Debería existir un organismo pontificio con autoridad sobre la música litúrgica

Entrevista a Valentí Miserachs, maestro de capilla de Santa María la Mayor en Roma

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Por H. Sergio Mora

ROMA, domingo 11 noviembre 2012 (ZENIT.org).- El maestro de capilla de la basílica de Santa María la Mayor en Roma, el catalán Valentí Miserachs, es uno de los ganadores del premio ¡Bravo 2012! de la Conferencia Episcopal Española, junto a otro español, el maestro Pablo Colino, maestro de capilla de la basílica papal de San Pedro.

ZENIT entrevistó ya al primero de los dos galardonados (http://www.zenit.org/article-43500?l=spanish) y se propone ahora conversar con este segundo español en la ciudad eterna.

La música, indicó monseñor Miserachs, es fundamental para la nueva evangelización y confesó que entre sus deseos figura el de una institución en Roma, con autoridad, que pudiera proponer las músicas mas apropiadas para cada período del año litúrgico. Lo afirmó en la entrevista que concedió a ZENIT y que les proponemos a continuación.

¿Por qué el coro de Santa María la Mayor se llama Capilla Musical Liberiana?

–Mons. Miserachs: Porque fundada por el papa Liberio en el siglo cuarto. De hecho de esta basílica primitiva no queda nada, pues la actual es del siglo quinto, realizada para festejar la maternidad de la Virgen. Tomó el nombre del papa Liberio que, tras el milagro de la nieve en agosto, construyó la basílica a la Virgen que tomó su nombre, y de allí el título del coro, capilla liberiana, por la basílica.

¿Hace cuánto que está en Roma y por qué motivo vino?

–Mons. Miserachs: Estoy aquí desde hace 50 años, primero como estudiante, y ya en 1973 como auxiliar del maestro Bartolucci, si bien, ocupándose de la Capilla Sixtina, ya en el 1977 me dejó como responsable único de la capilla Liberiana.

Llegué a estudiar teología. Después de cuatro años mi obispo me dijo que me daba otros cuatro para el Instituto de Música Sacra. Pasados estos, cuando fui a despedirme de mi maestro, director de la capilla Julia en San Pedro, Armando Renzi, me dijo: ¿No ha comprendido que tiene que quedarse aquí en Roma? Me indicó que iba a ser el segundo organista de la basílica de San Pedro. Y mi obispo dijo: “Si lo piden en Roma no me voy a oponer al Espíritu Santo”, y así me he quedado.

¿Dos españoles que se ganan el premio ¡Bravo!, y la motivación?

–Mons. Miserachs: Lo de dos españoles es pura casualidad. Y la motivación, quizás sea porque cuando aquí en Roma tuvo lugar la proclamación de san Juan de Ávila como doctor de la Iglesia, la Conferencia Episcopal Española, además de la misa en San Pedro en la que monseñor Colino escribió un himno en honor de san Juan de Ávila, a mi me encargaron aquí en Santa María la Mayor unas vísperas solemnes, y las compuse por entero, incluido el himno de las vísperas.

Además tocó el sexteto de instrumentos de viento, el órgano, todo muy solemne, y creo que eso fue el detonador del premio.

¿Le conocían por la Capilla Liberiana?

–Mons. Miserachs: En realidad más que por maestro de la Liberiana me conocen por haber sido hasta hace un mes atrás el director del Pontificio Instituto de Música Sacra, con sede oficial en Piazza Sant’Agostino, con su gran órgano, restaurado gracias también a los fondos de Cataluña. Aunque la sede didáctica está en via di Torre Rosa, enfrente del Colegio Español.

El coro de la Liberiana ¿cómo nace?

–Mons. Miserachs: En el siglo sexto, con San Gregorio Magno, la Schola Cantorum Romana cantaba en todas las basílicas. En cambio las Capillas, como las conocemos ahora, la Julia de San Pedro, la Pía de San Juan de Letrán, la Liberiana de aquí y la Sixtina que sigue las ceremonias del papa, son polifónicas y nacen en el Renacimiento, cuando regresaron los papas de Aviñón. Desde aquella ciudad en donde la polifonía estaba muy desarrollada vinieron también los cantores flamencos [de Flandes].

O sea que existe desde el Renacimiento

–Mons. Miserachs: Ininterrumpidamente la capilla ha funcionado, excepto tres o cuatro años durante la ocupación francesa. Soy el maestro número 33 y actualmente tenemos unos treinta cantores. Cantamos todos los domingos y fiestas a las 10 horas en la misa solemne, además en las vísperas, realizando unos cien servicios al año. Un grupo canta las vísperas de cada domingo y anima la misa de las seis de la tarde y del mediodía.

