El Santo Padre ora por la paz entre los grupos étnicos y religiosos en las tierras de misión

En sus intenciones para el mes de julio

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CIUDAD DEL VATICANO/RANCHI, viernes, 30 junio 2006 (ZENIT.org).- El próximo mes de julio Benedicto XVI orará especialmente «para que en las tierras de misión los varios grupos étnicos y religiosos vivan en paz y construyan juntos una sociedad inspirada en los valores humanos y espirituales».

Así lo anuncia el Apostolado de la Oración, una iniciativa –que siguen unos 50 millones de personas de los cinco continentes– a través de la cual laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos del mundo entero ofrecen sus oraciones y sacrificios por las intenciones que el Papa indica cada mes a nivel universal.

La Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos ha encargado en esta ocasión el comentario de la intención misionera al cardenal Telesphore Placidus Toppo, arzobispo de Ranchi –Estado indio de Bihar–.

Cuando Juan Pablo II le creó cardenal en el consistorio de 2003, el prelado indio se convirtió en el primer purpurado «adivasi» o de etnia tribal en la historia de la Iglesia en su país. Es un Oraon, de la tribu Kurukh.

El cardenal Toppo es actualmente presidente de la Conferencia de los Obispos Católicos de la India (CBCI), organismo que representa e integra las tres tradiciones de rito de la Iglesia católica en la India: siro-malabar, siro-malankar y latino.

El rostro religioso de su país, de 1.095 millones de personas, está formado por un 80,5% de hindúes, un 13,4% de musulmanes, un 2,3% de cristianos (1,8% del total de habitantes es católico) y un 1% de budistas, entre otros credos.

Los 18 idiomas oficiales reflejan la diversidad cultural y étnica de la India. Las lenguas y dialectos se estiman en torno a los 4.000.

Éste es el contexto desde el que el cardenal Toppo, comentando la intención misionera del Papa, reconoce que «los territorios de misión deben difundir la actitud humana de la complementariedad recíproca entre las diversas comunidades étnicas, religiosas y sociales».

Y si algo debe dominar a «los misioneros cristianos» es «el espíritu excepcional de Jesús: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”»», indica.

De acuerdo con el purpurado indio, en tierras de misión «las tradiciones de fe y las otras ideologías y movimientos de sanos principios del área, deben ser animadas por un compromiso común de vivir en relación los unos con los otros y construir juntos una sociedad para un futuro mejor».

En su opinión, «este noble esfuerzo podría constituir ciertamente una celebración anticipada de una sociedad inspirada en los valores humanos y espirituales por excelencia».

Pero no es excepcional, sino que «la diversidad es el fenómeno fundamental que recorre toda la creación», «la sociedad humana de manera incomparable», si bien «el continente asiático vive esta realidad de manera muy significativa», admite.

Además, por la globalización, «la mayor parte de las ciudades grandes y pequeñas del mundo han asumido una naturaleza cosmopolita» con «diversos orígenes étnicos, convicciones religiosas, afiliaciones ideológicas, actividades profesionales, tradiciones sociales y otras diferencias» que «coexisten y se agregan», describe el cardenal Toppo.

En este sentido, «los territorios de misión son ejemplos vivientes de tales culturas compuestas», y en ellas no es posible el aislamiento: «la capacidad de construir relaciones sociales con los otros es el verdadero criterio para juzgar la madurez de sus culturas individuales», indica el purpurado.

A su vez –añade–, «un esfuerzo de colaboración para el progreso de la civilización humana es la prueba de la importancia de los valores individuales a los que dan la prioridad» y «el empeño por afrontar preocupaciones de nivel superior define el valor de su instrucción y su búsqueda espiritual».

Y es que «toda la raza humana tiene un origen común y una suerte común. El ser humano es imagen y semejanza de Dios. Todos los seres humanos forman juntos una única comunidad», recuerda el purpurado indio citando la declaración conciliar «Nostra Aetate».

«Construir una sociedad mejor es la solicitud común de todos los hombres y mujeres de buena voluntad –reconoce–. Una sociedad que se inspira en los valores humanos y espirituales, equivale a decir una sociedad mejor, en el sentido propio del término».

Y papel de «las comunidades religiosas» es «suscitar una atención consolidada a los valores universales que son intrínsecos en todos ellos», concluye.

El Papa también reza todos los meses por una intención general, que para el mes de julio dice así: « Para que los encarcelados, sobre todo los jóvenes, reciban el debido apoyo por parte de la sociedad a fin de poder recuperar el sentido de la propia existencia».

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ZENIT Staff

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