Occidente puede recuperar el sentido de lo sagrado, afirma el predicador papal

Última predicación de Adviento, sobre el racionalismo

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 17 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Frente al secularismo que gana terreno en las sociedades occidentales, la nueva evangelización “pasa también a través de una recuperación del sentido de lo sagrado”.

Así lo afirmó hoy el padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., durante su tercera y última predicación de Adviento a la Curia Romana, que pronunció en la Capilla Redemptoris Mater del Vaticano.

El predicador enfocó, después del cientificismo y del secularismo, el tercer obstáculo que, “Hace a gran parte de la cultura moderna ‘refractaria’ al Evangelio”, y que identificó con el racionalismo.

“El terreno cultural del racionalismo – su causa y al mismo tiempo su efecto – es la pérdida del sentido de lo sagrado, es necesario por ello que la Iglesia ayude a los hombres a remontar la pendiente y redescubrir la presencia y la belleza de lo sagrado en el mundo”, afirmó.

El padre Cantalamessa, como en sus dos meditaciones anteriores, acudió a los escritos del recientemente beatificado cardenal John Henry Newman, en este caso a su memorable discurso de 1831 titulado The Usurpation of Raison.

Esta usurpación, o prevaricación, de la razón, consiste según el pensador inglés en “ese cierto difundido abuso de esta facultad que se verifica cada vez que uno se ocupa de religión sin un adecuado conocimiento íntimo, o sin el debido respeto por los primeros principios propios a ella”.

Esto provoca dos actitudes en el racionalismo, señala Cantalamessa: por un lado, “la tendencia, por así decirlo, imperialista, de la razón de someter todo aspecto de la realidad a sus propios principios”; y por otro, una cierta “autosuficiencia”.

“Podríamos definirlo como la actitud del aislacionismo, de cerrazón en sí misma de la razón. Este no consiste tanto en invadir el campo de los demás, sino en no reconocer la existencia de otro campo fuera del proprio. En otras palabras, en el rechazo de que pueda existir verdad alguna fuera de la que pasa a través de la razón humana”.

“Contra esta pretensión de absolutismo de la razón, se ha elevado en todas las épocas no sólo la voz de hombres de fe, sino también la de hombres militantes en el campo de la razón, filósofos y científicos”.

Esta “controversia recíproca entre fe y razón” es “inevitable en cada época”, afirmó, “pero ni los racionalistas convertirán con sus argumentos a los creyentes, ni los creyentes a los racionalistas. Es necesario encontrar un camino para romper este círculo y liberar a la fe de este atasco”.

Lo sagrado

Ante este reto planteado por la razón, explicó Cantalamessa, es necesario admitir que “no se puede combatir el racionalismo con otro racionalismo, aunque sea en sentido contrario”.

“Es necesario por tanto encontrar otro camino que no pretenda sustituir el de la defensa racional de la fe, pero al menos que la acompañe”, afirmó, subrayando que éste no pueden ser sólo los sentimientos, sino algo más profundo: la recuperación del sentido de lo sagrado.

“Existe un sentimiento que acompaña a la humanidad desde sus principios y que está presente en todas las religiones y las culturas”, y es “el sentido de lo numinoso, de lo sagrado”.

Este, aseguró el predicador de la Casa Pontificia, “es un dato primario, irreducible a cualquier otro sentimiento o experiencia humana; embarga al hombre con un estremecimiento cuando, por cualquier circunstancia externa o interna a él, se encuentra ante la revelación del misterio ‘tremendo y fascinante’ de lo sobrenatural”.

Esta percepción es “irracional” no en el sentido de ser “contraria a la razón”, sino el de “fuera de la razón”, de no traducible en términos racionales.

La contemplación de la Creación, las experiencias humanas más hondas, “son algunas de las ocasiones en las que es posible hacer experiencia de ‘otra’ dimensión”, afirmó. “Es necesario ayudar a las personas a abrir los ojos y a volver a encontrar la capacidad de sorprenderse”.

“Cuando la experiencia de lo sagrado y de lo que nos llega de repente e inesperada desde fuera de nosotros, es acogida y cultivada, se convierte en experiencia subjetiva vivida. Se tienen así los ‘testigos’ de Dios que son los santos y, de modo totalmente particular, una categoría de estos, los místicos”.

Los místicos “son, por excelencia, los que han descubierto que Dios ‘existe’; es más, que sólo él existe verdaderamente y que es infinitamente más real que aquello que con frecuencia llamamos realidad”.

Navidad

El padre Cantalamessa explicó que la Navidad es uno de esos momentos de “irrupción imprevista de lo sobrenatural en la vida” que necesitan tanto creyentes como no creyentes.

El peligro mayor que corren las personas religiosas “es el de reducir la fe a una secuencia de ritos y de fórmulas, repetidas incluso con escrúpulo, pero de forma mecánica y sin participación íntima de todo el ser”.

La Navidad “puede ser una ocasión privilegiada para tener este estremecimiento de fe. Esta es la suprema teofanía de Dios, la más alta manifestación de lo Sagrado”, afirmó.

Por ello, advirtió contra ese secularismo que “está despojando a esta fiesta de su carácter de ‘misterio tremendo’” para reducirlo a una fascinación meramente natural, a “una fiesta de los valores familiares, del invierno, del árbol, de los renos y de Papá Noel”.

Para recuperar ese sentido de lo sagrado en la Navidad, el predicador invitó a redescubrir el silencio.

La liturgia envuelve el nacimiento de Jesús en el silencio”, afirmó, proponiendo como modelo en silencio de María, que es “más que un simple callarse; es maravilla, es adoración; es un “silencio religioso”, un ser superada por la realidad”.

“La interpretación más verdadera del silencio de María es la que está en los iconos bizantinos, donde la Madre de Dios nos parece inmóvil, con la mirada fija, los ojos desorbitados, como quien ha visto cosas que no se pueden describir con palabras”, concluyó el padre Cantalamessa.

 

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ZENIT Staff

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