La caridad, corazón de la doctrina social cristiana

Un libro que explica la relación entre la caridad y la doctrina social

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ROMA, domingo, 10 de julio de 2011 (ZENIT.org).- La caridad constituye la clave de comprensión de la doctrina social cristiana, explica monseñor Angelo Casile, director de la Oficina nacional para los problemas sociales y el trabajo de la Conferencia Episcopal Italiana, reconocido experto internacional, en esta entrevista concedida a ZENIT.

En la Carta a los Corintios, san Pablo explica que de todas las virtudes humanas la más grande es la caridad. Y añade: “aunque hablase las lenguas de los hombres y de los ángeles” y “aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada”.

De este modo san Pablo indicaba claramente la caridad como centro del hecho cristiano.

Con el libro “La caridad en el centro” (Tau editorial), monseñor Casile, llega a las mismas conclusiones e ilustra las relaciones entre la práctica de la caridad y la doctrina social de la Iglesia.

“Jesús -sostiene monseñor Casile- en el fondo ha recapitulado y cumplido la Ley en el mandamiento del amor desvelándonos, a través del don perfecto de su misma vida, que salvar la vida sólo es posible ofreciéndola y que en el darse está la verdadera alegría”.

“La caridad, por tanto -precisa el director de la oficina de trabajo de la CEI-, no es una simple consecuencia ética del ser cristianos sino el único modo de que la fe que profesamos se haga concreta en la historia y en la sociedad”.

El libro, de hecho, intenta marcar una “historia de la caridad”, y una teología consecuente de la Doctrina social de la Iglesia, desde sus raíces hasta nuestros días.

En la presentación del libro, monseñor Mariano Crociata, Secretario nacional de la CEI, anunció el libro en cuestión como parte de una serie teológica “con el objetivo esencial de llegar a muchos y hablar al corazón de todos” para promover una “más plena comprensión de la fe y de su vínculo con la vida”.

Para profundizar un tema de tan grande actualidad, ZENIT entrevistó a monseñor Angelo Casile.

–¿Por qué un libro sobre la Doctrina social de la Iglesia?

–Monseñor Casile: El sentido de este libro sobre la Doctrina social de la Iglesia se encuentra en un pensamiento de San Agustín. A algunos cristianos que se lamentaban del difícil momento histórico que vivían, respondía: “Vosotros decís: los tiempos son malos; los tiempos son pesados; los tiempos son difíciles. Vivid bien y cambiaréis los tiempos” (Discurso 311, 8). Nos preguntamos, ¿los tiempos son malos o los hombres no están a la altura de los tiempos? Estoy convencido de que si cada uno de nosotros viviese con la fidelidad y la valentía que nacen del Evangelio, el propio testimonio de fe, sin duda sería una contribución esencial a la conversión de este tiempo difícil, lleno de escenarios poco fiables.

Ahora, la Doctrina social de la Iglesia – que no es otra cosa que el Evangelio encarnándose en la historia de cada día- conocida, profundizada y vivida, nos permite vivir la bondad y la belleza de nuestra fe cada día y así los tiempos serán mejores.

El texto, en la primera parte, intenta exponer el camino histórico de la DSC, a partir de la experiencia viva de Jesús y de la Iglesia; en la parte segunda, profundiza en algunos tema relevantes del anuncio cristiano y de la Doctrina social de la Iglesia (persona, familia, sociedad, trabajo) y, finalmente, en la tercera parte, presenta los recorridos que conjugan el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia en la sociedad.

–Según su libro, la historia de la caridad es la misma que la de la Doctrina social de la Iglesia. ¿Qué quiere decir?

–Monseñor Casile: La caridad es el corazón de la fe cristiana. Jesús, en el fondo, ha recapitulado y cumplido la Ley en el mandamiento del amor, desvelándonos, a través del don perfecto de su misma vida, que salvar la vida es posible sólo ofreciéndola y que en el darse está la verdadera alegría. La caridad, por tanto, no es una simple ética del ser cristianos sino el único modo de que la fe profesamos se haga concreta en la historia y en la sociedad. Este libro pretende, por esto, ofrecernos un resumen de la “historia de la caridad”, es decir de la Doctrina social de la Iglesia desde sus raíces hasta nuestros días.

