CIUDAD DEL VATICANO, martes 2 de marzo de 2010, (ZENIT.org).- El sacerdocio es un don de Dios y, por tanto, no puede exigirse como un derecho, aclara el secretario de la Congregación para el Clero.

En el corazón del año sacerdotal, el arzobispo Mauro Piacenza ha enviado a los sacerdotes del mundo un mensaje para reflexionar sobre la oración consagratoria que el obispo pronunció sobre ellos un día durante la ordenación sacerdotal.

Guiado por esa oración, monseñor Piacenza muestra cómo "el sacerdocio es esencialmente un don" de Dios, aclara, y por tanto posee "una dignidad que todos, fieles laicos y clero, deben reconocer".

"Se trata de una dignidad que no proviene de los hombres, sino que es puro don de la gracia, al cual uno ha sido llamado y que nadie puede exigir como un derecho", aclara el prelado.

"La dignidad del presbiterado, donada por el Padre Todopoderoso, debe aparecer en la vida de los sacerdotes, en su santidad, en su humanidad dispuesta a acoger, en su humildad y caridad pastoral, en la luminosidad a la fidelidad al Evangelio y a la doctrina de la Iglesia, en la sobriedad y solemnidad de las celebraciones de los divinos misterios, en el hábito eclesiástico".

"En el Sacerdote todo debe recordar --a él mismo y al mundo-- que ha sido objeto de un don sin merecerlo y que no se puede merecer, que lo convierte en presencia eficaz del Absoluto en el mundo para la salvación de los hombres".

"El sacerdote, revestido del Espíritu del Padre todopoderoso, ha sido llamado a 'guiar', con la enseñanza y la celebración de los sacramentos y, sobre todo, con la propia vida, el camino de santificación del pueblo que le ha sido encomendado, con la certeza que es éste el único fin por el cual el mismo presbiterado existe, el Paraíso".

El mensaje de monseñor Piacenza puede leerse en http://www.annussacerdotalis.org