Representante vaticano en Cuba: Laicidad no debe violar la libertad religiosa

Intervención del “ministro” de Exteriores de la Santa Sede

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LA HABANA, viernes, 18 de junio de 2010 (ZENIT.org).- La laicidad, principio que ha surgido del cristianismo, no puede violar la libertad religiosa, ha explicado el secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede en Cuba.

Fue uno de los mensajes centrales que dejó el arzobispo Dominique Mamberti en la conferencia de apertura de la X Semana social de la Iglesia cubana sobre «La laicidad del Estado: algunas consideraciones», que pronunció en el aula magna del Colegio Universitario San Gerónimo el 16 de junio.

Ante todo, el representante papal, nacido hace 58 años en Marruecos pero de nacionalidad francesa, comenzó constatando una paradoja: «el término ‘laicidad’ tanto en el pasado como en el presente se refiere ante todo a la realidad del Estado y asume no pocas veces un matiz o acepción en contraposición a la Iglesia y al cristianismo», ahora bien, «no existiría si no fuera por el mismo cristianismo».

«En efecto –constató el «ministro» de Asuntos Exteriores del Papa–, sin el Evangelio de Cristo no habría entrado en la historia de la humanidad la distinción fundamental entre lo que el hombre debe a Dios y aquello que debe al César; es decir, a la sociedad civil (cfr. Lc. 20, 25)».

Ahora bien, según el prelado, la laicidad debe fundarse en los derechos humanos, y por tanto, en el derecho humano fundamental de la libertad religiosa, «que se funda en la inviolable dignidad de la persona».

Por eso, aclaró el encargado de la diplomacia vaticana, «la neutralidad, la laicidad o la separación no pueden ser los principios que definen en modo fundamental la posición del Estado frente a la religión»

Principios como el de la laicidad, «tienen una valencia práctica puramente negativa, de no interferencia… del Estado en las opciones religiosas de los ciudadanos; la libertad religiosa, en cambio, aunque se exprese como incompetencia del Estado en estas opciones, le exige -además- una actividad positiva a fin de defender, tutelar y promover con justicia los contenidos concretos, no de la religión sino de sus manifestaciones con relevancia social», aseguró

«La laicidad, la neutralidad o la separación son, entonces, por sí mismos insuficientes para definir de modo completo la actitud que el Estado debe tener en relación con el credo de sus ciudadanos».

Según Mamberti, la falta de una subordinación de la laicidad respecto al pleno respeto de la libertad religiosa «constituye para esta última una posible y también real amenaza».

En efecto, «cuando se pretende subordinar la libertad religiosa a cualquier otro principio, la laicidad tiende a transformarse en laicismo, la neutralidad en agnosticismo y la separación en hostilidad».

«En tal caso, paradójicamente el Estado pasa a ser un Estado confesional y no más auténticamente laico, porque haría de la laicidad su valor supremo, la ideología determinante; justamente una especie de religión, hasta con sus ritos y liturgias civiles», afirmó.

«Para un Estado el decirse laico no puede significar querer marginar o rechazar la dimensión religiosa o la presencia social de las confesiones religiosas», indicó.

» Al contrario, debería ser tarea del Estado reconocer el papel central de la libertad religiosa y promoverlo positivamente».

Por eso citó las palabras que Juan Pablo II pronunció en la Plaza José Martí de La Habana, el 25 de enero de 1998: «el Estado, lejos de todo fanatismo o secularismo extremo, debe promover un clima social sereno y una legislación adecuada, que permita a toda persona y a toda confesión religiosa vivir libremente su propia fe, expresarla en los ámbitos de la vida pública y poder contar con los medios y espacios suficientes para ofrecer a la vida de la Nación sus propias riquezas espirituales, morales y cívicas»

La propuesta de monseñor Mamberti puede resumirse en estas palabras: "se trata, entonces, de coordinar rectamente laicidad y libertad religiosa, tomando la primera como un medio importante pero no exhaustivo para respetar la segunda; la cual, a su vez, va asumida con todas sus dimensiones, sin reduccionismos que terminan traduciéndose en su negación».

El arzobispo transmitió al pueblo cubano «la cercanía paterna del Papa y la afectuosa bendición que Su Santidad Benedicto XVI me ha confiado para ustedes».

«Ustedes saben bien que pueden contar con la cercanía del Papa, y con la fraterna oración y colaboración de las otras Iglesias Particulares diseminadas por todo el mundo», dijo monseñor Mamberti citando palabras textuales del obispo de Roma.

Jesús Colina

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ZENIT Staff

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