Cardenal Piacenza: El celibato sacerdotal, conclusiones (VII)

Intervención en un Encuentro sacerdotal en Ars

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 ARS, jueves 3 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos la séptima y última entrega de la intervención del cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero, pronunciada el pasado lunes 24 de enero en las Jornadas Sacerdotales celebradas en Ars (Francia) sobre el celibato sacerdotal. La anterior se publicó en el servicio del miércoles 2 de febrero.

La intervención del cardenal Piacenza, realizada desde Roma en conexión en directo con el encuentro, lleva por título: “El celibato sacerdotal: fundamentos, alegrías, desafíos… Las enseñanzas del Papa sobre el tema: de Pío XI a Benedicto XVI”.

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Conclusiones (en 7 puntos)

Al final de este recorrido, que nos ha visto poner en evidencia algunos de los pasajes más significativos del Magisterio pontificio sobre el celibato, desde Pío XI al Santo Padre Benedicto XVI, intentaremos trazar un balance conclusivo inicial, que pueda representar una primera plataforma de trabajo para la formación de los sacerdotes de cara a acoger y vivir plenamente este don del Señor.

1. Surge ante todo la radical continuidad entre el Magisterio que precedió al Concilio Ecuménico Vaticano II y el sucesivo al mismo. Aun con acentos a veces sensiblemente diferentes, más litúrgico-sacrales o más cristológico-pastorales, el Magisterio ininterrumpido de los Pontífices mencionados es concorde en fundar el celibato sobre la realidad teológica del Sacerdocio ministerial, sobre la configuración ontológico-sacramental a Cristo Señor, sobre la participación en Su único Sacerdocio y sobre la imitatio Christi, que éste implica. Solo una hermenéutica incorrecta de los textos del Concilio, podría llevar a ver en el celibato un residuo del pasado, del que liberarse cuanto antes. Esta postura, además de errada histórica, doctrinal y teológicamente, es también muy dañina desde el punto de vista espiritual, pastoral, misionero y vocacional.

2. Hay que superar, a la luz del Magisterio pontificio examinado, la reducción, en algunos ambientes muy difundida, del celibato a una mera ley eclesiástica. Este es una ley solo porque es una exigencia intrínseca del Sacerdocio y de la configuración a Cristo que el Sacramento determina.

En este sentido la formación al celibato, además de cualquier otro aspecto humano y espiritual, debe incluir una sólida dimensión doctrinal, ¡ya que no se puede vivir aquello cuya razón no se entiende!

3. ·El “debate” sobre el celibato, que se ha vuelto a encender periódicamente durante los siglos, no favorece la serenidad de las jóvenes generaciones para comprender un dato tan determinante de la vida sacerdotal. Valga para todos cuanto se expresa de modo autorizado en la Pastores dabo vobis, que, en el n. 29, recogiendo íntegramente el voto de toda la Asamblea Sinodal, afirma: “El Sínodo no quiere dejar ninguna duda en la mente de nadie sobre la firme voluntad de la Iglesia de mantener la ley que exige el celibato libremente escogido y perpetuo para los candidatos a la ordenación sacerdotal en el rito latino. El Sínodo solicita que el celibato sea presentado y explicado en su plena riqueza bíblica, teológica y espiritual, como precioso don dado por Dios a su Iglesia y como signo del Reino que no es de este mundo, signo también del amor de Dios a este mundo, y del amor indiviso del sacerdote a Dios y al Pueblo de Dios”.

4. ¡El celibato es cuestión de radicalismo evangélico! Pobreza, castidad y obediencia no son consejos reservados de modo exclusivo a los religiosos, son virtudes que vivir con intensa pasión misionera. ¡No podemos traicionar a nuestros jóvenes! ¡No podemos bajar el nivel de la formación y, de hecho, de la propuesta de fe! ¡No podemos traicionar al pueblo santo de Dios, que espera pastores santos, como el Cura de Ars! ¡Debemos ser radicales en la sequela Christi! Y no temamos el descenso del número de clérigos. ¡El número disminuye cuando baja la temperatura de la fe, porque las vocaciones son “asunto” divino y no humano, y siguen la lógica divina que es necedad humana! ¡Hace falta fe!

5. En un mundo gravemente secularizado, es cada vez más difícil comprender las razones del celibato. Con todo, debemos tener el valor, como Iglesia, de preguntarnos si pretendemos resignarnos a semejante situación, aceptando como hecho ineluctable la progresiva secularización de las sociedades y de las culturas, o si estamos dispuestos a una obra de profunda y real nueva evangelización, al servicio del Evangelio, y por ello, de la verdad del hombre.

Considero, en este sentido, que el motivado apoyo al celibato y su adecuada valoración en la vida de la Iglesia y del mundo, pueden representar algunas de las vías más eficaces para superar la secularización. ¿Que pretendería si no, el Santo Padre Benedicto XVI, cuando afirma que el celibato “muestra precisamente que Dios es considerado y vivido como realidad”?

6. La raíz teológica del celibato debe buscarse en la nueva identidad, que es dada a aquel que está investido del Orden sacerdotal. La centralidad de la misión ontológico-sacramental y la consiguiente dimensión eucarística estructural del Sacerdocio representan los ámbitos de comprensión natural, desarrollo y fidelidad existencial al celibato. La cuestión esencial, entonces, no hay que referirla tanto al debate sobre el celibato, como a la calidad de la fe de nuestras comunidades. Una comunidad que no tuviese en gran estima el celibato, ¿qué esperanza del Reino o qué tensión eucarística podría vivir?

7. Vuestro Coloquio tiene como subtítulo: “Fundamentos, alegrías, desafíos”. Estoy persuadido de que los dos primeros, el conocimiento de los fundamentos y la experiencia gozosa de un celibato plenamente vivido y, por tanto, profundamente humanizador, permiten no sólo responder a todos los retos que el mundo, desde siempre, plantea al celibato, sino también transformar el celibato en un desafío para el mundo. Como señalaba en el primer punto de estas conclusiones, no debemos dejarnos condicionar o intimidar por un mundo sin Dios, que no comprende el celibato y quisiera eliminarlo, sino al contrario, ¡debemos recuperar la conciencia motivada de que nuestro celibato desafía al mundo, poniendo en profunda crisis su secularismo y su agnosticismo, y gritando, a través de los siglos, que Dios existe y que está Presente!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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