BURGOS, sábado, 1 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, con motivo del 1 de mayo.
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El 1 de mayo va asociado al mundo del trabajo manual, intelectual y artístico. Sin embargo, la actual situación de crisis nos remite necesariamente al paro que afecta a tantas personas, de modo particular a los jóvenes. ¿Quien no conoce personas y familias que están pasando verdaderos apuros económicos y quizás, como consecuencia de ellos, el aumento de tensiones, conflictos y hasta separaciones? Como es lógico, nadie puede sentirse indiferente sino que todos hemos de ser sensibles a esta realidad, acompañar a las víctimas y dirigirles un mensaje de solidaridad y esperanza.
Los obispos de España, en la Asamblea Plenaria que termino el pasado viernes, hemos estudiado un documento de notable amplitud e importancia que se hará público en su momento y en el que se aborda el problema con profundidad y amplios horizontes, huyendo de todo reduccionismo simplista o parcial. Dicho documento me dará la oportunidad de reflexionarlo y darlo a conocer con la seriedad que merece. Mientras tanto, quiero invitaros a todos a reflexionar sobre algunas ideas que me parecen de especial importancia.
La más importante es esta: la crisis económica no es de carácter financiero sino moral. Si hemos llegado a esta situación es debido a que hemos organizado la sociedad de un modo incorrecto. Consiguientemente, la crisis no será superada solo o principalmente porque cambiemos la economía sino porque se produzca otro cambio mucho mas profundo: el cambio de mentalidad y hábitos de comportamiento de las personas que integramos la sociedad. En efecto, hemos sido las personas, no la fatalidad o las fuerzas ciegas, ni siquiera algunos agentes sociales especialmente corrompidos, quienes hemos dado origen a esta crisis mundial. De ahí que su superación llegara cuando las personas cambiemos de modo real y profundo. En caso contrario, quizás superemos la crisis actual, pero no habremos quitado las causas que la generan y, por ello, volverá a aparecer en el futuro, incluso de forma más aguda.
La segunda idea que me parece fundamental se puede formular así: la crisis que padecemos no es sectorial o nacional sino global. De tal modo que ningún Estado particular y, menos todavía, ninguna estructura social inferior es capaz por sí solo de resolverla. Se necesita el concurso de todos los Estados y, dentro de ellos, de todos los estamentos sociales: políticos, financieros, intelectuales, medios de comunicación social, empresarios, trabajadores de todo el espectro laboral. Nadie puede quedar excluido porque todos somos necesarios y todos estamos concernidos.
La tercera idea fundamental me parece que es ésta: el hombre es el centro de la creación, porque el Creador, además de hacerle a imagen y semejanza suya y dotarle de una dimensión trascendente, ha puesto a su servicio todos los bienes de disfrute y de producción. Al decir ‘hombre’ me refiero a todos los hombres y mujeres que viven actualmente en la tierra y a los que vendrán después de nosotros, porque Dios también ha creado los bienes para ellos. De ahí que cualquier modo de entender la política y la economía fuera de una perspectiva en la que priman las personas, el bien que las comunica y la justicia que determinan sus deberes y derechos, se convierten en realidades incapaces de afrontar y resolver el desarrollo humano integral.
Deseo expresar desde aquí mi cercanía hacia las familias y personas que se sienten afectadas por situaciones laborales de paro y precariedad. ¡Ojala me fuera posible remediar sus problemas o paliarlos de modo eficaz! Sabed que, al menos, sufro con vosotros y deseo de todo corazón que entre todos seamos capaces de resolver la dolorosa situación que nos aqueja. A lo largo de este mes de mayo que vamos a comenzar, se lo pediré a la Santísima Virgen y le rogare que nos ayude. Hacedlo también vosotros, implorándola como Madre y consuelo de los afligidos.