¿Qué distingue la música sacra de la no sacra?

–Mons. Miserachs: Primeramente el texto; el mismo Bach adaptaba textos sacros a músicas profanas sin mucha dificultad, más difícil hubiera sido con las suites de danzas. Hay que distinguir la música sacra de la música litúrgica, en la primera están los oratorios y las cantatas, como por ejemplo “El Mesías” de Haendel. La música litúrgica es la que está destinada a la liturgia.

¿Cuál es la función de la música sacra en la liturgia?

–Mons. Miserachs: No es un añadido de la liturgia, es parte integrante de la misma, tiene que cantarla el sacerdote, el obispo; y aunque no supiera cantar tenía que cantar. Recuerdo que el papa Pablo VI era desafinado, pero cantaba.

¿Qué características le son propias?

–Mons. Miserachs: La música litúrgica tiene que tener tres características: primero la santidad y hasta la gente más sencilla se da cuenta. Y por esto muchas iglesias están vacías, no quieren escuchar, piensan que tocando guitarra van a atraer a la juventud. Después la bondad de formas, que sea arte de verdad, aunque sencilla, pero tiene que ser arte. Y la tercera la universalidad, que sea apta para todos. Y no misa para niños, abuelos, esto o aquello.

¿Y el canto gregoriano?

–Mons. Miserachs: Por ejemplo, un concierto de canto gregoriano está bien pero su contexto es la liturgia. Del canto gregoriano nació la polifonía, si bien antes era más bien una exhibición de virtuosismo como hacían los flamencos, mezclando los textos sin preocuparse mucho del culto del Señor. A tal punto que se decía que el Concilio de Trento lo iba a suprimir. En cambio en Trento dijeron sí a la polifonía pero purificada.

O sea que se llega a lo polifónico

–Mons. Miserachs: Sí, y después al barroco que volvió a la exaltación del hombre, y después la ópera llegó a ser también la música de iglesia. Fue entonces cuando intervino el papa san Pio X en 1903. Y en ese contexto, en 1911 fundó el Instituto de Música Sacra.

¿Y las cantatas?

–Mons. Miserachs: En los países anglosajones aún hoy se canta bajo la influencia de lo que hizo Lutero, porque además de traducir la Biblia en alemán y a los idiomas vernáculos nacieron los repertorios de música sacra que llaman corales y los mantienen.

¿Y en lo países latinos?

–Mons. Miserachs: En cambio nosotros en los países latinos no habíamos hecho nada y empezó así a salir gente improvisada que confundió la música sacra con la ligera. Si bien la ópera era música de teatro sin ningún sabor religioso, al fin y al cabo era música bien hecha. Ahora lo que se canta a veces no es ni siquiera música.

Si está mal hecha no es música y para que pueda ser música litúrgica primero tiene que ser música.

El Vaticano II fue claro, ¿verdad?

–Mons. Miserachs: El concilio, en su doctrina no hace más que reforzar lo que dijo san Pío X. Ha sido no una mala interpretación, sino una no aplicación de lo que dijo. Si usted agarra el capítulo sexto en la constitución de liturgia dice lo contrario de mucho de lo que está haciendo la gente hoy.

Después de 50 años de experiencia ¿qué le gustaría ver?

–Mons. Miserachs: Mi experiencia constata que
hay una anarquía total en este campo. Creo debería existir un organismo pontificio con autoridad sobre la música litúrgica, que indicara el buen proceder a cada diócesis, a cada conferencia episcopal y a quienes tienen su sección de música. Y con autoridad para decir eso sí y esto no es posible. Contrariamente cada uno hace lo que quiere y cada párroco se cree un papa.

¿Y sobre la música en los seminarios?

–Mons. Miserachs: Sobre la música en los seminarios, hay que lamentar una casi total ausencia de estudio no solo de la música sacra, sino de la música tout court. Ya quedan pocos seminarios, con pocos seminaristas (por lo menos en Europa), y su estructura ya no es la de riguroso internado, como en nuestros tiempos, cosas todas que facilitaban el estudio y práctica de la música. El problema de base es que no se considera la música litúrgica como algo verdaderamente serio e importante, bastan unos rasgueos de guitarra. Sería necesario un cambio de mentalidad, una «conversión» al verdadero espíritu de la Iglesia.

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ZENIT Staff

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