KÖNIGSTEIN, domingo, 16 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Cambian los tiempos, pero no las variadas y esenciales tareas de los sacerdotes misioneros, afirma el padre Andrej Halemba.
Este sacerdote polaco, que ha trabajado durante 12 años como misionero en África y que actualmente es director del departamento para África de Ayuda a la Iglesia Necesitada, reconoce que en ese continente se espera que un misionero no sólo dispense los sacramentos, sino que también sea administrador, arquitecto, constructor, maestro… y traductor. Y no es fácil, «se lo aseguro», añade.
–Padre, usted fue sacerdote misionero en África durante 12 años, ¿dónde estuvo?
–Padre Halemba: Todo lo que tengo que decir es que aquellos fueron unos años muy felices, aunque muy difíciles. Pase 12 años en la parte norte de Zambia cerca de la frontera con Tanzania y el hermoso y profundo lago Tanganica.
–¿Siempre tuvo el deseo de ir a misiones incluso desde que era joven?
—Padre Halemba: Un hermoso día, un increíble día, nuestro Papa (Juan Pablo II) vino a Polonia y vino a mi ciudad de Cracovia, y estuve a cargo de una persona verdaderamente maravillosa, el cardenal Hyacinthe Thiandoum de Senegal.
Hablaba francés, así que tuve que encargarme de él. Lo admiraba mucho. Era una persona feliz, muy alegre y hacía preguntas muy sencillas, pero muy profundas, y eso tocó mi corazón. «¿Por qué hay tantos sacerdotes aquí y en mi diócesis tan pocos? Por favor, venga a Senegal. Hay un montón de sitio. El país le dará la bienvenida, todos le necesitan, y yo le necesito. Por favor, ¿puede usted venir?».
Así que cuando me ordené sacerdote pregunté a mi obispo: «¿podría enviarme a Senegal?» La respuesta fue: «sí, irás a África, pero no a Senegal, sino a Zambia». No era un país de habla francesa, sino inglesa, por lo que me enfrenté a nuevos desafíos.
–Un sacerdote polaco que no hablaba la lengua, ¿cómo le recibió la gente de Zambia?
—Padre Halemba: En primer lugar, tengo que decir que ya había allí misioneros polacos y eran muy queridos por la población local. El padre James Gazów llevaba allí ya tres años; aprendió la lengua local. Era un sacerdote sonriente y después de muchos años todavía se habla y canta sobre él: «nuestro sonriente padre James».
Así que ya conocían a los polacos y de hecho sabían muchos más de Polonia de lo que usted puede imaginarse. Durante la Segunda Guerra Mundial allí había una comunidad polaca y un campo para niños polacos; allí tenían una escuela primaria. Así que algunas personas me saludaron en polaco; recuerdo a un hombre anciano que recitaba el Padrenuestro en polaco. Así que estaban felices y decían: «¡bienvenido!. Aprenderás nuestra lengua local, no te preocupes, y también tienes dos manos para decir lo que quieras».
–¿Cómo era su vida diaria en Zambia?
–Padre Halemba: Dios mío; el día estaba lleno de actividades desde primeras horas de la mañana. Por supuesto, tienes la misa muy temprano antes de que saliera la gente a los campos. Querían asistir a misa a las seis y media en la misión principal. Luego teníamos un breve desayuno y luego trabajaba en la oficina, o en el jardín o en el pequeño dispensario. No teníamos hermanas. No teníamos hospitales. Sólo estábamos nosotros por lo que tenía que hacer de médico y tenía entre 60 y 70 pacientes cada día.
–¿Cuál era su mayor desafío?
—Padre Halemba: el mayor desafío diría que no era la lengua. Un sacerdote, por supuesto, como usted sabe, tiene que hablar. Le tiene que gustar hablar. Tiene que hablar porque en caso contrario no cumple su misión. Tiene que proclamar y hablar a la gente, estar con ellos y escucharlos.
