ROMA, domingo 10 de julio de 2011 (ZENIT.org).- La discriminación sexual no se limita al mundo laboral. En muchos países de todo el globo las niñas aún no nacidas tienen su destino marcado, la eliminación.
La periodista Mara Hvistendahl analiza los motivos y el alcance de esta práctica en “Unnatural Selection Choosing Boys Over Girls, And the Consequences of a World Full of Men” (Selección No Natural: Elegir Niños en vez de Niñas, y las Consecuencias de un Mundo Lleno de Hombres) (Public Affairs).
En el mundo nacen, de media, 105 niños por cada 100 niñas. Los varones tienen más probabilidades de morir jóvenes por lo que este ligero desajuste al nacer asegura que se mantenga el equilibrio. Los datos citados en el libro revelan la dramática situación de China y de la India, donde el actual nivel de nacimientos masculinos alcanza los 121 y los 112, respectivamente, por cada 100 niñas.
El año 2005, el demógrafo francés Christophe Guilmoto calculaba que, si la proporción de nacimientos hubiera permanecido en su nivel natural, el continente asiático habría tenido 163 millones de mujeres más. Esta cifra es superior a toda la población femenina de Estados Unidos, señalaba Hvistendahl.
No es sólo un problema de Asia. Según el libro, la misma tendencia está presente en el Cáucaso – Azerbaiyán, Georgia y Armenia – y también en los Balcanes.
Esto está ocurriendo en un momento demográfico decisivo, señalaba Hvistendahl. La reducción del número de mujeres está teniendo lugar precisamente cuando se está reduciendo notablemente el crecimiento de la población. La generación actual es la más numerosa de las que tendrán muchos países en desarrollo en muchas décadas.
Es una generación que nace también en un momento en el que muchos de los países que sufren este desequilibrio artificial de género han mejorado su nivel de vida de modo notable. Los expertos en ciencias sociales siempre habían asumido que las perspectivas de las mujeres mejorarían cuando los países se hicieran más ricos y, en lugar de esto, ha ocurrido lo contrario.
Elementos ideológicos
De hecho, esta suposición cegó a los demógrafos ante lo que estaba sucediendo, observaba Hvistendahl. A pesar de la introducción de baratas máquinas de ultrasonidos para las ecografías, muchos asumieron que el aborto selectivo pronto desaparecería. Incluso hoy en día las previsiones de población de las Naciones Unidas asumen que las parejas pronto tendrán igual número de niños que de niñas.
Uno de los temas principales del libro es el intento de Hvistendahl de buscar las causas de este desequilibrio. Al contrario de otros, que destacan la tradicional preferencia cultural por los niños como el principal factor, ella señala otros factores adicionales, como la presión por controlar la población.
Después de todo, señalaba, la gente de casi todas las culturas expresa su preferencia por los niños y, aún así, la selección sexual no se da en todas partes.
La relación con el control de población también resulta evidente de otro hecho. Existe una fuerte correlación entre los países que han cambiado su tendencia hace poco hacia una baja fertilidad y un significativo número de niñas no nacidas.
Durante las últimas décadas el movimiento de control de población convirtió a las personas en números, y se animó a los padres en los países en desarrollo para que tuvieran familias pequeñas. La idea de controlar la reproducción llevó a la mentalidad de que los niños son una especie de producto manufacturado, explicaba.
A partir de los años sesenta, las élites empresariales y culturales de Estados Unidos comenzaron a presionar a favor del control de población, que consideraban necesario para asegurar el éxito económico en los países en desarrollo. Las ayudas económicas occidentales solían ir unidas a que se adoptaran medidas de control de población.
No era la primera vez que Occidente aplicaba este tipo de presiones. En la India, los británicos documentaron la práctica del infanticidio femenino, y lo atribuyeron a tradicionales culturales primitivas. Los estudios posteriores, explicaba Hvistendahl, analizaron las políticas de control de la tierra y de recaudación de impuestos de la Compañía de las Indias Orientales en el siglo XIX, y concluyeron que habían aumentado la presión para asesinar a las niñas.
Es cierto que en algunas castas las niñas eran asesinadas antes de la llegada de los británicos, pero, a medida que estos introducían reformas, se extendió el infanticidio a otros grupos.
