RATISBONA, viernes 29 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Queda todavía mucho por descubrir de la historia y del alma de Joseph Ratzinger. Y sólo una persona conoce estos secretos: su hermano Georg.
Próximamente muchos de ellos serán revelados en el libro “Mein Bruder, der Papst” (“Mi hermano, el papa”), una entrevista con monseñor Georg Ratzinger concedida a Michael Hesemann.
El más anciano de los Ratzinger ha concedido a este historiador y escritor de prestigio momentos de conversación en Ratisbona, recogidos ahora en 256 páginas del libro que será publicado, incluyendo fotografías de familia, en Alemania por Herbig, en el mes de septiembre, poco antes del viaje del Santo Padre a su tierra natal.
Hesemann revela a ZENIT algunas de las conclusiones que ofrecerá el volumen.
–¿Cree usted que este libro puede ayudar a comprender mejor la vocación de Joseph Ratzinger?
–Hesemann: Precisamente esta es la intención del libro, que ha sido escrito con motivo del sexagésimo aniversario de ordenación sacerdotal de Su Santidad el Papa y de su hermano, monseñor Georg Ratzinger. El libro muestra cómo su increíble y totalmente inesperada “carrera” ha seguido una especie de diseño escondido, que sólo puede ser obra de la Divina Providencia. Cuando visité la Escuela de Evangelización de la Comunidad del Emanuel, en Altoetting, santuario mariano que tuvo una importancia central en la infancia de Joseph Ratzinger, escuché el lema: “dalo todo, recibirás más”. Y esto es exactamente el principio que él ha seguido. Siempre lo ha dado todo, ha tratado de servir al Señor con todas sus capacidades y ha recibido mucho más de lo que nunca pudiera imaginarse o desear.
–En su libro, ¿aparecen elementos nuevos de la vida de Joseph Ratzinger? ¿Y de la de Georg Ratzinger?
–Hesemann: Claro. En este libro, se describen detalles personales de su vida familiar. Y podemos descubrir el valor de otro eslogan: “una familia que reza unida, permanece unida”. La familia Ratzinger fue una especie de baluarte contra las olas de todos los períodos tempestuosos, incluido el del régimen nazi y los horrores de la guerra. Y encontró su fuerza en el profundo sentido religioso y en su intensa vida religiosa. Sobre todo hoy, cuando muchas familias son laceradas por problemas familiares y divorcios, los Ratzinger podrían representar un modelo positivo de familia. Su secreto es el de ser una familia bajo la voluntad de Dios, haber hecho de la familia una célula fundamental de la misma Iglesia. ¡Si hubiera mas familias como ésta, no tendríamos esta carestía de vocaciones!
–¿Qué le ha sorprendido de sus conversaciones con el hermano del papa?
–Hesemann: Muchas cosas, pero la sorpresa más grande ha sido la de descubrir cómo ha sido derecho –e inesperado– el camino que le ha llevado a Ratzinger a la sede de Pedro. El día más importante de su vida fue la ordenación sacerdotal, el 29 de junio de 1951, cuando comprendió todo lo que podía dar a las personas, permitiendo al Espíritu Santo trabajar a través suyo. ¡Estaba encantado cuando era vicario en una parroquia de Munich! Pero después, a causa de su mente extraordinariamente brillante, se le alentó a ser profesor de teología y le gustó. No quería ser obispo, de hecho, tuvieron que convencerle. Después el Papa Pablo VI le nombró arzobispo de Munich. Cuando Juan Pablo II le llamó a Roma, sacó toda una serie de motivos para quedarse en Baviera, pero una vez más alguien le convenció. Esta vez fue el mismo Papa quien tuvo que convencerle: “Munich es importante, pero Roma es más importante”.
