CIUDAD DEL VATICANO, viernes 10 de junio de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI auguró que Nueva Zelanda se implique en el desarrollo de “una ecología auténticamente humana”, en el discurso dirigido al nuevo embajador de este país, George Robert Furness Troup, al aceptar sus cartas credenciales ayer jueves.
Debido a su posición geográfica, Nueva Zelanda “puede asistir al desarrollo de países más pequeños, más lejanos y con menos recursos”, que la miran “como fuente de asistencia, ánimo y apoyo para poder desarrollar sus propias instituciones”.
Esto, indicó, hace que Nueva Zelanda tenga “una responsabilidad moral concreta”, al ser “llamada a usar su posición de influencia para la paz y la estabilidad de la región, fomentar las instituciones democráticas estables y maduras, y la promoción de auténticos derechos humanos y desarrollo económico sostenible”.
El deseo de desarrollo, reconoció Benedicto XVI, “plantea una serie de retos importantes con respecto al medio ambiente, algunos con serias consecuencias para el bienestar de la gente y sus medios de vida, y especialmente para los pobres”.
En este contexto, alentó “el trabajo que se está haciendo para promover modelos de desarrollo tanto en el interior como en el exterior del país que reflejen una verdadera ecología humana, una economía sostenible y que cumpla con nuestro deber de custodios de la creación”.
Papel eclesial
El Papa quiso analizar el papel de la Iglesia católica en Nueva Zelanda, subrayando que “se esfuerza en el desempeño de su papel para tejer juntos una sociedad verdaderamente multicultural con un sentido de respeto mutuo, con un propósito y una solidaridad compartidas, para la paz y la prosperidad de todos”.
La Iglesia “desea servir al bien común proveyendo de la sabiduría moral y espiritual de la fe en las cuestiones éticas importantes actuales”.
Sobre todo, “desea siempre fomentar un gran respeto por la persona humana en su conjunto, defendiendo el inalienable derecho a la vida desde su concepción hasta su muerte natural, promoviendo un entorno familiar estable y proveyendo educación”.
A propósito de esto, “la Iglesia siempre ha puesto un gran énfasis en la educación de los jóvenes, reconociéndola como un componente esencial en la preparación y el desarrollo de los individuos para el bien, de manera que ellos puedan tener su sitio en la sociedad”.
Libertades fundamentales
El Pontífice subrayó que la Santa Sede busca “la promoción de los valores universales que están basadas en el mensaje del Evangelio de la dignidad que Dios le da a cada hombre y mujer, la unidad de la familia humana y la necesidad de justicia y solidaridad para gobernar las relaciones entre los individuos, comunidades y naciones”.
Estos valores, observó, “están profundamente inscritos en la cultura que dio vida a las instituciones políticas y legales de Nueva Zelanda, herencia cuya “piedra angular” son “los derechos de libertad religiosa y libertad de culto, para beneficio de todos”.
“Estos derechos consagrados en las tradiciones legales de los que son herederos, son propios de cada persona porque son inherentes a la humanidad que es común a todos nosotros”, subrayó.
“A través de la promoción de estas libertades, la sociedad está mejor preparada para responder a los profundos desafíos políticos y sociales de una manera que concuerde con las aspiraciones más profundas de la humanidad”.
El Papa expresó finalmente su solidaridad “con aquellos que están sufriendo todavía las consecuencias del devastador terremoto que golpeó Christchurch el pasado 22 de febrero”, afirmando que “la impresionante fuente de generosidad y los innumerables actos de caridad y de bondad que se han visto en el foco del desastre contribuirán, en gran parte, a afrontar los desafíos morales y materiales de esta actual e inmensa tarea”.
Por su parte, el nuevo embajador reconoció que su país “aprecia mucho la contribución dada a la sociedad por la Iglesia católica y por muchos de sus miembros”, así como “las intuiciones únicas que la Santa Sede ofrece en ámbitos formales e informales, reflejando el profundo conocimiento que su red de representantes en el mundo consigue movilizar”.
“Los neozelandeses han seguido con vivo interés la ceremonia de beatificación de Su Santidad el papa Juan Pablo II”, añadió.
“Santidad, le estamos también muy agradecidos por sus oraciones y por sus cordiales deseos con motivo del trágico terremoto que afectó a nuestra ciudad de Christchurch el 22 de febrero pasado – concluyó el diplomático – . Reconocemos que, como Nueva Zelanda, también la Santa Sede afronta los continuos retos del mundo en rápido cambio en que vivimos”.