LONDRES, domingo, 25 junio 2006 (ZENIT.org).- El arzobispo de Westminster, cardenal Cormac Murphy-O’Connor, en una entrevista con la secretaria de Estado para la Salud del Reino Unido, Patricia Hewitt, departió sobre la reforma de la legislación sobre el aborto y sobre el modo en que se toman las decisiones en materia de Bioética.
El purpurado, según un comunicado enviado a Zenit por la Oficina de Asuntos Públicos del Arzobispo, dijo a Hewitt que ante la creciente preocupación por la frecuencia y el número de abortos en el país, ha llegado la hora de que el Parlamento revise la «Abortion Act» de 1967.
«El cardenal –afirma la nota– cree que la legislación necesita ser revisada por el Parlamento» como lo han recomendado autorizados estudios independientes.
De hecho, su presidente, Ian Gibson, firmó una moción presentada por la parlamentaria Geraldine Smith, que pide la revisión.
La entrevista del purpurado se produce después de un sondeo que muestra que la mayor parte de las mujeres de Gran Bretaña quieren hacer más severa la ley que permite poner fin a un embarazo.
Murphy-O’Connor afirmó que «no se trata de una cuestión esencialmente religiosa. Es una cuestión humana. El aborto es la respuesta equivocada al miedo y la inseguridad».
«Como sociedad –añadió–, debemos buscar modos para apoyar a las mujeres que se encuentran ante un embarazo imprevisto».
En Gran Bretaña, explica el comunicado, se efectúan 190.000 abortos cada año, «más del 20% de todos los embarazos». «Cada uno es una tragedia tanto para el niño no nacido como para la madre».
Según los datos difundidos por el Ministerio de Sanidad, en 2004, hubo 185.400 abortos: un aumento del 2,1% respecto a los 181.600 de 2003, y del 5,3% respecto a los 176.000 de 2002.
«Hay un ansia sustancial y creciente en Gran Bretaña ante el número de abortos –constató el cardenal Murphy-O’Connor–. Nuestras leyes deberían reflejarlo. Doy la bienvenida a lo que parece ser un despertar moral, sobre todo entre las mujeres, frente al hecho de que la realidad del aborto es el fin deliberado de una vida humana. La gente sabe, quizá instintivamente, que el valor de una sociedad no se mide por su riqueza, sino por el modo en que trata a los seres humanos más vulnerables».
«Millones de personas, sobre todo mujeres, querrían ver una revisión de la ley actual –añadió–. Espero que los miembros del Parlamento respondan organizando una comisión conjunta para realizar una profunda revisión de la “Abortion Act” de 1967».
En el curso de la entrevista, el arzobispo de Westminster pidió también a la secretaria británica de Salud que apoye su petición de una comisión nacional de Bioética, según el ejemplo de las existentes en la mayor parte de los países de Europa occidental, así como en Australia y Estados Unidos.
Según el purpurado, los mecanismos actuales son inadecuados para tratar los dilemas éticos que presentan las nuevas tecnologías, como la investigación con células madre embrionales y la selección genética de los embriones.
«Hay un ansia generalizada por la falta de apertura y de consulta sobre importantes cuestiones éticas relativas al futuro de la sociedad –dijo el cardenal–. El público necesita mayores seguridades sobre el hecho de que a estos importantes problemas se les da una atención adecuada».
Murphy-O’Connor cree que es necesario un cuerpo oficial con el fin de proporcionar una guía autorizada al Parlamento y al Gobierno, y de sensibilizar a los medios y a la sociedad en general, sobre cuestiones complejas de este tipo.
«Necesitamos una mayor implicación pública –concluyó–. La ciencia está avanzando más allá de nuestra capacidad de reflexión. Necesitamos un debate público más amplio sobre estos problemas fundamentales, que afectan al origen y a la santidad de la vida».