Al final, soñaba con retirarse, para pasar más tiempo con su hermano y escribir libros, pero fue elegido papa. Esto me ha recordado las palabras que le dirigió nuestro Señor a san Pedro: “Otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras” (Juan 21,18). Fue una profecía que se cumplió con el martirio del príncipe de los apóstoles. Pero de todos modos describe muy bien lo que le sucedió a Joseph Ratzinger. Si uno analiza su vida, puede ver como “alguien” le preparó para el ministerio petrino desde el inicio. ¡Todo es obra de Dios!
Otra sorpresa ha sido la de ver la oposición incondicional de su familia a los nazis, desde el inicio. El padre de los muchachos, que también se llamaba Joseph Ratzinger, era un lector asiduo, quizá incluso suscrito, de la publicación católica más anti-nazi, “Der gerade Weg” (El camino derecho), cuyo redactor, Fritz Michael Gerlich, fue uno de los primeros mártires católicos de la Alemania nazi. Ratzinger padre era comandante de la policía de una pequeña ciudad, Tittmoning, y sufrió graves dificultades ya antes de la llegada al poder del nazismo, pues había provocado la suspensión de varios encuentros de nazis y se había confrontando con las SA nazis en varias ocasiones. Al final, se vio obligado a dar un paso atrás en su carrera y a continuar su servicio en un pequeño pueblo, Aschau.
La entrada de Georg y Joseph al seminario, su decisión de hacerse sacerdotes, representaba en aquella época un claro rechazo del nazismo, que se oponía fuertemente a la Iglesia. Fueron ridiculizados y discriminados a causa de esta decisión, pero siguieron su conciencia. El papá de los Ratzinger, que en la época sólo vivía a causa de una pobre pensión, rechazó las ventajas económicas de quienes adherían al partido nazi. El adolescente Joseph Ratzinger logró no participar en la Juventud hitleriana, aunque era obligatorio, según la ley alemana, entrar en esta organización. Simplemente no acudió, y cuando fue obligado a ser soldado desertó y se libro de milagro del arresto y la horca prevista para los desertores.
–¿Qué lugar tiene la música en la vida de Georg? ¿Y en la de Joseph?
–Hesemann: La música siempre tuvo un papel importante en la vida de la familia Ratzinger. Su padre no sólo cantaba en el coro de los chicos de su parroquia, sino que además tocaba el zither, una cítara popular de la música típica de Baviera. La madre, que en una época había sido ama de llaves de un director de orquesta, estuvo en contacto con la música clásica siendo joven. De este modo, cuando Georg descubrió su enorme talento musical, contó con el aliento de sus padres. Estaba fascinado por un hombre que tenía un armonio, de modo que su padre le compró uno y lo tocaba tan bien que, cuando sólo tenía diez años, el párroco le pidió que lo tocará durante la misa para los muchachos, en semana.
Joseph compartía su amor por la música y recibió clases tanto de armonio como de piano. Todavía hoy, siendo Papa, toca el piano, cuando saca algo de tiempo. Le encanta la música clásica, en particular Mozart. Los jóvenes Ratinzger lograron ir en una ocasión al festival de Salzburgo y escuchar un concierto importante. Hoy, cuando Georg Ratzinger va a ver a su hermano, el Santo Padre le pide que toque el piano, lo que realmente le encanta.
–¿Podría describir el alma de Georg Ratzinger?
–Hesemann: Todo encuentro con él ha sido realmente muy hermoso. Tiene un corazón de oro. En poquísimas ocasiones he visto a un hombre tan humilde, tan amable y afable como él. Al mismo tiempo me ha impresionado su memoria, algo que comparte con su hermano. Es un gran hombre y ciertamente no es sólo “el hermano del Papa”, pues ha hecho una carrera excepcional por su cuenta como director del coro juvenil Gorriones de la Catedral de Ratisbona (en alemán Regensburger Domspatzen), conocido en todo el mundo. Ofrecen conciertos en Japón y en los Estados Unidos, y en otras muchas partes del mundo. También es un compositor de talento. Pero ante todo es un auténtico caballero y un sacerdote de gran corazón, con una fe profunda en Dios y a
gudo y sano sentido del humorismo.
Por Jesús Colina