Beatificado en Beirut el padre capuchino libanés Abuna Yaaqub

Testigo del amor y la acogida cristianos en el mundo árabe

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 23 junio 2008 (ZENIT.org).- El pasado domingo por la mañana, fue proclamado beato en Beirut, el Líbano, el padre capuchino libanés Abuna Yaaqub Jacques Ghazir Haddad (en el siglo Khalil), fundador de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Cruz del Líbano, muerto en 1954 a los 79 años.

En nombre del Papa, presidió la celebración, en la Plaza de los Mártires de la capital libanesa, el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Al final de la oración dominical del Angelus, Benedicto XVI dirigió un pensamiento al nuevo beato, deseando «con todo el corazón que la intercesión del beato Abuna Yaaqub, unida a la de los santos libaneses, obtenga a aquél amado y martirizado país, que ha sufrido demasiado, progresar finalmente hacia una paz estable».

Abuna Yaaqub  El-Haddad, tercero de cinco hermanos, nació en Líbano el 1 de febrero de 1875. En 1892, mientras estaba en Egipto, donde trabajaba como profesor, sintió la vocación sacerdotal. Decidió entrar en el convento capuchino de Khashbau al año siguiente.Yaaqub hizo los votos perpetuos en 1898 y llegó a ser sacerdote en 1901.

Fué asignado al monasterio de Bab Idriss en Beirut. Desde allí, trabajó con dedicación para construir escuelas elementales para los niños de zonas rurales. Además, dió vida a la tercera orden para hombres y mujeres.

En las huellas de san Francisco de Asís, el beato libanés fue un incansable apóstol de la caridad, plasmada en su solicitud por las necesidades físicas y morales del prójimo.

Inmediatamente después de la guerra mundial, el padre Yaaqub adquirió la colina de Jall-Eddib, donde quería construir una iglesia y erigir una cruz, y que se convirtió enseguida en lugar de acogida de sacerdotes enfermos y de otros pobres que pedían asistencia

Para dar continuidad a su trabajo, en este lugar, fundó en 1930 la congregación de religiosas de las Hermanas Franciscanas de la Cruz del Líbano, que desde entonces se dedican al cuidado de minusválidos físicos y mentales, de personas ancianas e incurables, abandonadas por sus familiares y por los hospitales, y a la educación de los huérfanos.

El postulador de la causa de beatificación, el padre Florio Tessari, en una entrevista a la Radio Vaticana, habló de su incansable obra de predicación en Líbano, Palestina, Irán y Siria.

«Sus 24 volúmenes manuscritos de discursos en árabe -añadió- atestiguan el empeño de su vida en la evangelización. Luego, su actividad social. Fundó escuelas, hospitales, orfanatos».

«Ha sido definido como ‘otro san Vicente de Paúl’ así como ‘el Don Bosco’ y ‘el san José Cottolengo del Líbano’ por sus obras de beneficencia que brotaban de su cristocentrismo franciscano».

«Su inmensa caridad, expresada en múltiples iniciativas, nacía de la vital incorporación al Cristo sufriente en sí y en sus miembros, cuya Cruz tan amada fue la teología y la praxis de su larga vida sacerdotal», subrayó.

«No hay cielo sin cruz -escribía el padre Yaaqub–. Quien quiere el cielo sin sufrimiento, es como quien quiere comprar mercancías sin pagar».

Murió el 26 de junio de 1954, abrazando una cruz.

Traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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