La violencia en la Biblia se pone nuevamente de moda entre ateos

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Dios como un monstruo y el Antiguo Testamento como oscurantismo

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ROMA, domingo, 27 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- La última acusación de la nueva oleada de ateos consiste en afirmar que la religión promueve la violencia y la injusticia, tesis supuestamente documentada por pasajes del Antiguo Testamento que contrastan bastante con los valores modernos.

Paul Copan responde a estas acusaciones en un libro de reciente publicación, «Is God a Moral Monster? Making Sense of the Old Testament God (¿Es Dios un Monstruo Moral? Encontrar Sentido al Dios del Antiguo Testamento) (Baker Books).

El título del libro está sacado de un ataque del ateo Richard Dawkins, que llamaba a Dios «monstruo moral». Dawkins acusaba a Dios de ser celoso, mezquino, injusto y vengativo, observaba Copan, citando algunas de sus declaraciones.

Su colega ateo Christopher Hitchens sostiene que el Antiguo Testamento proporciona justificación al tráfico de seres humanos, a la esclavitud y a las masacres. Daniel Dennet, por su parte, presenta a Dios como insaciable de alabanzas, al decir que creó a los seres humanos a su imagen revela su vanidad.

Copan responde precisando que al crear a los seres humanos Dios está expresando su amabilidad y nos permite relacionarnos con él, pensar racionalmente y ser creativos. «Esto es un privilegio, no una esclavitud», exclamaba.

Lejos de ser una manifestación de egoísmo, el deseo de Dios de nuestra adoración refleja su voluntad de que no nos alejemos de la realidad última, explicaba Copan. Nuestra adoración es una expresión de saber cuál es nuestro verdadero lugar.

Nuestra adoración fluye naturalmente de nuestro disfrute de Dios. Adorar a Dios viene de nuestro gozo por la presencia de Dios y por la toma de conciencia de lo que es lo más valioso en nuestras vidas.

Copan también apuntaba que podemos ver la humildad de Dios en la encarnación de Cristo, que asumió nuestra naturaleza humana, y que, además, murió en la cruz por nosotros.

Pasajes «raros»

Varios capítulos del libro examinan lo que los ateos denominan carácter «extraño» de la Biblia al tratar leyes sobre la alimentación, la esclavitud, el trato a las mujeres y otros temas.

Copan citaba Mateo 19, 8, en donde Jesús explica que Moisés permitió el divorcio por la dureza de los corazones de la gente. Una sociedad patriarcal, la esclavitud, la primogenitura y otras costumbres eran la norma de la época.

La ley mosaica se pensó como algo que sería temporal y si las leyes eran extrañas o crueles, aún así, eran una mejora en las costumbres y estructuras sociales del Oriente Medio de aquella época.

Por ejemplo, el Antiguo Testamento limitaba los castigos que podían imponerse a los esclavos, al contrario de la situación de los países circundantes, en los que los esclavos estaban completamente a merced de sus amos. Además, en Israel debían acogerse los esclavos extranjeros fugitivos.

Códigos como el de Hammurabi tenían mucho menos respeto por la vida humana que el código mosaico. Además, muchas de las leyes eran restringidas por otras leyes. El Antiguo Testamento prescribía la pena de muerte por 16 crímenes, por ejemplo, pero en 15 de ellos, un juez podía imponer una pena menor. Por tanto, en general la ley mosaica es menos estricta que los códigos orientales cercanos, concluía Copan.

Otra diferencia entre los códigos, identificada por Copan, era la del valor de la vida no nacida. Algunos pasajes del Antiguo Testamento afirman el valor intrínseco del niño no nacido.

Violencia

Copan observa que algunos ateos afirman que la religión, por su propia naturaleza, es violenta, por lo que sostienen que se necesitan más valores de la Ilustración y menos de la religión. En realidad necesitamos más religión, replicaba, no menos.

Nuestra fe bíblica apoya de verdad la tolerancia y, a pesar de nuestros desacuerdos, afirmamos que todos los seres humanos están hechos a imagen de Dios. Por eso San Pablo proclama que Cristo ha roto las divisiones de raza, clase y género (Gálatas 3, 28; Efesios 2, 11-22) y que estamos llamados a vencer el mal con el bien (Romanos 12, 21).