La encíclica Caritas in veritate del Papa Benedicto XVI, contiene también afirmaciones precisas sobre la naturaleza de la Doctrina social de la Iglesia, definida como “’caritas in veritate in re sociali’, anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad” (nº5). Lo que significa que la Doctrina social de la Iglesia es, ante todo: “elemento esencial de evangelización […] Es instrumento y fuente imprescindible para educarse en ella” (nº15), “está al servicio de la verdad que libera” para la “vida concreta siempre nueva de la sociedad de los hombres y los pueblos” (nº 9).

–El punto más controvertido de la pastoral social tiene que ver con la relación entre Doctrina y principios no negociables. ¿De qué modo la defensa de la vida, el apoyo a la familia y la libertad de educación tienen que ver con la Doctrina Social?

–Monseñor Casile: Me parecen muy apropiadas las palabras de S.E. Monseñor Mariano Crociata, Secretario General de la CEI, que escribió en la presentación de la serie “Teología. Fe, búsqueda y vida” del que forma parte el texto: “la teología no es un saber cerrado en sí mismo, lejano de la historia y de los temas concretos de la vida, enrocado en fórmulas adaptadas sólo a los especialistas del sector. Al contrario, esta se fundamenta en el don de la fe, y se coloca, en el interior de la Iglesia, al servicio de la misma, como reflexión para favorecer la acogida en la vida de los creyentes y en su contexto histórico y cultural”.

Las palabras y las acciones de Jesús, contenidas en los Evangelios, constituyen el paradigma al que se refiere la Doctrina social de la Iglesia cuando habla de la sacralidad de la persona, de su naturaleza sociable y la relación de la caridad y de la verdad, de la justicia y de la paz, del valor y del significado del trabajo, de la familia y de la vida, de la economía y de la política, de la tutela de la creación, del destino universal de los bienes, del primado del reino de Dios respecto a todas las realidades terrenas.

Sostenidos por la gracia del Evangelio y por las reflexiones de la DSC, también en este contexto de crisis, no sólo económica, (etimológicamente hablando, la crisis es un colador, un tamiz, un momento oportuno para separar, juzgar a la vista de una decisión que tomar), salvamos lo esencial y decidimos empezar desde Dios para renovar al hombre a través de un proceso educativo profundo que desvele el hombre a sí mismo.

A través de la Doctrina social de la Iglesia, la Iglesia, en un enlace fecundo de evangelización y de educación, continúa la obra de su Maestro. Como afirma el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, en la Presentación a las Orientaciones pastorales: Educar a la Vida buena del Evangelio: “Anunciar a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, significa llevar a la humanidad a la plenitud y por tanto, sembrar cultura y civilización. No hay nada, en nuestra acción, que no tenga un importante valor educativo”.

La Caritas in veritate muestra la profunda unidad entre “la cuestión social” y “la cuestión antropológica”: “la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica” (nº75). La aparente contraposición entre las dos problemáticas se resuelve a partir de otra cuestión, la “teológica”, es decir la primacía de Dios y de su lugar en el mundo. Es el Evangelio el que nos ayuda a encontrar
la solución a la cuestión social, como ya afirmaba la Rerum novarum; que permite toda forma de desarrollo de los pueblos, como dice la Populorum Progressio: que garantiza a la Iglesia el derecho de ciudadanía en la sociedad, como explica la Centesimuns annus; que ayuda al hombre a comprenderse a sí mismo, le permite llamar a Dios, Padre y reconocer en cada uno de los hombres a su hermano, como desea ardientemente la Caritas in veritate.

–Original y muy interesante es el capítulo que usted dedica al trabajo, en el que explica la continuidad entre el trabajo de Dios y el trabajo del hombre. ¿Puede explicarnos este punto de vista?

