ROMA, domingo, 24 junio 2007 (ZENIT.org).- La división entre Iglesia y Estado se ha puesto en cuestión recientemente en Australia con el duro debate sobre la legislación que regula las células madre.
A finales de mayo el Partido Laborista en el poder en el estado de Nueva Gales del Sur anunció cambios legislativos que cambiarán la anterior prohibición de clonar células madre de embriones para investigación médica.
«Hago esto para permitir a los investigadores de Nueva Gales del Sur trabajar en nuevas terapias que nos ayudarán a comprender mejor las enfermedades humanas y poder proporcionar tratamientos y terapias para muchas de las enfermedades consideradas actualmente incurables», anunció el premier del estado, Morris Iemma, según el periódico Daily Telegraph del 30 de mayo.
Se abrió la puerta a la investigación con células madre en Australia cuando el parlamento federal dio su aprobación el año pasado. La nueva ley entrará en vigor este mes. La legislación propuesta en Nueva Gales del Sur fue aprobada por la cámara baja del estado el 7 de junio, aunque debe todavía pasar por la cámara alta.
Ha encontrado, sin embargo, una dura oposición tanto de la Iglesia anglicana como de la católica. El cardenal George Pell, arzobispo de Sydney, capital del Estado, ha reconocido que hay una verdadera necesidad de encontrar curas para las enfermedades y los problemas genéticos. Apeló, no obstante, a una mayor reflexión sobre los temas morales implicados.
En una declaración hecha pública el 4 de junio representando a los 10 obispos de las diócesis del estado, el cardenal Pell también protestó por la forma que la propuesta se había tratado en el parlamento en el espacio de una sola semana.
El embrión humano, continuaba la declaración «tiene una dignidad intrínseca y debería concedérsele el que es el más básico de los derechos humanos – el derecho a vivir, a crecer, a prosperar».
El cardenal Pell terminaba invitando a los católicos, y a todos los políticos cristianos, a no votar a favor de tal «legislación inmoral».
Políticos católicos
La atención de los medios los días siguientes ignoró los argumentos del cardenal Pell sobre las objeciones éticas a la investigación con células madre de embriones, prefiriendo centrarse en su llamamiento a los políticos católicos.
Un ejemplo de esto fue el reportaje del 6 de junio del Sydney Morning Herald titulado: «Miembros católicos del parlamento que desafían la oposición a la ley de Pell». El artículo describía cómo el premier Iemma y su diputado, John Watkins, ambos católicos, estaban preparados para «desafiar» a la Iglesia.
Un reportaje de agencias colocado el mismo día en la página web del periódico informaba de más comentarios del ministro de servicios de emergencia, Nathan Rees, que exigía al arzobispo de Sydney que se disculpara ante los miembros católicos del parlamento, o corriera el riesgo de ser considerado tan malo como los líderes musulmanes radicales.
El artículo también informaba de los comentarios de Iemma que no pensaba que el sacerdote de su parroquia local le negara la comunión, a pesar de su apoyo a la ley.
El ministro de sanidad federal, Tony Abbott, también católico, salió en defensa del cardenal Pell, informó el Daily Telegraph el 6 de junio. «El cardenal Pell tiene derecho a decir lo que dijo. Es el líder de la Iglesia católica aquí en Australia», afirmó.
En una entrevista de radio, el primer ministro australiano, John Howard también defendió al cardenal. «Al final, los líderes de la Iglesia, si creen en algo… tienen el derecho de aportar su punto de vista», declaró a la Australian Broadcasting Corporation el 7 de julio.
Un editorial el 7 de junio en el periódico nacional The Australian se expresaba a favor del cardenal Pell. Sólo está haciendo su trabajo, sostenía el periódico. «Como cardenal, es su responsabilidad explicar y respaldar los principios católicos, para recordar a los católicos australianos las normas que aplicar a sus vidas, si viven como católicos».
