ROMA, martes, 5 junio 2007 (ZENIT.org).- La apuesta decidida de Benedicto XVI por la razón abierta a todas sus dimensiones, eje de su pensamiento, permite el encuentro con las culturas, constata monseñor Melchor Sánchez de Toca.
El subsecretario del Pontificio Consejo para la Cultura trazó los rasgos intelectuales del Papa en el ciclo de conferencias, celebrado en la Embajada de España ante la Santa Sede, en homenaje a Benedicto XVI –con ocasión de su 80º cumpleaños y del 2º aniversario de su elección a la sede petrina–.
«La Cultura y Benedicto XVI» fue el aspecto que se encargó de abordar, el 30 de mayo, monseñor Sánchez de Toca, presentando al Papa Joseph Ratzinger como «hombre de cultura» y situando su perfil sobre el trasfondo de sus predecesores, Pablo VI y Juan Pablo II, ambos igualmente hombres de cultura.
Definiéndolo como un «humanista cristiano», el sacerdote recordó que con Pablo VI «por primera vez el hombre moderno había llegado al pontificado».
«Para él su gran deseo es hablar al hombre moderno que, a consecuencia de la historia, se ve lejos de la Iglesia», constató.
Como pontífice, Pablo VI «se encuentra con los artistas en la Basílica de San Pedro en el año 1964, un acontecimiento hasta entonces desconocido; inaugura la galería de arte moderno en los museos vaticanos, un gesto audaz; recibe a los miembros de la Academia de las Ciencias; es el primer pontífice que se presenta ante la Asamblea de las Naciones Unidas, y se presenta a sí mismo como experto en humanidad, es decir, como portavoz de la sabiduría bimilenaria de la Iglesia, experta en humanidad», enumeró monseñor Sánchez de Toca.
También se trata -añadió- del «primer pontífice de los tiempos modernos que atraviesa los límites de Italia y abre el camino a los viajes internacionales de Juan Pablo II».
Procediendo de la gran tradición clásica, cultivada en los seminarios y en las facultades de la Iglesia, Pablo VI «desea entrar en diálogo con la cultura moderna». De ahí su discurso en la clausura de la última sesión del Concilio [Vaticano II], «un discurso memorable –reconoció el sacerdote- cuando dice: nunca como en esta ocasión la Iglesia ha sentido la necesidad de conocer, de acercarse, de comprender, de penetrar, de servir, de evangelizar a la sociedad circundante, de captarla como recorrerla en su rápido y continuo cambio».
La semilla del Pontificio Consejo para la Cultura
Si Pablo VI «es el primer hombre moderno que ha llegado a la cátedra de Pedro, Karol Wojtyla es, en cambio, el primer intelectual moderno –filósofo, poeta, teólogo, profesor de Ética- que ha llegado al papado», prosiguió, trazando el itinerario de la cultura en el marco pontificio.
En su opinión, «la palabra que mejor define a Juan Pablo II-Karol Wojtyla es «filósofo», un filósofo original y creativo».
El propio Joseph Ratzinger escribió que la primera vez que había oído hablar de Karol Wojtyla fue a través de su amigo filósofo Joseph Pieper, quien había coincidido con el purpurado polaco en un congreso filosófico en Italia.
«Pieper decía, entusiasmado, que por fin había encontrado un auténtico filósofo, uno capaz de plantear las preguntas esenciales con una frescura y con una intuición genial sin enredarse en teorías académicas, antes animado por la pasión del conocimiento y la voluntad de conocer la verdad. Y Pieper decía a Joseph Ratzinger: «apúntate este nombre porque dará qué hablar». Era el año 1975», recordó monseñor Sánchez de Toca.
Karol Wojtyla «es ante todo un creador» -recalcó-; «por eso ha cultivado la poesía, el teatro, en ensayo, pero siempre desde el punto de vista original».
Se ha dicho que, como había sido actor, Karol Wojtyla «tenía facilidad para comunicar con la gente», pero «creo que es al revés –subrayó–: como es un hombre creador, y un gran comunicador, quiso ser actor», de forma que estamos ante «un actor no en el sentido moderno de la palabra, sino en su sentido originario: es un hombre de acción, «el que actúa»».
Por eso, «los gestos que inventaba en él resultan espontáneos; no son una estrategia de comunicación», expresó.
En su relación con la cultura, Karol Wojtyla se mueve contemporáneamente en dos planos: mantiene contacto, como arzobispo de Cracovia, con artistas, intelectuales, físicos, científicos; y «ésta es la experiencia que quiso incorporar a Roma, a la Santa Sede, cuando fue elegido Papa, y que plasmó en la creación del Pontificio Consejo para la Cultura –explicó su actual subsecretario-, hace ahora exactamente 25 años: como un puente y camino de diálogo, de manera que la Santa Sede pueda hacer llegar su voz al mundo de la cultura, y éste puedan hacer llegar su voz también a la Iglesia».
