CIUDAD DEL VATICANO, martes 2 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Favorecer “una mayor participación en la vida y en la riqueza de la Iglesia” por parte de los gitanos y viceversa, “hacerla más presente en medio de ellos”.

Éste es el objetivo del Encuentro de directores nacionales de pastoral de los gitanos en Europa, que se celebra en el Vaticano desde este martes hasta el jueves 4 de marzo.

El evento está organizado por el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Migrantes y los Itinerantes.

El presidente del dicasterio, monseñor Antonio Maria Vegliò, lo inaugura con una intervención sobre el tema “Preocupación de la Iglesia por los gitanos: situación y perspectivas”.

Nueva eclesiología

El prelado destaca que una “renovada eclesiología” nació del Concilio Vaticano II.

En este sentido, recuerda tres acontecimientos, empezando por la “histórica visita” del papa Pablo VI al campamento de gitanos de la ciudad romana de Pomezia el 26 de septiembre de 1965, con motivo de su peregrinación internacional.

Esa visita, explica monseñor Vegliò, mostró a los gitanos “la preocupación de la Iglesia, en cuyo seno no debe haber desigualdades por motivo de raza, nación o condición social”.

Esta “obra de amor” fue retomada por el papa Juan Pablo II, que el 12 de marzo de 2000, “con un gesto histórico de reparación, un acto intensamente evangélico de valentía y de humildad, pidió solemnemente perdón por las culpas cometidas por hijos de la Iglesia en el pasado; culpas que continúan, por desgracia, proyectando su sombra también en el presente”.

Tres años antes, por otra parte, el 7 de mayo de 1997, el papa Wojtyla había elevado a la gloria de los altares a un mártir gitano, el español Ceferino Giménez Malla, "reconociendo así a su etnia la posibilidad de la santidad”.

Examen de conciencia

La herencia del Concilio y del magisterio pontificio, explica monseñor Vegliò, pide “un examen de conciencia sobre nuestra fidelidad a la vocación y a la misión en la Iglesia, que es de todos, y especialmente de los pobres”.

Esto, señala, “nos obliga a verificar nuestra capacidad de ser acogedores, personas que escuchan, servidores con el deber de condenar toda forma de discriminación y de intolerancia, de violación de los derechos y de desprecio de la dignidad humana”.

Hoy, reconoce el presidente del dicasterio vaticano, “los gitanos ya no están solos como en el pasado”.

“Numerosas organizaciones internacionales y nacionales, gitanas o no, trabajan por su promoción humana, social, cultural y religiosa”, explica.

Y continúa: “El Consejo de Europa, la Unión Europea y el Parlamento Europeo adoptan numerosas resoluciones y recomendaciones para proteger sus derechos fundamentales, y llevan a cabo varios programas que ofrecen a los jóvenes Rom, Sinti y nómadas, múltiples oportunidades de formación profesional y de desarrollo integral”.

Además, se multiplican las propuestas de colaboración cultural internacional y aumentan las “iniciativas para la inclusión social”.

Muchísimos gitanos, sin embargo, “están, por desgracia, todavía excluidos de esos beneficios”, denuncia.

“Muchos son obligados a vivir en condiciones de pobreza y otros encuentran dificultades para llegar al corazón de la Iglesia a causa de prejuicios y estereotipos, tan arraigados en la sociedad que no permiten el desarrollo y madurez de actitudes de apertura, acogida, solidaridad y respeto”.

“Además, fenómenos de racismo, xenofobia y odio a los gitanos demasiado a menudo obstaculizan una pacífica, humana y democrática convivencia”, constata.

Al mismo tiempo, reconoce, no se puede olvidar “la responsabilidad y las actitudes negativas de los mismos gitanos al enfrentarse a los ambientes en los que viven”.

Por eso, “es necesario recordar” que también ellos “deben asumir los deberes propios de todos los ciudadanos del país donde permanecen”.

Cultura y comunión

“Para allanar el camino que lleva a una verdadera cultura y una deseada espiritualidad de comunión”, observa monseñor Vegliò, hay que dejarse guiar por un “amor rico en inteligencia y por una inteligencia llena de amor”, como escribe el Papa Benedicto XVI en la encíclica “Caritas in veritate” (n. 30).

“La reconciliación, la búsqueda de comprensión en las situaciones concretas de la vida, el esfuerzo común para respetar y observar las reglas y normas de coordinación y de integración cerradas y reafirmadas en los consensos internacionales, son principios válidos en las relaciones Iglesia-gitanos y gitanos-Sociedad civil en la Europa de hoy, en fase de transformación y crecimiento”.

Sólo así, de hecho, se podrán abrir “vías de esperanza, en la perspectiva de la materialización de los intereses y de la movilización de los organismos internacionales y nacionales en favor de los gitanos en las nuevas estrategias europeas en los procesos de cambio”.

El prelado espera también que las transformaciones en curso “contribuyan a detener los fenómenos y actos de racismo, contrarios a los gitanos y de discriminación, y creen una nueva “conciencia europea” que consienta a Rom, a Sinti y a otros grupos nómadas, reafirmarse en su propia identidad y diversidad cultural, en la perspectiva de una inserción civil en los respectivos países”.

El prelado concluye su intervención destacando la necesidad de “llevar a nuestros hermanos y hermanas gitanos este mensaje: también nosotros, hoy, como una vez Pablo VI, pedimos desde el punto de vista pastoral que acepten la materna amistad de la Iglesia”.

Actualmente hay unos 36 millones de gitanos en el mundo, la mitad de los cuales vive en India. En Europa hay entre 9 y 12 millones, dispersos sobre todo en el Este europeo. En Italia, representan el 0,16% de la población nacional.


[Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Patricia Navas]