Historias y anécdotas de Lolo contadas por su hermana

Lucy Lozano Garrido cuidó al nuevo beato durante su parálisis y enfermedad

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LINARES, viernes 18 de junio de 2010 (ZENIT.org) Para Lucy Lozano Garrido, hermana de Lolo ver a su hermano llegar a los altares en la ceremonia de beatificación que se realizó en Linares – España el pasado sábado es “el regalo más grande que Dios me ha hecho”. Así lo dijo en una entrevista que puede escucharse en el sitio oficial de su beatificación http://www.beatificaciondelolo.es/.

Lucy, cuatro años más joven que Lolo, tiene 86 años. Cuidó de él durante su invalidez que comenzó a los 22 años y terminó con su muerte, a los 51 años.

Lolo, (1920 – 1971) es el primer periodista en llegar a los altares. Escribió para varios medios de comunicación en España y ganó algunos premios destacados de periodismo. Murió en 1971 tras una prolongada y progresiva parálisis en su cuerpo.

Esta mujer reconoce que fueron muchos los momentos difíciles que tuvo que pasar durante los años en que cuidó de Lolo, pero, a pesar de ello él “nunca se quejaba”.

“Me acuerdo que un día estaba en un rinconcillo del comedor a la hora de la comida y él comía”, confiesa Lucy. “Se iba corriendo a coger el tenedor y la cuchara hasta que un día ya no pudo más”, recuerda. “Tú lo notabas porque lo veías pero él no te decía”.

Infancia y juventud

Lolo de pequeño era malo, travieso”, dice entre risas su hermana. “Mi madre, al único que le dio un zapatazo con la zapatilla fue a él”, recuerda Lucy.

Su hermana enumeró así algunas travesuras de Lolo: “Se subía por los tejados para ir a la Acción Católica porque le venía así más cerca y no quería dar la vuelta”.

La mamá de los hermanos Lozano Garrido repetía constantemente “A Lolo, que ya tiene encima los exámenes, hay que decirle que estudie y que no lea tanto el periódico”. Así, desde muy joven se pudo evidenciar la vena periodística del hoy beato Lolo.

En su familia fueron siete hijos “sus hermanos y yo le decíamos ‘orejón’”, cuenta la anciana.

Comunicador de la Buena Nueva

A pesar de su invalidez, Lolo ejerció por muchos años el periodismo escribiendo artículos, libros, cuentos y reflexiones. “Cuando ya perdió la vista se conflictuó un poco y una monja y le dijo: – Lolo, tenemos un magnetófono que te servirá -. Se lo llevaron y tenía un interruptor. Él se lo ponía en las piernas, iba pensando y dictando”, cuenta Lucy.

“Le sirvió mucho, le costó al principio pero luego se adaptó muy bien”, dice su hermana. “Se pasaba a veces la tarde entera grabando”. Así, Lolo dictaba sus ideas al magnetófono y otros se encargaban de transcribirlas.

También recuerda Lucy las reuniones que a veces tenía su hermano con sus colegas: “Se juntaban un montón de amigos y literatos”.

Piedad filial y viaje a Lourdes

El padre de Lolo murió cuando sus hijos estaban muy chicos. Años después murió la madre. Lolo tenía 14 años y Lucy 10 cuando quedaron totalmente huérfanos. Su hermana asegura esta pérdida hizo que ambos aumentaran su devoción por la Virgen María. “La fe era el centro de toda su vida”, asegura Lucy. “Tenía locura por la Virgen y la eucaristía”.

“La última vez que pudo visitar a la Virgen fue cuando viajó a Madrid al servicio militar” dijo Lucy. “Yo me acuerdo cuando un día le dije – ¿que es lo primero que harías tú en caso de que te pusieras bien – y me dijo – subiría a ver a Virgen – ”.

Igualmente Lucy contó la peregrinación que ambos hicieron a Lourdes en 1958. “Me acuerdo de subirnos en la estación de Atocha”, dijo. “Cuando llegamos a Lourdes eran las 8 de la tarde con la procesión de la antorcha, aquello era muy emocionante”.

Al principio Lolo no quería ir a la piscina de Lourdes “porque tenía miedo que le hicieran daño”, cuenta Lucy. Finalmente, el paciente aceptó. “A Lolo lo tomaron con su silla de ruedas, yo me quedé en el escalón llorando, al minuto lo veo que sale, parecía un pollo (…) tomaron una esponja t se la regaron”, comenta su hermana.

“Él allí le ofreció a la Virgen su inmensa, fecunda y bendita alegría”, dice Lucy. Ella le propuso comprarle una vela para ponerla ante la imagen de Nuestra Señora de Lourdes, a lo que Lolo respondió: “cómprale la más grande que haya para que arda nuestra fe mucho”, cuenta Lucy.

Por la mente de esta anciana mujer pasan miles de recuerdos, especialmente en estos días en los que se sigue festejando la beatificación de Lolo. Y Lucy concluye diciendo que lo que más le gusta de de su hermano “es que lo llamen el santo de la alegría”, por la manera como supo llevar su enfermedad e invitar a otras personas en su misma condición a ofrecer por diferentes intenciones cada momento de dolor.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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