CIUDAD DEL VATICANO, viernes 17 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El árbol de Navidad es un símbolo de la devoción popular que habla al mundo de esperanza y de paz.
Lo dijo este viernes Benedicto XVI al acoger a una delegación de unos 300 fieles procedentes de la diócesis de Bolzano-Bressanone, llegados al Vaticano para el regalo del árbol de Navidad colocado en la plaza de San Pedro e iluminado esta noche.
De unos 30 metros de alto y con un diámetro de siete, el abeto, de 80 años de edad, procede de un valle del Tirol del Sur -como ya sucedió en 2007-, en concreto del Común de Luson en el Valle Isarco.
Talado sin dañar el bosque en el que creció -localizado a casi 1.500 metros de altitud-, el árbol de Navidad, que pesa cinco toneladas, llegó al Vaticano el pasado 2 de diciembre y fue colocado en la plaza al día siguiente.
Junto al abeto principal, han sido donados también unos cuarenta árboles más pequeños, algunos de ellos decorados con estrellas de paja realizadas a mano por miembros del Movimiento Católico de Mujeres de Bressanone.
Esos árboles más pequeños adornarán los apartamentos pontificios, las residencias de los cardenales, las oficinas de la Curia y el Aula Pablo VI.
“Sé que este particular acontecimiento ha despertado interés y ha implicado a toda la población de la región”, dijo el Papa, dando las gracias a todos los presentes.
“El árbol de Navidad -explicó Benedicto XVI- enriquece el valor simbólico del belén, que es un mensaje de fraternidad y de amistad; una invitación a la unidad y a la paz; una invitación a dejar sitio, en nuestra vida y en la sociedad, a Dios, que nos ofrece su amor omnipotente a través de la frágil figura de un Niño, porque quiere que respondamos libremente a su amor con nuestro amor”.
“El belén y el árbol -continuó- traen por tanto un mensaje de esperanza y de amor, y ayudan a crear el clima propicio para vivir en la justa dimensión espiritual y religiosa el misterio del nacimiento del Redentor”.
Las luces, añadió, son el signo de “la luz que Cristo ha traído a la humanidad a través de su nacimiento” para disipar “las tinieblas del terror, de la tristeza y del pecado”.
El Pontífice deseó “que esta generosa iniciativa exhorte a todos los habitantes del Tirol del Sur a dar testimonio en el propio ambiente de los valores de la vida, del amor y de la paz que cada año nos encomienda la Navidad”.
Benedicto XVI también agradeció al alcalde de Naz-Sciaves el gesto de haberle querido conferir la ciudadanía de honor en recuerdo de su abuela paterna, originaria de Rasa, que forma parte de este municipio.
Por la tarde, fueron encendidas las luces del árbol de Navidad en la plaza de San Pedro con una ceremonia evocadora, especialmente esperada por los fieles romanos y por los peregrinos.
En la ceremonia, intervinieron el obispo de Bolzano-Bressanone, monseñor Karl Golser; el presidente de la provincia, Luis Durnwalder; y el alcalde de Bressanone, Albert Pürgstaller, junto a miembros de la Compañía de los Schützen de Valle Isarco, así como diversos representantes del Estado de la Ciudad del Vaticano.
La animación musical corrió a cargo de tres formaciones de Bressanone: el coro del Duomo, la banda de música Bürgerkapelle y el Coro Plose.