BURGOS, martes, 2 abril 2007 (ZENIT.org).-¿Es cierto que existe una conspiración masónica? ¿Católico y masón, compatible? ¿El Parlamento Europeo está dominado por masones? Son preguntas que el profesor Manuel Guerra, autor de veinticinco libros sobre sectas y otras cuestiones, se ha formulado y intenta responder en las 444 páginas de «La trama masónica», de Styria Ediciones.
Manuel Guerra Gómez (Villamartín de Sotoscueva, 1931) es doctor en filología clásica y en teología patrística y miembro de la Real Academia de Doctores de España.
El profesor Guerra ha sido presidente de la Facultad de Teología del Norte de España, sedes de Burgos y Vitoria.
«El método masónico, íntimamente unido al laicismo, refleja el relativismo historicista y conduce al relativismo socio-cultural promoviéndolo», afirma a Zenit.
–La famosa conspiración masónica con el poder, ¿es un tópico?
–Guerra: Hay que distinguir entre masonería y masones. La masonería en cuanto tal y en teoría no aspira a poseer el poder o, al menos, a tenerlo al servicio de sus principios e intereses.
Pero, de hecho, los masones están presentes en casi todos los organismos internacionales decisorios y en las multinacionales de poder económico y político.
Es lógico que traten de hacer presentes sus principios ideológicos (relativismo, laicismo, gnosis) dondequiera que se hallen y desde sus puestos hacia fuera por irradiación.
Además, en el mundo anglosajón y en los países nórdicos, en Turquía, etc., no es que aspiren a tener el poder, es que son el poder.
Así ocurre cuando el rey es el Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra (GLUI) y de las más de 150 Grandes Logias (una en cada nación, en EE-UU una en cada Estado). En el año 1995, la GLUI contaba con 750.000 miembros en 8.000 logias de todo el mundo.
Además, como impera el secreto, no hay modo de precisar dónde actúan y hasta dónde llega su influjo directo, mucho menos el indirecto.
El gobierno de Tony Blair ha impulsado un movimiento que reclama la obligación de los masones a declarar su pertenencia a la masonería, sobre todo si son funcionarios del Estado, especialmente en la judicatura y en la policía. Es encomiable la respuesta de más de 1.400 jueces ingleses que han declarado voluntariamente su afiliación a la masonería. Evidentemente son muchos más.
Tras el affaire de la logia encubierta P2 (Licio Gelli) los funcionarios italianos en determinados ámbitos de la administración pública, si son masones, están obligados a declararlo o, en caso contrario, se exponen a perder su puesto (ley del año 1983 de la región de Toscana con Florencia como capital).
–El famoso 60% de masones en el Parlamento Europeo, ¿es un dato cierto?
–Guerra: Este porcentaje o uno similar es el asignado por Josep Corominas, Gran Maestro de la Gran Logia de España (GLE) hasta marzo del 2006. El 9 de febrero de 2007 ha abandonado la GLE aunque afirma seguir siendo masón y desea ser considerado como tal.
¿Una nueva escisión y Obediencia masónica o su incorporación a otra de las ya existentes? De hecho todas las propuestas cuestiones familiares, bioéticas, en disenso con la doctrina de la Iglesia e incluso con la ley natural han sido aprobadas por el Parlamento Europeo. Recuérdese también el caso del italiano Rocco Buttiglione rechazado por la mayoría laicista.
–En Roma se acaba de celebrar un congreso en el que se recuerda la incompatibilidad entre catolicismo y masonería, pero se invita a dialogar con los masones en asuntos socio-culturales. ¿Cómo se hace eso?
–Guerra: A pesar de la incompatibilidad objetiva entre la masonería y el catolicismo los católicos pueden dialogar con los masones en varios planos, no en el que la Santa Sede, consciente de los riesgos, se ha reservado como competencia exclusiva suya: «No le compete a las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de la asociaciones masónicas con un juicio que implique la derogación de cuanto ha sido establecido arriba» (Declaración sobre las asociaciones masónicas, 26.XI. 1983; AAS 76, 1984, página 100).
Además conviene tener en cuenta la realidad y las consecuencias del secreto masónico. ¿Cómo dialogar con alguien que está enmascarado? No obstante, puede dialogarse en asuntos socio-culturales. Las religiones y las ideologías terminan por formar y conformar su respectiva cultura, si bien siempre hay una base común.
El cultural, al menos en teoría, es un sector más fácil para el diálogo que el específicamente religioso e ideológico. Resulta más cómodo enhebrar el diálogo intercultural (sobre el hambre, la alfabetización, la ecología, la sanidad, la globalización, etc.) que el interreligioso.
Pero, hasta en este terreno, el diálogo con la masonería encuentra serias dificultades, pues el laicismo masónico, abierta o solapadamente, pretende arrinconar lo específicamente religioso, lo que no sea común a todas las religiones y éticas, encerrándolo como en «arresto domiciliario» en el foro de la conciencia individual y dentro de los templos.
Por eso, procura borrar las huellas socio-culturales cristianas en los países tradicionalmente cristianos, por ejemplo los «belenes» o representaciones del misterio navideño y su simbología (estrellas con o sin figuras de los Magos, incensarios) en las calles durante la Navidad, etc.).
