CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 21 octubre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el saludo que dirigió Benedicto XVI este domingo a las 13,00 horas en el aula magna del seminario arzobispal de Nápoles a los jefes de las delegaciones que participan en el Encuentro Internacional por la Paz, promovido por la Comunidad de San Egidio del 21 al 23 de octubre con el tema: «Por un mundo sin violencia. Religiones y culturas en diálogo».
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Santidad, beatitudes,
ilustres autoridades,
representantes de las Iglesias y comunidades eclesiales,
gentiles exponentes de las grandes religiones mundiales:
Aprovecho con mucho gusto esta oportunidad para saludar a las personalidades congregadas aquí, en Nápoles, con motivo del XXI encuentro sobre el tema: «Por un mundo sin violencia. Religiones y culturas en diálogo». Vosotros representáis, en cierto sentido, los diferentes mundos y patrimonios religiosos de la humanidad, vistos por la Iglesia católica con sincero respeto y atención cordial. Expreso mi aprecio al señor cardenal Crescenzio Sepe y a la arquidiócesis de Nápoles que acoge este encuentro y a la comunidad de San Egidio, que trabaja con entrega para favorecer el diálogo entre religiones y culturas con el «espíritu de Asís».
El encuentro de hoy nos remonta al año 1986, cuando mi venerado predecesor Juan Pablo II invitó en la colina de san Francisco a altos representantes religiosos a rezar por la paz, subrayando en aquella circunstancia el lazo intrínseco que une una auténtica actitud religiosa con la aguda sensibilidad por este bien fundamental de la humanidad. En el año 2002, tras los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre del año precedente, el mismo Juan Pablo II volvió a convocar en Asís a los líderes religiosos para pedir a Dios que detenga las graves amenazas que se ciernen sobre la humanidad, en especial a causa del terrorismo.
En el respeto de las diferencias de las diferentes religiones, todos estamos llamados a trabajar por la paz y a vivir el compromiso concreto por promover la reconciliación entre los pueblos. Este es el auténtico «espíritu de Asís», que se opone a toda forma de violencia y al abuso de la religión como pretexto para la violencia. Ante un mundo lacerado por conflictos, en el que en ocasiones se justifica la violencia en nombre de Dios, es importante subrayar que las religiones no pueden ser nunca instrumentos de odio; nunca se puede llegar a justificar el mal y la violencia invocando el nombre de Dios.
Por el contrario, las religiones pueden y tienen que ofrecer preciosos recursos para construir una humanidad pacífica, pues hablan de paz al corazón del hombre. La Iglesia católica quiere seguir recorriendo el camino del diálogo para favorecer el entendimiento entre las diferentes culturas, tradiciones y sabidurías religiosas. Deseo vivamente que este espíritu se difunda cada vez más sobre todo allí donde las tensiones son más fuertes, allí donde la libertad y el respeto del otro son negados y donde hombres y mujeres sufren a causa de las consecuencias de la intolerancia y de la incomprensión.
Queridos amigos: que estos días de trabajo y de escucha en la oración sean fecundos para todos. Con este motivo dirijo mi oración al Eterno Dios, para que derrame sobre cada uno de los participantes en el encuentro la abundancia de sus bendiciones, de su sabiduría y de su amor. Que libere el corazón de los hombres de todo odio y de toda raíz de violencia y nos haga a todos artífices de la civilización del amor.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit
© Copyright 2007 – Libreria Editrice Vaticana]