Australia Occidental
El tema se caldeó más debido a la legislación paralela presentada en otro estado, Australia Occidental. Mons. Barry Hickey, arzobispo de Perth, capital del estado, se opuso a la ley que permite la investigación con embriones. «El fin no justifica los medios», declaró, según un reportaje del 19 de abril de la página web ninemsn.com.au.
De igual forma que el asunto de Sydney, Fred Riebeling, portavoz de la asamblea legislativa de Australia Occidental, anunció el 7 de junio que al arzobispo Hickey sería investigado por el comité de privilegios parlamentarios de estado, informaba el periódico West Australia.
El día anterior, el arzobispo de Perth dijo que los católicos que «votaron por la clonación de embriones destinados a la destrucción» no deberían ir a comulgar y podrían ser excomulgados.
Al día siguiente, un reportaje en el periódico Australian citaba las palabras del portavoz del arzobispo Hickey sobre el hecho de que no había sido una amenaza. Se ha «recordado» a los políticos, declaró el portavoz, que la clonación de embriones para experimentación y destrucción no era consecuente con las enseñanzas de la Iglesia.
Riebeling ordenó colocar en el tablón del parlamento una carta escrita al arzobispo Hickey, advirtiéndole que no interfiriera en los deberes de los miembros del parlamento, informó el 14 de junio la Australian Broadcasting Corporation.
Retomando el debate en su columna del 10 de junio en el Sunday Telegraph, el cardenal Pell criticaba la indebida atención prestada a la cuestión de si la Iglesia tiene el derecho de tomar dicha actitud ante los políticos católicos.
El hecho de que los medios se centraran en este tema era una «clara táctica de distracción», pensada para distraer la atención de la cuestión más fundamental de la destrucción de vida humana. Los anti – vida y los buscadores de publicidad, acusaba, «han intentado matar al mensajero, mientras trabajaban por enterrar el mensaje».
Elegir con prudencia
Algunos comentaristas criticaron la intervención del cardenal Pell en el debate sobre las células madre por ser una violación de la conciencia individual. A los políticos católicos, sostenía Paul Collins en las páginas de opinión del Sydney Morning Herald el 7 de junio, «debe dárseles la libertad de hacer elecciones sobre estos temas según sus conciencias informadas».
Además, añadía: «La tradición católica dice que nadie, incluyendo los obispos, puede forzar o determinar la conciencia de otro».
De hecho, el Catecismo de la Iglesia católica habla de la necesidad de seguir la propia conciencia. «La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre», dice el No. 1776, citando el documento del Vaticano II «Gaudium et Spes».
Sin embargo, el Catecismo también establece que la conciencia individual no existe en una suerte de vacío moral. El No. 1783 apunta que la conciencia debe estar informada. «La educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas».
El No. 1785 menciona la importancia de la fe y la oración para formar nuestra conciencia. Asimismo, los seres humanos son «ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia».
Además, el No. 1792 advierte del peligro «de una mal entendida autonomía de la conciencia, el rechazo de la autoridad de la Iglesia y de su enseñanza», entre otras posibles fuentes de errores al juzgar la conducta moral.
Religión y política
Otra acusación tanto contra el cardenal Pell como contra el arzobispo Hickey fue su interferencia indebida en
la política al recordar a los políticos católicos sus obligaciones morales. Este es un tema tratado con frecuencia por Benedicto XVI. Uno de sus comentarios más recientes sobre el tema fue el discurso de apertura de la Conferencia de los Obispos de Latinoamérica y el Caribe el 13 de mayo.
Cómo puede la Iglesia contribuir a la solución de los urgentes problemas sociales y políticos, se preguntaba. Las tareas políticas no son de competencia inmediata de la Iglesia, admitía el Papa. No obstante, indicó que la sociedad necesita de la presencia de Dios en la tarea de resolver los problemas sociales.
Una de las formas en que la Iglesia puede ayudar a la sociedad es precisamente a través de la guía de las conciencias, añadía el Pontífice. «Formar las conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes individuales y políticas, es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector».
Por el padre John Flynn, L. C.