De los 155 millones de habitantes de Pakistán, el 97% es musulmán (suní en su mayor parte; chií un 20%). Los cristianos representan un 2,5% de la población; 1,2 millones son católicos.
Con más de cincuenta participantes –entre personas comprometidas por los derechos humanos, abogados y representantes de las minorías religiosas de cuatro provincias– contó el congreso que organizó el viernes pasado la Comisión para los derechos de las minorías de Pakistán («Minority Rights Commission of Pakistan», MRC), una Organización No Gubernamental.
«El islam que condena con la muerte la conversión a otra religión, obliga a la vez a las mujeres casadas con un musulmán a hacerse también ellas musulmanas», escribe la agencia del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras, «AsiaNews», informando del encuentro.
«En Pakistán –continúa la agencia del PIME– se llevan a cabo anualmente entre 500 y 600 conversiones forzadas, si bien «los medios nacionales informan sólo de un centenar de estos casos»».
Son constataciones manifestadas en el Congreso que ha buscado subrayar a nivel nacional la importancia del tema, lanzar una campaña contra las conversiones forzadas, analizar sus causas sociales y tratar aspectos legales, explicó Khaliq Shah, miembro de la MRC.
Se trata de un fenómeno «particularmente presente en las clases sociales más pobres y marginadas», precisó.
El Congreso se hizo vehículo de una repulsa unánime al fenómeno de las conversiones forzadas.
Quiso recordar I. A. Rehman –miembro de la Comisión por los derechos humamos de Pakistán– que, según la Declaración universal de los derechos del hombre, cada individuo puede abrazar y practicar con plena libertad cualquier religión, y nadie puede forzar a otra persona a que cambie de credo.
«En esta perspectiva, convertir no es un problema», sino que éste reside «en el uso de la fuerza: la conversión forzada debe ser prohibida», señaló.
Y es que en el país no hay ninguna ley contra las conversiones forzadas; por otro lado, «la conversión de un ciudadano del islam a cualquier otra religión significa, para él, la muerte», describió.
Para modificar esta situación propuso abordarla como una lucha «por la democracia, e invitar a estos encuentros también a los musulmanes», a fin de que éstos ayuden «a comprender todos los puntos de vista sobre el tema».
«Este es un problema delicado y cada uno de nosotros debe contribuir a resolverlo», indicó el obispo católico de Faisalabad, monseñor Joseph Coutts, también presente en el Congreso.
«En la raíz del problema hay factores como el feudalismo y la estructura socio-económica del país –expuso–. Si hablamos de conversiones forzadas, debemos hablar también de estos aspectos».