Los frutos de la visita al Papa de los obispos venezolanos (II)

Entrevista con Monseñor Ubaldo Santana, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 21 de junio de 2009 (ZENIT.org).- Los obispos de la Conferencia Episcopal Venezolana regresan a sus tierras tras dos semanas de intenso trabajo durante la visita ad limina apostolorum (al Papa y a sus colaboradores de la Curia Romana), en la que Benedicto XVI les ha ilustrado los desafíos que tienen que afrontar.

ZENIT ha conversado con el presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana y arzobispo de Maracaibo, monseñor Ubaldo Santana Sequera FMI, sobre los frutos de esta visita y los frutos del Concilio Plenario, que se realizó en su país.

La primera parte de esta entrevista fue publicada por ZENIT el viernes, 19 de junio de 2009.

–Comencemos hablando de la audiencia que tuvieron la semana pasada con Su Santidad Benedicto XVI. ¿Qué frutos positivos cree que puede traer este encuentro para el episcopado Venezolano?

–Monseñor Ubaldo Santana: La audiencia del 8 de junio fue el hito más importante de nuestra visita ad limina. En la salutación que yo le dirigí al Santo Padre le decía que era un encuentro esperado y anhelado. Estábamos muy conscientes de la necesidad de vernos confirmados en la fe, de vernos alentados por el padre y hermano mayor y de alimentarnos por la esperanza que infunde pertenecer a una Iglesia universal, que ha pasado por momentos de la historia peores que éstos y que ha salido siempre muy fortalecida.

El Santo Padre en primer lugar nos recibió con muchísimo cariño. Su presencia, su atención y el cuidado con el que siguió el mensaje demostraban que él deseaba estar también con nosotros y darnos todo su apoyo.

Su mensaje se centró en lo esencial de la misión de cada obispo y lo que debería ser la misión de todas las iglesias locales que peregrinan en Venezuela. Nos recordó que deberíamos ser los maestros y propagadores de la fe en medio de la realidad que nos encontrábamos. No abundó en palabras para describirla porque él sabe cuál es. Sabe que nosotros también la conocemos. Nos reenvió, de algún modo, a esa realidad y nos manifestó que teníamos que estar ahí y nos dijo que tenemos que ser un germen de esperanza. Nos pidió que trabajáramos con nuestros sacerdotes, que los cuidáramos y que le diéramos un lugar al crecimiento en la fe también con los laicos.

Nos dijo que les hiciéramos tomar conciencia que a ellos corresponde ser luz, sal y fermento para que vaya surgiendo una nueva sociedad y se implante el reino de Dios conforme a los designios del Padre. Nos dijo que estaba muy consciente de dónde estábamos y tenía plena confianza de que los pastores están respondiendo a este desafió que tenemos por delante. Un encuentro esperanzador, que nos unificó más, nos confirmó en lo que venimos haciendo y, al mismo tiempo, nos desafió. Sabíamos que no veníamos sólo a recibir una bendición. Queríamos escuchar los retos que teníamos adelante.

–¿Qué frutos cree que puede traer esta visita para la Iglesia en Venezuela?

–Monseñor Ubaldo Santana: Regresamos confirmados en la fe a un ambiente tan confrontacional como el de Venezuela. Tenemos más serenidad, porque aquí hemos tenido tiempo para la oración, hemos celebrado varias eucaristías todos juntos y tenemos una nueva mirada. En cada encuentro en la Santa Sede hemos escogido un portavoz diferente: un obispo que perteneciera a una comisión episcopal, la más cercana posible al dicasterio vaticano que visitábamos. Eso nos ha permitido hacernos un panorama de la Iglesia, pero no desde la perspectiva del presidente de la Conferencia Episcopal sino desde el conjunto colegial del episcopado venezolano. Lo que nosotros sentíamos es que estamos muy cerca los unos de los otros. No hay duda que necesitamos identificarnos y apoyarnos más, pero nos hemos dado cuenta de que hemos avanzado bastante en eso.

Tenemos al regreso muchos elementos para fortalecer nuestra Conferencia Episcopal y para hacer crecer este organismo colegial, que es tan importante para el servicio de nuestras iglesias. Cada uno de nosotros lleva un gran tesoro a cada una de sus iglesias. Esto ha sido como un tesoro compartido aquí, y estoy seguro de que respetando particularidades y resonancias va a haber una concordancia en los corazones. Esto significa poner todos nuestros corazones juntos. Como dice en el prefacio de la misa «en alto nuestros corazones»; «los tenemos levantados hacia el Señor». Aquí nos hemos encontrado y hemos mirado más hacia Pedro y hacia Cristo.

–A casi una década de haber dado inicio al Concilio Plenario en Venezuela ¿cuáles cree que son los frutos que ha dado este evento para la Iglesia en su país?

–Monseñor Ubaldo Santana: Fue un nuevo pentecostés para Venezuela. Este Concilio nos dio por primera vez la oportunidad a los venezolanos de sentarnos juntos. Nosotros no lo habíamos hecho de esa manera. Estuvimos durante seis años sentándonos juntos los representantes de todas las circunscripciones eclesiásticas una vez al año y hasta dos veces, obispos sacerdotes religiosos y laicos. Formamos una gran comunidad de fe, que proclamaba la Palabra, la celebraba y la compartía. Pudimos vivir en Venezuela lo que era la primera comunidad de Jerusalén, descrita en los Hechos de los Apóstoles. Con todas sus dificultades, pero hemos sentido que aquello no era una descripción teórica y que era posible vivirla. Compartir la enseñanza de los apóstoles, compartir el pan juntos, vivir en fraternidad e intercambiar nuestros sueños y nuestra fe. Eso fue el concilio Plenario.

