CIUDAD DEL VATICANO, domingo 26 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Sin la Eucaristía, la Iglesia no existiría, subrayó hoy el Papa Benedicto XVI al introducir el rezo del Ángelus con los peregrinos que cada domingo acuden a la Plaza de San Pedro para rezar con él.
El Papa recordó que, aunque el Vaticano celebró el Corpus Christi el pasado jueves, manteniendo la tradición secular, esta fiesta se celebra hoy en muchos países, por motivos pastorales, y entre ellos la propia Italia.
Por ello, quiso volver sobre el significado de esta “fiesta de la Eucaristía”, la cual “constituye el tesoro más precioso de la Iglesia”.
“La Eucaristía es como el corazón latiente que da vida a todo el cuerpo místico de la Iglesia: un organismo social basado totalmente en el vínculo espiritual pero concreto con Cristo”, afirmó, insistiendo en que “sin la Eucaristía, la Iglesia sencillamente no existiría”.
“La Eucaristía es, de hecho, la que hace de una comunidad humana un misterio de comunión, capaz de llevar a Dios al mundo y el mundo a Dios”.
“El Espíritu Santo, que transforma el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo, transforma también a cuantos lo reciben con fe en miembros del cuerpo de Cristo, para que la Iglesia sea realmente sacramento de unidad de los hombres con Dios y entre ellos”, añadió.
El Papa afirmó a los presentes que la Eucaristía, “en una cultura cada vez más individualista, como lo es aquella en la que estamos inmersos en las sociedades occidentales, y que tiende a difundirse en todo el mundo”, constituye una especie de “antídoto».
El vacío producido por la falsa libertad puede ser “muy peligroso”, y ante eso, “la comunión con el Cuerpo de Cristo es fármaco de la inteligencia y de la voluntad, para volver a encontrar el gusto de la verdad y del bien común”.
La Eucaristía “actúa en las mentes y en los corazones de los creyentes y que siembra continuamente en ellos la lógica de la comunión, del servicio, del compartir, en resumen, la lógica del Evangelio”.
El “nuevo estilo de vida” que ya mostraban las primeras comunidades, viviendo “en fraternidad» y poniendo «en común sus bienes, para que ninguno fuese indigente”, brotaba “de la Eucaristía, es decir, de Cristo resucitado, realmente presente en medio de sus discípulos y operante con la fuerza del Espíritu Santo”.
“También las generaciones siguientes, a través de los siglos, la Iglesia, a pesar de sus límites y los errores humanos, ha seguido siendo en el mundo una fuerza de comunión”, añadió.