ROMA, domingo, 18 junio 2006 (ZENIT.org).- En una entrevista concedida a Zenit, el profesor Patrick J. Gallo, profesor adjunto de Ciencias Políticas de la Universidad de Nueva York, explica que el nazismo primero, y el comunismo después, inventaron y fomentaron la campaña de calumnias contra Pío XII.
El profesor Gallo, profesor para el semestre de primavera del Instituto Loyola de Roma, y autor de un reciente libro titulado «Pius XII, the Holocaust and the Revisionists» («Pío XII, el holocausto y los revisionistas»), editado por McFalland & Company, mantiene que «es odiosamente falsa la idea de que Pío XII estuviera en sintonía con los nazis y que no opusiera resistencia a sus atrocidades».
A la pregunta de si es plausible la hipótesis de algunos historiadores de que la campaña de calumnias contra el Papa Pío XII fuera instigada en los años sesenta por el régimen soviético, Gallo responde: «La campaña contra Pío XII no fue sólo instigada por la Unión Soviética. La campaña de calumnias había sido ya iniciada por los nazis y era compartida por los comunistas al comienzo de la guerra».
«Pío XII –añade– indicó que el nazismo y el comunismo eran las mayores amenazas para la Iglesia, para las democracias, para la civilización occidental, para toda la humanidad. En los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial, todos pudieron constatar que los regímenes de Hitler y Stalin fueron los más sangrientos de toda la historia de la humanidad».
–Algunos autores sostienen que Pío XII fue débil y temeroso ante los nazis, mientras que otros lo llaman el Papa de Hitler…
–Gallo: Para los nazis, Pío XII era claramente uno de sus enemigos. El historiador judío Richard Breitman, que ha investigado los documentos de los «Office Strategic Services» (OSS), los servicios estratégicos estadounidenses, recientemente desclasificados, afirma que «los nazis consideraban al Papa como un enemigo». Habrían planificado arrestarlo y llevarlo al norte. La propaganda nazi no mostró escrúpulos en atacar al Papa y a la Iglesia. Berlín odiaba al Papa y al Vaticano, en parte porque sabía que escondía y protegía a los judíos.
El cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, como secretario de Estado, habló contra el nazismo en 1935 y en 1937, y fue bastante claro en manifestar que la Iglesia no habría nunca aceptado la filosofía racista de los nazis. Fue Pacelli quien contribuyó de manera determinante a la redacción de la encíclica «Mit Brennender Sorge», que condenó de forma clara el régimen y la filosofía del nazismo.
Este siguió exponiendo sus críticas con las encíclicas «Summi Pontificus Christi» y «Mystici Corporis Christi». Los nazis no se contentaron con llevar a cabo una campaña de descrédito contra el Papa y la Iglesia sino que iniciaron una verdadera persecución contra los católicos tanto en Alemania como en los territorios ocupados. Los nazis trataron de todas las maneras de demoler la autoridad moral de Pío XII y de la Iglesia Católica.
–¿Y los comunistas cómo entran en esta historia?
–Gallo: Los ataques comunistas contra la Iglesia católica empezaron en los años veinte y aumentaron en los años treinta. En los años treinta, Pío XI y Pío XII manifestaron su oposición al comunismo de manera sumamente clara. Los comunistas antes y después de la Segunda Guerra Mundial acusaron a Pío XII de haber guardado silencio mientras los nazis cometían atrocidades. Obviamente, los comunistas no hacían ninguna mención de la brutalidad del régimen estalinista y de los horrores perpetrados no sólo contra la población rusa sino también contra la población de los países de Europa del Este sometidos a regímenes comunistas.
Tanto los nazis como los comunistas estaban empeñados en eliminar a la Iglesia católica y al cristianismo. El Papa Pío XII señaló claramente a ambas ideologías como antitéticas e irreconciliables con la doctrina católica. En la inmediata postguerra, la Unión Soviética estaba absolutamente decidida a destruir la presencia de la Iglesia católica en los países de Europa del Este. Sólo destruyendo la influencia de la cultura católica y de la enseñanza magisterial del Papa, los comunistas pensaban que podían dominar la Europa del Este y extender el comunismo por todas partes.
La propaganda comunista acusó de modo sistemático a Pío XII de diversos delitos. A mediados de los años sesenta, surgió la escuela revisionista que adoptó muchísimas de las acusaciones que los nazis hacían contra Pío XII. En este contexto, fue decisivo el trabajo de Rolf Hochhuth, que con el drama teatral «El Vicario», traducido a veinte idiomas, promovido masivamente por los medios de comunicación, difundió el lugar común de Pío XII, silencioso, cobarde, apático y antisemita.
En los años sesenta, también el movimiento de la nueva izquierda, dentro del conflicto con la Iglesia Católica, introdujo la crítica venenosa contra Pío XII, tratando de utilizarla como medio para atacar la posición de la Iglesia sobre el aborto, el divorcio y otros temas relacionados con la moral.
–¿Qué es lo que le ha impulsado a escribir este libro?
–Gallo: Pío XII se convirtió en Papa en marzo de 1939, con el mundo en el umbral de una guerra de proporciones inimaginables. Las democracias occidentales y la Iglesia tuvieron que afrontar los desafíos que suponían los regímenes totalitarios del nazismo y del comunismo. El holocausto nazi, que el mundo conoció en su monstruosa atrocidad al final de la guerra, planteó un dilema moral a naciones, iglesias, organizaciones e individuos. Durante estos años turbulentos, Pío XII representó la única luz, y esta consideración era universalmente compartida por hombres de gobierno, historiadores, diplomáticos, periodistas, y autores varios. Pío XII no sólo se empeñó a fondo para evitar la guerra sino que una vez que la masacre empezó, proporcionó ayuda y consuelo a los perseguidos. Esta inmensa obra humanitaria está sólidamente probada por documentos y testimonios.
Sin embargo, luego, a mediados de los años sesenta, a esta interpretación le dieron la vuelta los revisionistas que acusaron al Papa de no haber hablado y actuado para evitar y detener aquél horrible holocausto. A pesar de la amplia documentación histórica vieja y nueva, esta interpretación está todavía muy difundida. Más recientemente, un grupo seleccionado y radical de revisionistas salió a la palestra, relanzando una cantidad enorme de acusaciones contra Pío XII. Estos revisionistas han mantenido tesis llenas de prejuicios y fabricado acusaciones. No se han preocupado de verificar los hechos sino que han actuado con el único objetivo de hacer válidas las tesis previamente fabricadas por ellos. Los revisionistas se han comportado como acusadores y como jueces, eliminando del debate todas las voces que no estaban de acuerdo con las acusaciones. Los libros escritos por estos revisionistas han sido aceptados acríticamente y han tenido gran publicidad.
El objeto de mi libro es presentar otra perspectiva, animando una investigación histórica verdadera y un diálogo razonable, tratando de comprender las motivaciones, el comportamiento y las acciones de Pío XII en el contexto de los acontecimientos reales y no fuera de la historia. Evitando la tentación de aplicar criterios modernos a hechos acaecidos hace sesenta años. La complejidad falta totalmente en las obras de los revisionistas y mi libro es muy crítico con ellos.