OVIEDO, viernes, 26 octubre 2007 (ZENIT.org).- La beatificación de 498 mártires del siglo XX en España, que se celebrará el próximo domingo en Roma –la más numerosa de la historia–, no deja indiferente a nadie.
Así lo constata el obispo auxiliar de Oviedo, monseñor Cecilio Raúl Berzosa Martínez, en esta entrevista concedida a Zenit.
El prelado es autor de numerosas publicaciones sobre temas de teología y relación entre fe y cultura, entre ellos “Transmitir la fe en un nuevo siglo” (2006), “En el misterio de María” (2006) e “Iglesia, sociedad y comunidad política” (2007).
El obispo Berzosa pertenece a las Comisiones de Doctrina de la Fe y Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española.
–Esta beatificación, ¿sanará heridas en el contexto español?
–Monseñor Berzosa: Es justo afirmar que, en ciertos ambientes, las heridas de la guerra civil española (y de la revolución del ‘34) siguen abiertas.
Creo que en estos momentos existen tres posturas: la de quienes, con fe, estiman que es “memoria agradecida” de la Iglesia recordar a sus mártires, y que contribuirá a la reconciliación. La de quienes se manifiestan totalmente en contra de ellas y afirman que es simple memoria selectiva. Finalmente la de quienes, según lo que escuchen o lean por parte de líderes de opinión, unas veces manifiestan su postura favorable y otras se revuelven contra ello.
Algo es cierto: estas beatificaciones no dejan indiferente a la opinión pública. Y además coinciden con unos momentos, en nuestra corta historia democrática, que no son ni mucho menos los más serenos.
–Morir por la fe. ¿Qué lección saca un fiel ante el testimonio de quien derrama su sangre por sus convicciones religiosas?
–Monseñor Berzosa: Ante todo, el ejemplo de coherencia y fidelidad de lo que significa ser cristiano de verdad. Y ello no porque el mártir sea un superhéroe, sino porque el creyente ve en este gesto supremo de amor la fuerza y la gracia de Dios mismo. Los mártires son iconos privilegiados del amor de ágape. Sin olvidar que, en los primeros tiempos del cristianismo (como en otras épocas posteriores), ser cristiano era sinónimo de ser mártir.
Los beatos nos recuerdan una frase que se atribuye, si no recuerdo mal, a Peguy: “Tener la verdad es empezar a sufrir; defender la verdad es comenzar a morir”. Pero bendita muerte que es la puerta y la fuente de la vida sin fin.
–¿Qué mensaje suponen en la Iglesia universal estas beatificaciones martiriales?
–Monseñor Berzosa: Además de constituir un ejemplo y ser una intercesión poderosa dentro de este Cuerpo místico que formamos los cristianos, subrayo tres mensajes: en primer lugar, que en todas las épocas el martirio está de actualidad. No es algo del pasado o algo que no volverá a suceder. Puede darse, y de hecho se está dando en cualquier momento histórico y en cualquier parte de este planeta.
En segundo lugar, que los mártires nunca son utilizados como arma arrojadiza (ideológica, histórica o política) contra nadie, ni como bandera o enseña política de nadie. La Iglesia desea siempre que los mártires contribuyan a la reconciliación y a la memoria de lo que, humanamente, no debe volver a repetirse.
En tercer lugar, su ejemplo, como víctimas inocentes, nos desafía con un mensaje claro y punzante: el mal nunca se vence con el mal, sino con el bien.
Y como la violencia genera más violencia, sólo el amor y el perdón son creativos y capaces de renovar a personas y sociedades. Aunque dicho amor, como en este caso, cueste la vida misma.