''No se quién es Jesús pero te conocí a ti, se que eres bueno y por lo tanto también Él''

Entrevista con el capellán de barco de crucero padre Emmanuele Iovannella

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Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 23 noviembre 2012 (ZENIT.org).- En el cuarto día de trabajo del XXIII Congreso Mundial del Apostolado del Mar que se realiza en el Aula del Sínodo, se habló también de dos temas muy diversos: los cruceros y la piratería. El sacerdote italiano Emanuele Iovannella, capellán de una nave de crucero tuvo una conferencia sobre el tema.

Terminada la jornada, los participantes se retiraron a la residencia Tra Noi, situada a pocos minutos del Vaticano. Es difícil poder imaginar una multietnicidad tal como la que allí estaba presente, los había de todos los continentes y países, razas e idiomas. Estaba también el capellán de la naufragada nave Concordia en la isla del Giglio, aún visiblemente afectado por los trágicos momentos vividos.

ZENIT entrevistó a un franciscano, el padre Emanuele Iovannella, capellán de otra nave de la misma empresa Costa, que nos contó dos testimonios y algunos particulares que aquí ofrecemos.

¿Qué es un capellán a bordo? ¿La Costa Cruceros es la única empresa que los tiene?

–Capellán Iovannella: En Europa sí, sólo la Costa. En cambio, diversas empresas americanas los tienen. Soy capellán del Apostolado del Mar, no es un trabajo considerado como tal sino una misión. Somos también trabajadores marítimos visto que compartimos la vida a bordo. Es una llamada a un servicio porque la tripulación que vive en estas naves tienen contratos de seis u ocho meses, lejos de sus familias, hijos, afectos y países. Y en este tiempo los más débiles sufren una crisis y el capellán, además de su actividad netamente espiritual, tiene un rol en cuanto al bienestar, la calidad humana y la espiritualidad en el trabajo.

O sea que no solamente administran los sacramentos

–Capellán Iovannella: De hecho además de capellanes a bordo somos oficiales del welfare (bienestar social). Esto se concretiza en la atención que el capellán debe poner para que las personas logren convivir juntas. Imagínese que en una nave de crucero son unas cuatro mil personas, y más de mil de la tripulación provienen de 35 países, de diversas religiones y culturas. Motivo por el cual el capellán tiene que tratar de lograr un ambiente humano, acogedor y de respeto recíproco.

¿Cómo es visto en el barco un capellán?

–Capellán Iovannella: El capellán es visto de una manera extraordinaria, porque no es el clásico cura que está en parroquia sino que está con ellos las 24 horas, codo a codo. Y es visto como uno de ellos que vive las problemáticas de la nave y del trabajo. Me gusta subrayar un aspecto: el valor de esta presencia.

¿Casos significativos que haya vivido?

–Capellán Iovannella: Recuerdo cuando un trabajador marítimo filipino de 28 años, recibió una noticia dramática: por teléfono le dijeron que apenas había muerto su esposa encinta. Le vi desesperado, le acerqué a mi oficina, le permití llamar por teléfono, etc. Estábamos en navegación y por lo tanto no podía desembarcar. Le pedí al capitán que en estos días no le hiciera trabajar y le estuve cerca. Él estaba a bordo solamente desde hacía un mes y por lo tanto sin dinero. Hice una colecta a bordo y recibimos más de lo que pensaba. En las Filipinas se casan muy jóvenes y este trabajador allá tenía tres hijos y se preguntaba cómo iba a hacer para enfrentar la situación. Por internet llamé al provincial franciscano de mi congregación en Filipinas y le pedí que hiciera entrar a los hijos del trabajador en un instituto, de manera que después pudiera regresar a trabajar para mantenerlos. Dos meses después me escribe un mail agradeciéndome e indicándome que estaba volviendo para embarcarse.

¿Los filipinos son católicos, pero con los otros?

–Capellán Iovannella: Como testimonios no somos solamente capellanes para la parte católica. Claro, soy un cura católico pero a bordo tenemos a hindúes, protestantes, etc.

Un joven hindú, responsable de su comunidad de hindúes una vez me pidió si podía ayudarlo para sus festividades. Me dispuse y le ayudé. Unos meses después vino a mi oficina, cerró la puerta y me dijo: “Estoy desembarcando y antes de irme quería agradecerle”. El hombre me señala la imagen de Jesús que tengo en mi escritorio y me dice «no lo conozco a él, pero te conozco a ti y veo que eres una persona buena, y puedo saber que también Él lo es». En ese momento se quita los zapatos se inclina y me besa los pies. Yo me quedé petrificado. Después me indicó: «En Indonesia hacemos así con nuestros padres para desearles larga vida».

¿Y las actividades religiosas a bordo?

–Capellán Iovannella: Todos los días se celebra la misa para los pasajeros y tripulación y con las personas que cotidianamente vienen a misa tenemos encuentros extraordinarios. Hay diáconos, ministros de la eucaristía, gente que vive la fe, etc. Y además los tripulantes se abren con los capellanes, indicando sus dificultades.

¿Qué significa el encuentro con estas personas?

–Capellán Iovannella: Me enriquece –y es verdad- porque a veces es más lo que recibimos que lo que damos, porque estos jóvenes están lejos de su casa, con la esperanza de crearse un futuro mejor y viviendo a bordo tanto tiempo. Para ello el capellán pasa a ser un hermano, un padre, porque la vida de abordo es frenética y el capellán está en los diversos momentos trata de volver la estadía lo más serena posible.

El tema de su conferencia es: “Jesús se acercó a ellos y caminaba con ellos” ¿por qué?

–Capellán Iovannella: El capellán hace una acción tremendamente humana, rinde visible la presencia de Cristo en el barco. Por eso escogí este tema: “Jesús se acercó a ellos y caminaba con ellos”. El capellán es el que camina con los hombres, porque no habla desde arriba sino que vive la problemática de la nave y creo que esto sea un testimonio particularmente creíble. El ministro que predica a Cristo desde un púlpito hace el bien, aúnque a bordo ellos te observan, te miran, hacen como si no te vieran pero saben todo. Si tu eres signo de unión y comunión «pan partido» teniendo una sonrisa, y te vuelves ocasión de ayuda concreta, eres una encíclica de vida.

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ZENIT Staff

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