lo indispensable para sobrevivir, para otros será la familia, para otros será la educación, para otros será el empleo, para otros será el sentido de la existencia. De cualquier forma, con Don Bosco, digo que todos los jóvenes tienen una inmensa necesidad de ser felices y que piden – a veces sin saber cómo – quien les acompañe en el camino de la vida y les enseñe la fórmula para ser felices para siempre, aquí y en la eternidad.

–¿Qué aportación hace la Congregación y la Familia Salesiana a estas necesidades y urgencias?

–Don Pascual Chávez: La Congregación y toda la Familia Salesiana realiza su misión en tres grandes áreas de actividad: la promoción humana, la educación y la evangelización. A través de esta presencia diversificada nosotros buscamos estar atentos y responder en la medida de nuestras posibilidades a las necesidades de la humanidad.

La promoción humana se expresa en todas las obras y actividades que van desde hospitales, hospicios, comedores, cooperativas, recuperación de drogadictos, atención a los chicos de la calle y a los que han sido víctimas de turismo sexual…

La educación ocupa la mayor parte de nuestras presencias a través de las miles de escuelas, centros de formación profesional, escuelas agrícolas, centros universitarios, oratorios, centros juveniles…

La evangelización y la catequesis son siempre el horizonte y la razón de toda nuestra actividad pastoral, de modo que se hace presente no sólo en las parroquias, santuarios, templos, capellanías, centros de espiritualidad, misiones sino también en las actividades y obras de promoción y de educación.

–¿Qué respuesta da la Congregación salesiana a los retos de las nuevas pobrezas y a las diversas formas de exclusión social en nuestro contexto europeo?

–Don Pascual Chávez: La opción por los jóvenes más pobres ha sido siempre una característica desde Don Bosco hasta nuestros días. La diferencia hoy es que, por un lado, la pobreza ya no es sólo aquella material, sino la afectiva, la cultural, la religiosa, y, por otro, que la respuesta es igualmente variada,
más orgánica y más institucional.

En concreto ha ido creciendo no sólo el compromiso de los Salesianos y de las Inspectorías a favor de los emigrantes, de los marginados, de los excluidos, sino sobre todo se ha convertido dicha opción en un tipo de hermenéutica que nos hace que, en cualquier tipo de obra que estemos, analicemos cuál es la cultura que estamos promoviendo, una que sea solidaria y altruista o una que sea individualista y egoísta.

Aquí podríamos enumerar las obras de carácter marcadamente social como las casas de día, las obras para los gitanos, el trabajo con los emigrantes, los centros para jóvenes en necesidad que funcionan las 24 horas del día…

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ZENIT Staff

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