QUERÉTARO, lunes, 1 octubre 2007 (ZENIT.org–El Observador).- La quinta Conferencia general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), celebrada en Aparecida, Brasil, del 13 al 31 de mayo pasado, ha impulsado una «conversión pastoral» en el seno de la Iglesia.
Lo ha explicado durante la celebración de la jornada inaugural de la Asamblea Nacional de Acción Católica Mexicana (ACM), el obispo de Texcoco y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor Carlos Aguiar Retes.
Al presentar las claves del «Documento de Aparecida», monseñor Aguiar Retes destacó que tiene como fundamento «el darnos cuenta del momento en el que estamos viviendo y tratar de descubrir en él las huellas de la presencia de Dios y la misión de la Iglesia que se tiene que construir con la conciencia del discípulo que también es misionero».
«Aparecida es la gran oportunidad de replantearnos la misión de la Iglesia. Estamos viviendo un cambio de época. Hay signos esperanzadores. Está resurgiendo la sed de Dios: hay un anhelo de lo espiritual. La forma como trabaja hoy la Iglesia no satisface a ese anhelo. Por tanto, es necesario replantearnos una conversión pastoral», agregó el obispo de Texcoco.
Más adelante subrayo que «un signo positivo del cambio de época es la flexibilidad que se va dando en las personas para abrirse al diálogo y a la discusión de las cuestiones controvertidas. Surge, de esto, un anhelo por la verdad. La mentalidad de la gente es más flexible para abrirse al diálogo. Hay que volver a tomar la iniciativa entre los grupos católicos para que, en comunión, expresemos la vida de la Iglesia».
«Otro signo positivo –dijo monseñor Aguiar Retes– es la valoración de la persona humana. Cada vez nos hacemos más conscientes que la dignidad de la persona humana le viene dada por sí misma. Aquí tenemos una gran ocasión de hacer valer la obra de la Creación del hombre a imagen y semejanza de Dios».
Aparecida impulsa una nueva manera de orientar nuestra acción en la Iglesia y una nueva forma de concebir el papel del discipulado dentro de ella, según se desprendió de la charla mediante la cual la Acción Católica Mexicana iniciaba en Querétaro, su Asamblea anual, en el ambiente de estudio que el documento ha suscitado en la Iglesia en América Latina.
«El discipulado, que es la segunda fuente del documento de Aparecida, viene dado frente al gran problema que enfrenta la Iglesia de América Latina que es el divorcio entre la fe y la vida», dijo monseñor Aguiar Retes ante un nutrido auditorio en el Seminario Conciliar de Querétaro.
Según el prelado, los obispos de América Latina y El Caribe, «teníamos bien detectado el problema. Porque la transmisión de la fe con un modelo cultural adecuado, que se dio en décadas anteriores, nos hizo descuidar, probablemente, la evangelización profunda, que llevara a la formación de un discípulo de Cristo».
«La fe se transmitía casi en automático. Los padres y el ambiente cultural en el que nos movíamos en América Latina eran católicos. Cuando se resquebraja el modelo cultural vigente, la transmisión de la fe enfrenta retos que solamente la transformación del discipulado puede acometer», aclaró el presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana.
Dios nos llamó para llevar a cabo una misión
El Santo Padre Benedicto XV!, dijo monseñor Aguiar Retes, insistió mucho en la cuestión del discipulado ante a la quinta Conferencia del CELAM. Las preguntas que surgieron desde el principio de la reunión de Aparecida fueron: ¿Cómo contrarrestar el divorcio entre la fe y la vida? ¿Cómo cambiar la práctica cristiana, centrada en el culto, hacia una irradiación en los otros ámbitos de la vida privada y social?
La respuesta, según Aguiar Retes es que esto se puede lograr «solamente con la convicción de que el Señor me ha llamado, y me está llamando, para una misión. Y tengo que conocer al que me ha llamado, a Jesucristo, y tengo que ser su seguidor. Por lo tanto tengo que conocerlo, amarlo y servirlo. El discipulado coloca al cristiano de cara al seguimiento de Cristo, del encuentro con Jesucristo. No estamos por azar. Dios nos llamó para hacer algo».
«El discípulo aprende y comparte la vida en comunidad. El discipulado tiene, entonces, que hacerse una experiencia de vida en comunidad. La Iglesia tiene que transformarse para que sus instancias sean promotoras de la dimensión comunitaria de los discípulos de Cristo», expresó monseñor Aguiar Retes
Según lo expresado por el obispo de Texcoco y por el asistente de ACM, monseñor Ricardo Watty Urquidi, obispo de Nuevo Laredo, también presente en el acto, Aparecida fue una experiencia de Pentecostés. La Iglesia de América Latina estuvo abierta al Espíritu Santo para ver por dónde se debe caminar en este cambio de época, siendo discípulos y misioneros de Jesús.
Una clave de Aparecida –dijo el presidente de la CEM– «es que al centro de nuestra vida está Jesucristo. Jesucristo es la expresión del Reino de Dios: vino a traernos la buena nueva que Dios nos ama. Cristo sigue vivo mientras tenga discípulos, prolongando el misterio de la Encarnación en cada uno de los miembros de la Iglesia. Pero esa experiencia requiere la comunión. No hay discípulos aislados».
Ser testigos del amor
«La otra clave de Aparecida es la conversión pastoral», corroboró monseñor Aguiar Retes, quien, más adelante, dijo: «no es la conversión de los pastores, solamente, es algo que toca a todos: es creer el anuncio de Cristo de que el Reino de Dios se encuentra en medio de nosotros, es creer que a mí me está llamando Dios para manifestar el amor y ser testigo del amor».
En la que constituyó la parte central del análisis que hizo el obispo Carlos Aguiar Retes frente a los delegados nacionales de la ACM, pidió «revisar si estamos manifestando el amor del Padre en este cambio de época».
«La Iglesia, por venir de una época de cristiandad, donde el modelo cultural vigente le favorecía, se acostumbró a que sus instancias fueran ofrecidas y abiertas para el que viniera, para el que nos buscara», dijo el prelado mexicano.
Según monseñor Aguiar, «eso funcionaba en una comunidad evangelizada. Pero en esta situación en la que estamos, la Iglesia necesita transformar sus estructuras y orientarlas para que sean misioneras. Ya no podemos estar en una atención clientelar, que venga el ‘cliente’, el fiel, sino que tenemos que tener estructuras para ir hacia donde nos necesitan, hacia donde no han escuchado la buena nueva del Reino, hacia quienes, deseándolo y anhelándolo, no van a venir hacia las formas tradicionales que tenemos que trabajar».
«Entonces, subrayó el obispo de Texcoco, con gran creatividad, tenemos que ver cómo nos hacemos presentes en los ambientes de la sociedad y hacer que las parroquias sean instancias que lancen a la acción en esos ambientes. No dejar que cada quien haga su responsabilidad, como Iglesia tenemos que formar para ser misioneros, ser discípulos de Cristo en el mundo de hoy. Revisar la vida interna de la Iglesia y luego salir hacia el mundo. La conversión pastoral es hacer de una Iglesia clientelar, una Iglesia misionera».
Concluyó su conferencia diciendo que «la última clave de Aparecida es la vida. ¿Cuál vida? ¿Cuál es la vida de Cristo que queremos anunciar? La vida en Cristo es aquella que pone su fundamento en la relación con Dios, que le da el primer valor a la relación espiritual. A través de esa vida se obtiene la justa apreciación de la vida terrena. El creyente sabe que la vida no se agota en el mundo. Y la vida verdadera se hace como discípulos y misioneros de Jesús».