Intelectual honrado y transparente
En el caso de Joseph Ratzinger, «llega por primera vez al papado un teólogo en el sentido estricto de la palabra –constató monseñor Sánchez de Toca-, que ha cultivado esta disciplina en la universidad, en sus años de juventud, y después como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe».
Pero es difícil catalogar a Joseph Ratzinger en cuanto teólogo -considera: «no es un dogmático, no es un biblista, ni un liturgista; es un teólogo abierto a todas las dimensiones de la revelación».
De tal forma, recalca que Joseph Ratzinger «es entonces un intelectual, en el sentido más noble de la palabra, porque es el hombre del pensamiento», y como «teólogo y pensador ha intervenido en multitud de foros sobre los temas más dispares, y ha afrontado una discusión cuerpo a cuerpo con los interlocutores más diversos».
Rasgo característico del ahora Papa «es la honestidad intelectual. No es el «hombre de hierro», como se le había querido presentar –apunta monseñor Sánchez de Toca-, sino un hombre que escucha y que toma en serio el planteamiento de su interlocutor».
Y da testimonio de ello: «Hay Conferencias Episcopales que, al terminar su visita «ad limina», hacen una especie de evaluación: casi sistemáticamente el encuentro mejor valorado por los obispos era el encuentro con el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por la calidad humana de la acogida, por la profundidad del diálogo, por la atención con la que el cardenal Joseph Ratzinger escuchaba sus preguntas y ofrecía respuestas esclarecedoras».
«Intelectual honrado y transparente, le gusta el debate -constata-; tenemos una muestra preciosa de esto en su libro, «Jesús de Nazaret», en el que establece un debate, a través del tiempo, con el rabino Jacob Neusner, que a su vez entra en diálogo y debate con Jesús de Nazaret».
Síntesis del estilo del Papa la aporta el cardenal Paul Poupard, quien le describe –recuerda monseñor Sánchez de Toca- como «benedictino en su espiritualidad y agustiniano en su pensamiento».
«Que el Papa Benedicto sea benedictino es evidente, comenzando por el nombre -apuntó-. Benedicto [San Benito], el Patriarca de Occidente, es una figura de referencia y el Papa ha hecho del «ora et labora» benedictino un programa de vida. San Agustín en cambio, quien fue el autor objeto de su tesis, es su autor predilecto. Es el Padre de la Iglesia más citado en los discursos del Papa».
La razón, esencia de la cultura
Para profundizar en el pensamiento de Ratzinger, el subsecretario del Pontificio Consejo para la Cultura recordó que «San Benito y los monjes benedictinos», lejos «de lamentarse por la caída del imperio romano, enseñan el legado intelectual de la misma Roma que había perseguido a la Iglesia»
«En sintonía con esta espiritualidad benedictina, Joseph Ratzinger subraya la necesidad de reconciliarse con el legado de la Ilustración», la cual «ha perseguido en su forma más extrema a la Iglesia y ha intentado marginarla», r
ecordó.
Constató que así se desprende del discurso del cardenal Ratzinger en Subiaco –la víspera de la muerte de Juan Pablo II: «decía que la Ilustración, a pesar de todo, sigue siendo un fenómeno de origen cristiano», y considera que el Concilio Vaticano II, en la «Gaudium et Spes», ha puesto de relieve «la profunda correspondencia entre cristianismo e Ilustración tratando de llegar a una verdadera conciliación entre la Iglesia y la modernidad, que es gran patrimonio que ambas partes, la Iglesia y el pensamiento laico europeo, han de tutelar».
«Y si esto es posible es porque el Papa está convencido de que el elemento esencial de la cultura es el «Logos», la apuesta por la razón, una razón abierta a todas sus dimensiones, que es lo que permite el contacto y el encuentro con todas las demás culturas», confirmó monseñor Sánchez de Toca.
La visión del Papa «sobre la cultura y el encuentro entre Iglesia y cultura» se refleja –señaló el sacerdote– en el discurso de apertura de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida [Brasil], el pasado 13 de mayo.
El Santo Padre «se pregunta sobre el encuentro entre la fe que llevaron los misioneros y las culturas de los pueblos americanos -citó-: «El anuncio de Jesús y de su Evangelio –dice el Papa- no supuso en ningún momento una alineación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña», «porque las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas […]; esperan alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida […]»».
De ahí que confirmara entonces el Papa que «Cristo, siendo realmente el «Logos» encarnado, ‘el amor hasta el extremo’, no es ajeno a cultura alguna ni a ninguna persona», insistió monseñor Sánchez de Toca.