–¿Cómo han servido las conclusiones para el trabajo pastoral que se desempeña en su país?

–Monseñor Ubaldo Santana: Como resultado hemos redactado 16 documentos que abordan todos los grandes retos de la Iglesia en Venezuela: entre ellos una proclamación profética del Evangelio de Jesús; una proclamación más incisiva; una entrega más audaz total de la Palabra de Dios al pueblo; un despertar misionero, de todos los niveles y sujetos de la Iglesia, la familia.

El trabajo con la familia es prácticamente catecumental, aceptando acompañar las realidades, las expresiones de la familia tal como son y llevarlas progresivamente hasta lo que podría ser la mejor expresión de la familia. Hay documentos que nos han servido de visión.

Hemos descrito una iglesia de comunión y solidaridad, capaz de estar presentes en todos los niveles donde se dan las relaciones humanas, desde la familia, las comunidades, realidades zonales, parroquiales. Hemos pensado en encuentros nacionales para recuperar esa belleza de habernos sentado todos juntos e intercambiar sobre cómo estamos viviendo el Concilio.

Algunos nos han servido como visión. Hemos visto, soñado y descrito una iglesia de comunión y solidaridad, capaz de estar presente en todos los niveles. Hemos pensado en encuentros nacionales donde queremos recuperar la belleza de habernos sentado todos juntos e intercambiar sobre cómo estamos viviendo el Concilio. Hemos visto que la Iglesia tiene necesidad de tomar conciencia de quién es.

Luego vinieron todos los documentos que embarcaron compromisos en materia muy determinada: sobre educación, sobre los jóvenes, los ministerios ordenados de obispos, sacerdotes diáconos, sobre nuestros seminarios, sobre los laicos, la vida consagrada, la catequesis, los medios de comunicación social, la Iglesia y su relación con las otras confesiones cristianas, la relación de la Iglesia con la cultura.

Lo que se ha constituido para nosotros en un inmenso trabajo para los próximos veinte años. Ahora buscamos que se creen los organismos para la formación de los laicos. Nos hemos servido también de Aparecida, pues sólo los discípulos y misioneros de Cristo maduran en su fe y pueden ser sus transmisores. Nuestro catolicismo corre el riesgo de quedarse fuera de la historia y de las exigenc
ias de los tiempos.

–Pasemos ahora a hablar de la arquidiócesis de Maracaibo. ¿Cómo es la situación de esta Iglesia particular?

–Monseñor Ubaldo Santana: Es un pueblo profundamente religioso. La arquidiócesis abarca varias ciudades y zonas rurales y semi rurales. Todo ese pueblo es religioso. Para ellos es importante Dios y la fe. Tiene un amor enorme a la Virgen María. Se aplica muy bien en Maracaibo aquel lema que decía San Luis Grignon de Monfort: «ir a Jesús por el camino de María». Es un pueblo que está muy dispuesto a buscar a Dios, a dejarse evangelizar y a tomar en serio la fe.

Tiene fuertes tradiciones folclóricas y vinculadas a la fe religiosa. Es una característica de los pueblos occidentales en Venezuela. Muchas de sus tradiciones folclóricas están vinculadas a san Benito de Palermo, santa Lucia de Sicilia, san Sebastián, el mártir de los primeros siglos. Es un pueblo que ama esas tradiciones y las cultiva mucho. Está siempre dispuesto a organizarse para que ninguna de esas tradiciones decaiga. Es un pueblo muy festivo y alegre. Siente la necesidad de caminar a través de la vida con sus temas y dificultades, muy unidos a estos valores compartiéndolos entre ellos y con sus pastores.

Me siento muy feliz de ser su pastor. No me siento digno ni me siento el mejor pastor, pero quiero serlo, porque allá en Maracaibo tienen un gusto por las cosas bien hechas. Creo que esto es en el fondo un reclamo a la santidad, bajo la búsqueda de la excelencia. Nosotros, como buenos catequistas, debemos enderezar esas intenciones y entender que la mejor de las excelencias es ser santos.

–Y fue este pueblo de Maracaibo el escogido el año pasado en Quito para ser sede del Congreso Americano Misionero en el año 2012 ¿Cómo se están preparando para este evento?

–Monseñor Ubaldo Santana: Con mucha esperanza. Este congreso junto con la misión continental, junto con Aparecida y con el Concilio Plenario, se nos transforman en un inmenso don que Dios nos quiere hacer para crecer en la vocación misionera de nuestras iglesias. Por eso, en Maracaibo, llevando a cabo un proyecto pastoral que recoge y sintetiza esas vocaciones y llamados del Señor. Queremos estar listos para recibir a América, para ayudar a que todos vivamos un gran sacudón del Espíritu Santo y podamos renovar con mayor conciencia y alegría nuestra vocación misionera. Esperemos estar maduros para salir fuera de nuestras frontera y enviar misioneros laicos a otras partes del mundo que están esperando el anuncio de Cristo.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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