GINEBRA, viernes, 23 junio 2006 (ZENIT.org).- Según la Santa Sede, la humanidad no puede seguir siendo testigo de la muerte de miles de personas a causa de armas de efectos indiscriminados, como son las bombas de racimo.
La voz de la Iglesia resonó por boca del arzobispo Silvano Maria Tomasi, observador permanente ante la Oficina de las Naciones Unidas de Ginebra, durante la reunión del grupo de expertos gubernamentales sobre la Convención para la prohibición o restricción del uso de armas convencionales con efectos indiscriminados, celebrada en esa ciudad de 19 al 23 de junio 2006.
En particular, el representante vaticano reiteró «su llamamiento urgente a favor de una moratoria sobre la utilización de bombas de racimo hasta que se alcance un acuerdo sobre la cuestión».
Las bombas de racimo («cluster munitions», en inglés) son un tipo de arma que ha matado a gran cantidad de civiles, con efectos frecuentemente indiscriminados, y que se encuentra almacenada en grandes cantidades en más de 70 países.
Las bombas de racimo contienen un dispositivo que, al abrirse, libera un gran número de pequeñas bombas. Estas «sub-municiones» causan diferentes daños, como la perforación de vehículos blindados con su carga explosiva, hieren o matan al mayor número de personas posible con sus fragmentos de metralla, o provocan incendios…
«El impacto humanitario desastroso de las bombas de racimo ya no tiene necesidad de ser demostrado --explicó monseñor Tomasi a la asamblea--. Después de sesenta años de su utilización, sus consecuencias son más que visibles».
«Las víctimas son millares, las regiones afectadas quedan prohibidas durante años después de los conflictos, siendo inutilizables por sus habitantes».
«En lugar de discutir sobre algo evidente, habría que preocuparse más bien de la respuesta adecuada que tiene que ofrecer la comunidad internacional».
«Mientras no se aplique esta respuesta, no es normal continuar como si el problema no existiera. Aunque sea largo alcanzar un consenso, las víctimas actuales y potenciales no pueden esperar», aseguró.
En este contexto, la Santa Sede, anunció, «está dispuesta a trabajar con otras delegaciones, con las agencias de las Naciones Unidas y con las organizaciones no gubernamentales, en particular con la "Cluster Munition Coalition", para que avance la causa de las víctimas de las bombas de racimo e impedir que otras personas sufran la misma suerte».
«El objetivo último debería ser la adopción de un instrumento jurídicamente vinculante que ponga fin a una situación humanamente insostenible», afirmó.
«Un mayor respeto de la dignidad humana y del derecho humanitario internacional, una mayor justicia y desarrollo son, a corto y a largo plazo, la mejor garantía para la seguridad de los Estados», aseguró el arzobispo.
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Jun 23, 2006 00:00