HONG KONG, martes, 6 febrero 2007 (ZENIT.org).- La carta que Benedicto XVI prepara para los católicos chinos estará lista antes de Pascua, comenta el cardenal Joseph Zen Ze-kiun, obispo de Hong Kong.
Se hace eco de estas declaraciones del viernes del purpurado chino –al semanario diocesano «Kung Kao Po»- la agencia del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras, «AsiaNews.it».
La misiva papal, según monseñor Zen, contendrá palabras «prudentes» respecto a la situación entre Pekín y la Santa Sede.
«Se puede dialogar con prudencia con el gobierno chino, pero sobre la libertad religiosa el Vaticano debe mantener una posición clara. Ésta no es una petición inaceptable», añade el purpurado.
El cardenal Zen se contó entre los participantes de la reunión que, el 19 y 20 de enero, convocó Benedicto XVI en el Vaticano sobre la situación de la Iglesia católica en China continental (Zenit, 21 enero 2007).
Se dieron cita todos los miembros de la Secretaría de Estado y de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, junto a expertos de los dicasterios, de Derecho Canónico, de Doctrina de la Fe, y representantes del episcopado chino, entre otros convocados. El Papa –que no participó directamente en el encuentro- saludó a todos a su término.
En la reunión –que presidió el secretario de Estado del Papa, el cardenal Tarcisio Bertone- se trataron los problemas eclesiales más graves y urgentes respecto a la situación de la Iglesia en el contexto chino, en relación con la libertad religiosa; se constató la comunión de la casi totalidad de los obispos y sacerdotes chinos con el Romano Pontífice y se comprobó el crecimiento numérico de la comunidad eclesial en el país asiático.
Fruto de esta reunión fue el anuncio de una carta del Santo Padre a todos los católicos chinos, la voluntad de proseguir el camino de un diálogo respetuoso y constructivo con las autoridades chinas, el deseo de una normalización de las relaciones, y la aprobación de la constitución de una Comisión sobre China.
Las relaciones diplomáticas de la Santa Sede y el gobierno chino quedaron rotas cuando en 1951, dos años después de la llegada al poder de Mao Zedong, fue expulsado el nuncio apostólico, el arzobispo Antonio Riberi.
El Gobierno chino permite la práctica religiosa en su país sólo con personal reconocido y en lugares registrados ante la Oficina de Asuntos Religiosos y bajo el control de la «Asociación Patriótica» (AP) –cuyo estatuto recoge la creación de una Iglesia nacional desgajada de la Santa Sede-.
De ahí que en el país afirmen una diferencia entre una Iglesia «oficial» o «patriótica» y los fieles que tratan de salirse del citado control para ponerse en obediencia directa del Papa, formando la Iglesia «no oficial» o «clandestina».
Entre los últimos problemas se cuenta la situación creada por las tres ordenaciones episcopales ilegítimas (sin consentimiento del Papa) celebradas, de la mano de la AP, en suelo chino en 2006 -en Kunming (30 de abril), Anhui (2 de mayo) y Xuzhou (30 de noviembre)-.
Los recientes comentarios del obispo de Hong Kong al semanario diocesano incluyen la cuestión de los nombramientos episcopales.
En su opinión, el actual «modelo vietnamita» -que permite al Vaticano y al gobierno elegir juntos a los prelados, apunta la agencia del PIME- es «bastante bueno».
En tales ordenaciones en Vietnam, «el Vaticano presenta diversos candidatos apropiados, el gobierno estudia las propuestas y presenta observaciones al Papa, quien en todo caso es quien toma la última decisión», recuerda.
Éste «es un compromiso aceptable, también porque en Vietnam no existe una Asociación patriótica» como en China, «una organización ilícita e inaceptable para la Iglesia», aclara el purpurado.