–¿Es la masonería un substituto de la religión?
–Guerra: La masonería, en sintonía con uno de sus productos: New Age o Nueva Era, prefiere usar «espiritualidad», término de resonancias más subjetivistas, en vez de «religión».
Los masones, sobre todo si se dicen cristianos, niegan que la masonería sea religión. Si lo afirmaran, reconocerían su pertenencia a dos religiones: la católica y la masónica.
Pero, de hecho, al menos para muchos, especialmente para los masones agnósticos, deístas, es un substituto de la religión. Más aún, la masonería es llamada «religión» e incluso «la religión» en escritos masónicos y de los masones.
–¿Cómo se ha acercado usted a este mundo, si es secreto?
–Guerra: He dedicado muchas horas a estudiar las constituciones, los reglamentos y los rituales de las distintas Obediencias o federaciones de logias masónicas, así como a conversar con masones y ex-masones en España y en México, también a leer libros sobre masonería escritos por masones y por no masones.
En México, hace unos diez años, permanecí dos veranos hablando diariamente, sobre masonería, con profesores de sus universidades, masones y no masones. Dedicaba las tardes a visitar centros de diferentes sectas, algunas paramasónicas, que solían hallarse en la periferia urbana.
<b>–La masonería, ¿es más un método que un contenido?
–Guerra: El hombre, además de pensar, siente e imagina. Los sentimientos y las imaginaciones pueden provocar interferencias perturbadoras de la lucidez mental. No obstante, las ideas y creencias orientan al hombre; los principios a las instituciones humanas, al mismo tiempo que las conforman. Pero para alcanzar la meta, es necesario utilizar el «método» adecuado.
Precisamente la etimología griega de esta palabra designa el «camino» (gr. odós) que debe recorrerse para llegar «más allá» (gr. met´), o sea, a la meta. En la masonería, su método alcanza la máxima categoría y eficacia, pues, de hecho, se ha convertido en uno de sus «principios», tal vez el básico y configurador de los demás.
Precisamente el método masónico es uno de los motivos por el cual la masonería es incompatible con la doctrina cristiana.
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br> El método masónico, íntimamente unido al laicismo, refleja el relativismo historicista y conduce al relativismo socio-cultural promoviéndolo.
Alain Gérard, uno de los dirigentes del Gran Oriente de Francia, reconoce que «la masonería es solamente un método». Según él, un masón puede tener «opiniones», o sea, creencias propias de una religión determinada, pero el método masónico le obliga a «poner en cuestión» sus opiniones y a aceptar la posibilidad de que sean declaradas falsas si son superadas en una síntesis de razones más sólidas y con el apoyo de la mayoría.
«No existe una verdadera puesta en discusión si previamente se declara que, sea cual sea el resultado de la discusión, hay puntos en los cuales uno estará siempre convencido de tener razón», afirma.
De ahí la alergia masónica a los dogmas y a las religiones calificadas de dogmáticas, reveladas, especialmente a la cristiana.
De ahí también que los masones tienden a considerar la democracia como una obra de la masonería y al método democrático (aprobación por mayoría de votos) como algo connatural con lo masónico que lo extiende a todas las realidades, también a la verdad, al bien, etc.
Precisamente, el actual Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, Jean Michel Quilardet, en unas declaraciones a «La Voz de Asturias» (20, enero, 2007, Oviedo/España) reconoce: «Se puede pensar que existe una democracia no laica (= no laicista, no masónica), pero a mi forma de ver y según mi pensamiento, el laicismo es un avance en la democracia». Consiguientemente los demócratas, que no son laicistas o masones, si son demócratas, lo son como de segunda categoría.
–Los masones son una minoría creativa. Los cristianos, ¿también?
–Guerra: Evidentemente los masones no monopolizan la creatividad. Aunque de signo distinto, corresponde también, en no menor grado, a los cristianos con la ayuda de la gracia divina y el influjo del Espíritu Santo.
Para comprobarlo basta repasar la historia de la Iglesia y su adaptación evangelizadora a las circunstancias socioculturales tan cambiantes en los dos mil años de su existencia. «La mano o el poder de Dios no se ha recortado» (Is 59,1) en nuestros días.
Cuando hace pocos años Juan Pablo II llamaba a los Movimientos eclesiales «florecimiento primaveral», «nuevo Pentecostés», «don particular del Espíritu Santo a la Iglesia en nuestro momento histórico», inicialmente lo atribuía a su gran bondad.
El bueno, el santo, no ve sino bondad en todo, como el avaro descubre lucro y el lujurioso, placer sexual.
Cuando tuve que realizar un estudio: «Los movimientos eclesiales en España» (Real Academia de Doctores de España, «El estado de España», 2005, páginas. 80-94) y descubrí la realidad, quedé impresionado. ¡Qué creatividad la de los hijos de la Iglesia, movidos e inspirados por el Espíritu Santo, en nuestros días!
¿Cómo quedarían la Iglesia y el mundo si los Movimientos eclesiales, las obras docentes y asistenciales, etc., desaparecieran como por arte de encantamiento, dejando una especie de gigantesco «agujero negro» en la galaxia eclesial y en la socio-cultural?