Debemos tener en mente, sin embargo, que no todas las religiones son iguales, añadía Copan. Los cristianos eran perseguidos por los politeístas, que adoraban a los emperadores romanos, por su rechazo a adorar otros dioses.

Al tratar la violencia cometida por naciones cristianas, Copan sostiene que es simplista reducir la causa de la misma a un factor puramente religioso. Es necesario tener en cuenta las influencias políticas y sociales, junto a los abusos políticos de la religión. Aunque la guerra se pueda emprender en nombre de la religión, puede también ser una forma de justificar conflictos que tienen otras causas.

Es verdad que en el Antiguo Testamento encontramos prácticas que no llegan al ideal presentando en los dos primeros capítulos del Génesis, que afirma el principio de igualdad y dignidad humanas, admitía Copan. No tenemos que defender estas prácticas, y podemos presentar el Nuevo Testamento, donde se hallan testimonios contrarios a las mismas.

Dios no impuso a Israel leyes para las que no estaba preparado. En su lugar, les hizo avanzar de modo gradual a lo largo del camino de la mejora moral, continuaba Copan. Así, por ejemplo, cuando leemos las masacres de los enemigos de Israel, no tenemos que justificar tales actuaciones. Estos actos tuvieron lugar en circunstancias culturales de menos refinamiento moral. Además, nos muestran que Dios puede llevar a cabo su meta redentora a pesar de tales limitaciones.

Antiguo y Nuevo Testamento

La Iglesia católica ha afrontado lo que se consideran pasajes «oscuros» de la Biblia en «Verbum Domini», la exhortación apostólica postsinodal sobre la «Palabra de Dios en la Vida y en la Misión de la Iglesia», del 30 de septiembre del año pasado (números 41-42).

El Nuevo Testamento reconoce al Antiguo Testamento como palabra de Dios, explicaba Benedicto XVI, por lo que lo cita con frecuencia y lo utiliza como prueba de sus afirmaciones.

Las raíces del cristianismo se encuentran en el Antiguo Testamento y debemos nutrirnos de ellas, afirmaba la exhortación. Además, la enseñanza cristiana siempre se ha resistido a los intentos de poner el Antiguo Testamento en oposición al Nuevo, continuaba el Papa.

Sin embargo, es en la vida y enseñanzas de Cristo en las que las escrituras del pueblo judío han encontrado su cumplimiento. La exhortación observaba que este concepto de cumplimiento se compone de tres dimensiones.

El primero es el aspecto de continuidad; también hay una discontinuidad y, finalmente, está el aspecto de trascendencia.

«El misterio pascual de Cristo es plenamente conforme -de un modo que no era previsible – con las profecías y el carácter prefigurativo de las Escrituras; no obstante, presenta evidentes aspectos de discontinuidad respecto a las instituciones del Antiguo Testamento», señalaba el Papa.

«El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo y el Antiguo es manifiesto en el Nuevo», afirmaba, citando a san Agustín.

Revelación de Dios y cultura

Al llegar a los pasajes del Antiguo Testamento que muestran su dificultad debido a que presentan violencia o inmoralidad, la exhortación explicaba que es necesario recordar que la revelación tiene sus raíces en la historia.

«El plan de Dios se manifiesta progresivamente en ella y se realiza lentamente por etapas sucesivas, no obstante la resistencia de los hombres», observaba la exhortación.

Dios se revela así dentro de un particular nivel cultural y moral y hay una descripción de hechos y costumbres de aquella época. Esta es la razón por la que en el mundo de hoy pueden causar rechazo por los hechos «oscuros» descritos.

Aún así, la exhortación precisaba que los profetas del Antiguo Testamento se enfrentaban constantemente a todo tipo de injusticias y esta
era la forma en que Dios preparaba a su pueblo para recibir el Evangelio.

«Por eso, exhorto a los estudiosos y a los pastores, a que ayuden a todos los fieles a acercarse también a estas páginas mediante una lectura que les haga descubrir su significado a la luz del misterio de Cristo», concluía el Papa. Algo a tener e cuenta cuando tenga lugar el próximo ataque superficial de un ateo.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado

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ZENIT Staff

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