Un beato libanés tras las huellas del Pobrecillo de Asís

Las reliquias de Abouna Yacoub, expuestas en la Iglesia maronita de Roma

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Por Robert Cheaib

ROMA, lunes 25 junio 2012 (ZENIT.org).- «Abouna [= “padre” en libanés, ndr] Yacoub refleja el auténtico rostro del Líbano. Hoy oramos por su intercesión y la de los santos del Líbano para que Medio oriente vuelva a ser modelo de convivencia pacífica». Estas son las palabras del corobispo Tony Gebran, capellán de la misión de cura de almas de la Iglesia Maronita en Roma, durante la misa del domingo 24 de junio en la Iglesia de san Marón en Puerta Pinciana.

La celebración de la Eucaristía de ayer vio también la bendición con las reliquias ex ossibus del beato libanés, donadas a la iglesia de San Marón por la congregación de las Francisvanas de la Santa Cruz del Líbano, fundada por el mismo Abouna Yacoub, fraile capuchino nacido en Ghazir en Líbano en 1875 y muerto el 26 de junio de 1954 (el 26 de junio es el día de su fiesta litúrgica).

Gebran, que es también representante legal del Patriarcado Antioqueno Maronita en Roma, habló durante su homilía de las varias obras de caridad realizadas por el padre Yacoub, en un periodo de gran pobreza que vio graves problemas de hambre, sobre todo durante las dos guerras mundiales.

Recordando la increíble energía que animaba al beato, el prelado habló de las varias instituciones importantes en Líbano que se remiten a Abouna Yacoub, el cual fundó numerosos «conventos, hospicios, escuelas y hospitales, el más célebre de los cuales es seguramente el hospital de la Cruz, en Jal el-Dib, instituido en 1930, sin olvidar el hospital de San José de Dora (1949), Nuestra Señora de Puits (1941), Cristo Rey (1950), las escuelas de Broumana y Deir el-Kamar».

Interpretando el ímpetu espiritual que movió al fraile hacia esta actividad de caridad concreta, Gebran dijo: «Fue a buscar el rostro de Jesús en los pobres». El secreto de Abouna Yacoub fue su amor por Jesús crucificado y marginado. Fue un hombre que «plantó la cruz en todos los lugares donde estuvo».

Gebran habló también de la obra dirigida especialmente a los sacerdotes ancianos y enfermos a los cuales el capuchino incansable dedicó el convento y gran santuario de Cristo Rey, explicando que «el monumento fue erigido donde todos los reyes antiguos dejaron el sello de su dominio, signo de la dominación del Sol levante. Y así Abouna Yacoub quiso dejar el signo de Cristo Rey del universo cuyo reino no es pasajero como los reinos del mundo».

Gebran relacionó la figura del beato con la figura de pobrecillo de Asís: «Tras las huellas de su padre espiritual, san Francisco de Asís, Abouna Yacoub vivió la dimensión de la caridad no ahorrando ningún esfuerzo, ningún carisma espiritual, ningún don literario, y así todo el Líbano ha conocido su dinamismo pastoral».

El prelado explicó que el carisma del beato capuchino sigue vivo en la obra de sus hijas espirituales las Franciscanas de la Cruz del Líbano.

La misa fue seguida por la bendición con las reliquias del santo y toda la congregación recitó una oración escrita por el beato de sabor típicamente franciscano.

Al margen de la celebración, la madre Jeanne d’Arc, superiora de la comunidad de las Franciscanas de la Cruz presente en Roma, subrayó a ZENIT la actualidad del carisma de Abouna Yacoub, un carisma de dedicación a los pobres, a los sacerdotes ancianos y enfermos y a la educación de los muchachos.

La religiosa explicó que la comunidad, fundada en 1930, actúa principalmente en el Líbano, Egipto y Jordania en un contexto multirreligioso donde «más de la mitad de los asistidos en los hospitales pertenecen a otras religiones».

La madre Jeanne d’Arc explicó que la congregación franciscana está presente también en Roma donde ofrece un servicio de hospitalidad a los peregrinos, además de un internado para estudiantes.

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ZENIT Staff

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