–Monseñor Casile: La Biblia empieza hablando de Dios que trabaja y que crea al hombre a su imagen. Benedicto XVI nos recuerda que: “El verdadero y único Dios, es también el Creador. Dios trabaja; continua trabajando en y sobre la historia de los hombres. En Cristo, Él entra como Persona en el trabajo fatigoso de la historia. “Mi Padre trabaja siempre y yo también”. Dios mismo es el creador del mundo, y la creación no está todavía terminada” (Encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des ernardini, París, 12 de septiembre de 2008).

A través del trabajo, el hombre se realiza a sí mismo, ya que el trabajo, para ser plenamente verdad, nos debe hablar más allá del hombre y de su dignidad, nos debe hablar también de Dios. De Dios que trabaja seis días y el séptimo se reposa, que celebra y se alegra, encontrado bella la obra de sus manos (Génesis 2,2); de Dios que se ha identificado, durante casi treinta años de su vida terrena con el trabajo de carpintero de Nazaret (Marcos 6,3); de Dios que ha redimido el trabajo y ha llamado a sus discípulos a seguirlo mientras trabajaban, invitándoles a convertirse en pescadores de hombres (Lc 5,10); de Dios que “ha trabajado con manos de hombre, ha pensado con mente de hombre, ha actuado con voluntad de hombre, ha amado con corazón de hombre” (Gaudium et spes, 22).

El trabajo es para todo hombre, una vocación: la expresión, ya usada por el Papa Pablo VI en la Populorum progressio, ha sido retomada por Benedicto XVI en la forma “Todo trabajador es un creador” (Caritas in Veritate, 41). Es propio de la persona, por cuyo bien a todo trabajados se le da la oportunidad de hacer su propia aportación, de expresarse a sí mismo, su propio talento, sus propias capacidades. Es expresión de la propia creatividad a imagen del Creador, de un Dios que “trabaja” en la Creación y en la Redención.

–Su ensayo se concluye con la invocación de “vivir la esperanza como un deber cotidiano”. ¿Tiene cualquier consejo de como alimentar la esperanza?

–Monseñor Casile: La escucha del Evangelio y la gracia de poderlo vivir cada sía en nuestras ocupaciones cotidianas, también en el actual contexto de crisis, hacer florecer la esperanza en nuestros corazones y nos permite vivir en la confianza en Dios. Jesús, hablando de los últimos tiempo (podríamos definirlo como la “crisis” del final del cosmos), describe “signos en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra angustia de los pueblos por el fragor del mar y de las, mientras que los hombres mueren de miedo”. Después, dirigiéndose a los discípulos afirma: “Cuando comience a suceder esto, tened ánimo y levantad la cabeza, porque está por llegar la liberación” (Lucas 21, 25-28). Sólo Dios, ante un escenario apocalíptico puede invitarnos a estar serenos, a estar confiados. Siguiendo su Palabra, comprendemos como el Señor está siempre con nosotros, y mientras por un lado nos advierte: “separados de mí, nada pueden hacer” (Juan 15,5), por la otra nos anima: “ yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20).

En la noche y en la oscuridad de la actual situación, nuestro deber de cristianos que viven en las ciudades de los hombres es la de anunciar y vivir el Evangelio de la esperanza y de la confianza en el Señor, que no nos abandona nunca.

Vivamos nuestro compromiso cotidiano siguiendo el estilo de nuestro Maestro, que nos invita a prender de Él, “manso y humilde de corazón” (Mateo 11,29), y nos manda al mundo “como ovejas en medio de lobos” (Mateo 10,16). Somos conscientes de que -según las sabias palabras de san Juan Crisóstomo -”siendo corderos, venceremos y, aunque estemos rodeados de muchos lobos, conseguiremos superarlos”. Pero si nos convertimos en lobos, seremos derrotados, porque estaremos privados de la ayuda del pastor. Él no apacienta a lobos, sino a corderos. Por esto se irá y te dejará solo, porque le impide manifestar su potencia (Homilía sobre el evangelio de Mateo 33,1.2).

Que el Señor Jesús nos ayude a todos nosotros, unidos como su Iglesia, a llevar a cabo su obra: vivir bien nuestra fe todos los días para que los tiempos sean mejores y demos a Dios al mundo en la caridad y en la verdad.

Por Antonio Gaspari

Traducción del italiano por Carmen Álvarez

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación