Benedicto XVI: Un equilibrio, lleno de amor, para tratar a niños gravemente enfermos

Discurso a una conferencia internacional convocada por el Consejo para la Pastoral de la Salud

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 18 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha pedido que se logre un justo equilibrio «entre insistir y desistir» en las terapias administradas a los niños gravemente enfermos. En todo caso, ha exigido que no se haga con ellos experimentos y que se les trate siempre con todo amor.

Fue la consigna que dejó este sábado al recibir en audiencia a los participantes en la conferencia internacional organizada por el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud sobre «La solicitud pastoral en el cuidado de los niños enfermos», que se celebró en el Vaticano del 13 al 15 de noviembre.

«La investigación médica se encuentra a veces ante opciones difíciles cuando se trata, por ejemplo, de lograr un justo equilibrio entre insistir y desistir en la terapia para asegurar los tratamientos adecuados a las necesidades reales de los pequeños pacientes, sin caer en la tentación de hacer experimentos con ellos», constató el Papa.

«No es superfluo recordar que la razón de cada intervención médica debe ser la consecución del verdadero bien para el niño, considerando su dignidad como sujeto humano con plenos derechos», aseguró, en respuesta a las palabras que le dirigió en nombre de los presentes el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.

«Por lo tanto –añadió–, hay que cuidarlo siempre con amor para ayudarlo a afrontar el sufrimiento y la enfermedad, incluso antes del nacimiento, en la medida adecuada a su situación».

El pontífice reconoce que es necesario tener en cuenta «el impacto emocional, debido a la enfermedad y a los tratamientos a los que el niño es sometido, que a menudo son particularmente invasivos, es importante asegurar una comunicación constante con la familia».

«Si los agentes sanitarios, médicos y enfermeros, sienten el peso del sufrimiento de los pequeños pacientes, ¡es posible imaginar cuán grande es el dolor experimentado por los padres!», exclamó el obispo de Roma.

Por este motivo, reconoció que «no hay que separar nunca el aspecto sanitario y el humano».

«Toda institución asistencia y sanitaria, sobre todo si está animada por un genuino espíritu cristiano, tiene el deber de ofrecer lo máximo de su competencia y humanidad», indicó.

«El enfermo, de manera especial el niño, comprende particularmente el lenguaje de la ternura y del amor, expresado a través de un servicio lleno de atenciones, paciente y generoso, alentado en los creyentes por el deseo de manifestar la misma predilección que sentía Jesús por los pequeños», concluyó.

Puede leerse el discurso completo en la sección de Documentos de la página web de www.zenit.org (Cf. Benedicto XVI: La solicitud en el cuidado de los niños enfermos).

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ZENIT Staff

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