Diría que comprender su mentalidad, profundizar en su conocimiento, porque cuando hablamos del Evangelio no estamos hablando de palabras; estamos hablando de algo muy profundo: emociones, sentimientos, creencias, y miedos. Estamos hablando de algo que toca el alma, y esto es lo más difícil. Al principio pensé que el desafío más difícil era la lengua; no lo es, ni tampoco la tradición porque puedes leer o preguntar a la gente: era la mentalidad. Cómo dirigirse y traer a su mundo la Buena Nueva, este es el desafío y qué medios tengo que utilizar para mostrarles la belleza y el poder del Evangelio; del mensaje de Dios. Para ayudarles a comprender y ser buenos cristianos de modo africano. Este es el mayor desafío que tenía siempre en mente.
–¿Cómo cambió su vida en Zambia?
–Padre Halemba: Diría que, durante esos 12 años y muchos años después -ya que luego he visitado Zambia con mucha frecuencia–, recibí más de lo que di. Aprendí mucho de ellos. Eran pobres, no educados pero su fe era sumamente fuete. No les enseñé a Dios porque conocían a Dios muy bien. Tienen un contacto diario con Dios.
Su fe es tan obvia como el aire, el agua, el alimento y la gente que les rodea; esa es su vida. Son muy religiosos y aprendí mucho de ellos. También aprendí la paciencia. Qué pacientes son con su sufrimiento. Son felices con lo que tienen. Son felices con la vida que les rodea. Son felices por haber recibido la vida por lo que las familias eran ricas con la vida, y eso para mí fue una lección hermosa.
–¿Cuál fue la experiencia más extraordinaria y más hermosa durante su época allí?
—Padre Halemba: La experiencia más hermosa: llevábamos dos años trabajando en la primera traducción de Nuevo Testamento a su lengua local. Tenía un equipo de siete personas, ancianos, que conocían la lengua muy bien. Eran catequistas, eran maestros, conocían la lengua de la Iglesia. Y había dos jóvenes, muy jóvenes porque intentábamos traducirlo para que llegara a todos.
–¿Qué lengua era?
–Padre Halemba: Mambwe, que es una lengua de las tribus bantúes de la franja entre Zambia y Zimbabue, así que más o menos, 500.000 personas hablan la lengua mambwe/lungu, por eso intentamos hacer la traducción.
La ocasión era maravillosa. Se cumplían cien años de catolicismo en Zambia, y el obispo me nombró para que estuviera a cargo del apostolado bíblico de la diócesis, por lo que dije: «tengo que hacer algo porque los primeros misioneros vinieron a nuestra misión y el mejor regalo sería la traducción del Nuevo Testamento, en la que habíamos estado trabajando dos años. Nunca vi a los africanos trabajar tan duro y con tanta dedicación con tan poco dinero como pude darles. Se dedicaron al trabajo.
Uno de ellos venía a la misión cada día en una bicicleta desde 11 kilómetros y nunca se retrasaba. Esto no es muy común si se conoce algo de África; no es muy común. Otro caminaba cinco kilómetros desde su casa a la misión y volvía a casa y nunca llegaba tarde. Trabajábamos muy duro como equipo y estaban muy felices por ello. Decían: este es nuestro trabajo y lo hacemos por nuestros hijos, por el futuro, por nuestra gente y por la Iglesia católica.
–Y si he entendido, ¿el Evangelio está ahora traducido?
Padre Halemba: Se ha traducido el Nuevo Testamento. Ahora prepararemos un diccionario, sus cuentos populares, sus tradiciones, proverbios, etc.
–Usted habla el dialecto local. ¿Puede decirnos algo, por ejemplo unas pocas palabras del Padrenuestro en el dialecto local sólo para que podamos sentir esta lengua?
—Padre Halemba: Tata witu, uno uli mille, zina liako liswepe. Ufuma wake wize. Lukasi luako liikitike, vino mwiulu, ivyo kwene mu nsi. Tupere lelo kiakulya kia lelo. Tuyelle mpa zitu, vino naswe tukaylela yano tway apera tnpa. Utatupisya kulu ntnnkosi; lelo tuipule mules wipa. Pano ufumu, na maka un ukuru yakwako, milele liata milele.
Este es el Padrenuestro y me encanta. Esta oración en esta lengua es algo sumamente hermoso. Es una especie de melodía
. Tengo que decir que es una lengua semi tonal por lo que suena muy bien, pero no es tan fácil de aprender, se lo aseguro.
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Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network (CRTN) en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Más información en www.ain-es.org, www.aischile.cl