Como solía hacer Juan Pablo II, su sucesor se asomó a través de las cortinas al área del avión dedicada a los informadores, acompañado por Joaquín Navarro-Valls, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede para dirigirles la palabra y responder a dos preguntas en italiano.
Al explicar el sentido de su visita a «la bella España», el pontífice reconoció: «Quiero sólo llevar un mensaje de ánimo».
La primera de las preguntas de los periodistas hizo referencia al contraste que se da entre el mensaje sobre la familia que transmite la Iglesia y las nuevas leyes españolas, que reconocen, por ejemplo, el matrimonio homosexual, incluyendo la adopción de niños.
«No quisiera comenzar inmediatamente con los aspectos negativos, porque pienso en las familias que se aman, que son felices. Queremos animar esta realidad que es realmente la realidad que da esperanza para el futuro», afirmó.
«Existen también problemas, puntos donde la fe cristiana dice «no», es verdad –reconió–, y nosotros queremos hacer entender que, precisamente, según la naturaleza del ser humano, el hombre y la mujer están ordenamos el uno para el otro, y que están ordenados también para dar un futuro a la humanidad».
«Por tanto –invitó– subrayemos estas cosas positivas y así podremos dar a entender también por qué la Iglesia no puede aceptar determinadas cosas».
Un periodista le preguntó cómo está preparando su viaje a Baviera (Alemania) en septiembre próximo, y el Papa respondió con estas palabras: «por una parte preparo los textos y por otra preparo mi corazón. En este aspecto tengo que decir que mi corazón está siempre abierto para Alemania como lo está para España».