Ya en el siglo XX, en 1967, Disney produjo una película para el Consejo de Población llamada “Family Planning”. Traducida a 24 idiomas presentaba al Pato Donald como el padre responsable de una pequeña y rica familia. Sin planificación familiar, se decía a los espectadores, “los niños estarán enfermos y tristes, con pocas esperanzas de futuro”.
Un hijo varón, un deber
La presunción de que la selección sexual se debe sobre todo a la cultura tradicional se contradice, también, al descubrir que esta selección sexual comienza en la sociedad urbana y con un nivel de buena educación. Estos son los primeros en tener acceso a nuevas tecnologías, como las máquinas de ultrasonidos.
El censo de 2001 en la India mostraba que las mujeres con estudios de instituto o superiores tenían 114 niños por cada 100 niñas. Entre las mujeres analfabetas la proporción era de poco más de 108 por cada 100.
Otro ejemplo es la situación del departamento chino de Suining, a medio camino entre Shanghai y Pekín. A partir de los años noventa, este departamento ha gozado de un fuerte crecimiento económico, que ha permitido a los padres pagar sobornos a los técnicos de que realizan las ecografías para determinar el sexo, algo que es ilegal.
Cuando Hvistendahl lo visitó la tarifa del soborno por la información del género del bebé era de 150 dólares. En el 2007, las estadísticas del gobierno ponían la proporción de nacimiento en Suining en 152 niños por cada 100 niñas.
Ocurre lo mismo en Albania. De 2004 a 2009 la economía ha crecido a una media del 6% anual. La fertilidad ha descendido de 3,2 hijos por mujer en 1990 hasta 1,5 en el 2010. Y Naciones Unidas pone la proporción en 115 niños por cada 100 niñas, o incluso mayor.
El libro también analizaba la acusación de que son los hombres lo que ven a sus hijas como inferiores y obligan a sus esposas a abortar, si se trata de una niña. Esto ocurre en algunos casos, pero Hvistendahl afirmaba que la decisión de abortar la suele tomar una mujer, ya sea la esposa misma o su suegra.
Citaba investigaciones que demuestran que las mujeres suelen someterse a abortos selectivos por razón de sexo para cumplir su «deber» de tener un hijo varón y, en este sentido, esto es descrito como algo que es responsabilidad suya.
Fertilidad
Esta preferencia por los niños es una actitud que se mantiene incluso en las poblaciones asiáticas de los países occidentales. En Estados Unidos un estudio de descendientes de parejas chinas, coreanas e indias reveló que para el primer hijo hay una proporción de sexos normal. Pero para las parejas que ya tienen una hija la proporción de sexos era de 117/100 y, si ya había dos hijas, la probabilidad de que el tercer descendiente fuera niño subía hasta 151/100.
No se sabe muy bien, señalaba Hvistendahl, por qué ocurre esto entre parejas que viven en Estados Unidos en circunstancias muy diferentes a las de su país de origen. Una pista, quizá, es que la tasa de fertilidad entre los norteamericanos de origen asiático está entre las más bajas de las minorías, en 1,9 hijos por mujer.
Hvistendahl consideraba también las consecuencias para el futuro de este desequilibrio en la proporción de sexos. Evidentemente, habrá decenas de mi
llones de hombres que no lograrán encontrar pareja. Dado que la primera generación de afectados por este desequilibrio ha crecido ya, ha habido un aumento del tráfico sexual, de la compra de novias y de los matrimonios a la fuerza.
En Corea del Sur y Taiwán los hombres hacen “viajes matrimoniales” a Vietnam para conseguir una esposa. Los hombres de las regiones más ricas de China e India compran las mujeres de las regiones más pobres.
Por otro lado, el exceso de hombres solteros podría dar como resultado sociedades más inestables y violentas.
El aborto por selección de sexo no es tan común en los países occidentales, pero algunas clínicas de fertilidad ofrecen la posibilidad de seleccionar el sexo antes de la implantación, como parte del tratamiento de fecundación in vitro. Muchos países lo prohíben, 36 según la información citada en el libro, pero en Estados Unidos no hay tales restricciones.
Dado que la fecundación in vitro también se ha extendido a los países en desarrollo, estos están recurriendo a ella para seleccionar el sexo. “En China y en California por igual, las madres se han convertido en las defensoras de la eugenesia”, decía Hvistendahl. Una tragedia que tendrá graves consecuencias en las próximas décadas.
Por el padre John Flynn, L. C.