TEHUACÁN sábado, 20 octubre 2007 (ZENIT.org–El Observador).- El obispo de Tehuacán y responsable de la dimensión de la familia en la Conferencia del Episcopado Mexicano, monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, ha escrito un mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Misiones que se lleva a cado el día de mañana domingo 21 de octubre.
En el mensaje, monseñor Aguilar Martínez hace énfasis en la doble vertiente de discípulos y misioneros de Cristo, fruto del Documento de Aparecida, al tiempo que señala que «el espíritu misionero del discípulo no es pretender imponer a todos que crean en Cristo Jesús perteneciendo a la Iglesia Católica; se trata, más bien, de que quien ha experimentado el corazón reconfortado y encendido con el regalo que es Cristo Jesús, sienta el deber de anunciar que Jesucristo es Camino, Verdad y Vida».
A continuación, reproducimos el mensaje completo.
Cristo nos envía a todos
El próximo domingo 21 de octubre celebraremos la Jornada Mundial de las Misiones, que el Papa Benedicto XVI nos ha invitado a vivir bajo el lema «Todas las Iglesias para todo el mundo».
Ahora bien, en medio del pluralismo religioso actual; igualmente en el anhelo que buscamos de que haya una auténtica libertad religiosa ¿tiene sentido celebrar un Domingo de las Misiones, incluso a nivel mundial? ¿No será una celebración fuera de lugar, fuera de época?
Vayamos por pasos, aunque sea mencionados brevemente.
El Documento de Aparecida nos dice que «conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.» (DA 29).
«En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.» (DA 28).
Si de verdad nos convencen estas palabras del Documento de Aparecida; si de verdad asumimos que Cristo Jesús es el mejor regalo para nosotros y es un gozo compartirlo a los demás, el ser discípulos de Jesús nos lanza inmediatamente a ser misioneros.
«La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos… La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio.» (DA 29).
El auténtico discípulo de Jesús no puede callar, sino que se siente impulsado a que los demás también reciban, conozcan, celebren y sigan a Cristo Jesús.
«¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de ´sentido´, de verdad y de amor, de alegría y de esperanza!… urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la victoria pascual del Señor de la historia» (DA 548)
<br>El espíritu misionero del discípulo no es pretender imponer a todos que crean en Cristo Jesús perteneciendo a la Iglesia Católica; se trata, más bien, de que quien ha experimentado el corazón reconfortado y encendido con el regalo que es Cristo Jesús, sienta el deber de anunciar que Jesucristo es Camino, Verdad y Vida. La persona que recibe el mensaje, queda en libertad de rechazar o seguir a Cristo Jesús. Pero el discípulo siente el deber de no quedarse egoístamente con este don de Jesucristo.
El Papa Benedicto XVI nos impulsa a que «todas las Iglesias tengamos el espíritu misionero para todo el mundo»
Es bueno tener en cuenta algunos datos estadísticos:
» La población mundial es de 6,453,628,000 (cerca de seis mil quinientos millones)
» Nos reconocemos cristianos sólo el 33%; de modo que 67% no creen en Cristo.
» De entre los cristianos que son católicos, el 90% están alejados de su fe y práctica religiosa; sólo el 10% son católicos comprometidos.
» El espíritu misionero ha de romper los esquemas y estructuras de una pastoral de conservación, en que nos contentamos con tener la agenda llena de actividades con los que son comprometidos, para «navegar mar adentro» anunciando a Jesucristo en tres niveles:
–Una nueva evangelización para los católicos alejados: los que casi no van a Misa, no participan en otros sacramentos;
–Una labor de ecumenismo: para los que creen en Cristo y no son católicos, buscando la unidad, qué nos une y no tanto qué nos divide;
–Un diálogo interreligioso (misión ad gentes): para los que no creen en Cristo.
Cristo Jesús, enviado por Dios Padre, nos envía a nosotros, dándonos la promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20). La misión no es una serie de tareas, llenas de esfuerzo y fatiga, sino un modo de hacer presente a Jesús y su Evangelio donde quiera que estemos, «hasta los últimos rincones de la tierra» (Hch 1,8).
Si estamos unidos como discípulos a Cristo Jesús, también estamos unidos a todos los que son sus discípulos; así, en comunión con Cristo y con los demás discípulos, sí se puede llegar a todas las naciones. Por otro lado, desde nuestro «lugarcito», en la ciudad o en el campo, nos unimos en oración y en ayuda material a quienes participan físicamente en los diversos niveles de misión que se han mencionado: nueva evangelización, ecumenismo, diálogo interreligioso.
«Cristo es la fuente inagotable de la misión de la Iglesia» (Benedicto XVI) y Cristo nos envía a todos: niños, jóvenes, adultos, ancianos; obispos, sacerdotes, religiosas y laicos; sanos y enfermos; que todos vivamos nuestro seguimiento y anuncio de Cristo Jesús con espíritu misionero.
+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán