SAO PAULO, viernes, 13 junio 2008 (ZENIT.org).- La solidaridad y el Evangelio son fuentes de desarrollo y por ello la globalización debe incluirlos para que los pueblos alcancen su plenitud, afirmó el cardenal Renato Raffaele Martino este miércoles.
El purpurado, presidente del Consejo Ponitificio Justicia y Paz, intervino en el Centro Cultural «Fe y Cultura» de la Universidad Católica de Sao Paulo, Brasil, recordando que «iluminar la vida social de los hombres y de los pueblos con la luz del Evangelio, como factor determinante de su pleno y solidario desarrollo, es el fin de la Doctrina Social de la Iglesia, capaz de dar seguro fundamento a la solidaridad y a la esperanza de la que tiene extrema necesidad el mundo de hoy», explica un comunicado recibido por Zenit.
El cardenal Martino señaló tres niveles, o círculos concéntricos, en los que la globalización de la solidaridad es obligada y posible.
El primero se refiere a los países y la sociedad civil internacional, a cuyo propósito el purpurado denunció que «organizaciones no gubernamentales y asociaciones representativas de limitadas franjas de los países ricos pretenden imponer a los habitantes de los países pobres prácticas y estilos de vida propios de algunos sectores radicales de las sociedades avanzadas, sobre todo en el campo de la denominada salud reproductiva».
«La Santa Sede ha considerado siempre esto como formas modernas de colonialismo cultutal y eugenético inaceptables por los países pobres», declaró.
El segundo nivel de solidaridad se refiere a la actuación de los derechos humanos. En este contexto, recuerda el comunicado, existe una «preocupante pinza entre una serie de nuevos ‘derechos’ promovidos en las sociedades tecnológicamente avanzadas y derechos humanos elementales que todavía no son satisfechos en situaciones de subdesarrollo, como el derecho al alimento, al agua potable, a la casa, a la autodeterminación y a la independencia».
Un tercer nivel concierne por último a la relación entre las generaciones, en cuyo contexto se exige que en la planificación global se tenga en cuenta el criterio del universal destino de los bienes, que hace moralmente ilícito y económicamente contraproducente descargar los costes actuales sobre la futuras generaciones.
Tal criterio, subraya el purpurado, «se debe aplicar sobre todo -pero no sólo- en el campo de los recursos de la tierra y de la salvaguarda de la creación, un sector que se ha hecho especialmente delicado por la globalización, que se refiere ya a todo el planeta entendido como único ecosistema».
Afrontando el nexo entre Doctrina Social y esperanza, el cardenal Martino ha reivindicado el carácter público del cristianismo y su indispensabilidad para construir la sociedad según justicia y paz.
Recordando la encíclica Spe salvi de Benedicto XVI, el purpurado subrayó que si se elimina la esperanza cristiana del espacio público, se elimina a Dios del mundo, y «un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza».
Por Nieves San Martín