Entre las características del beato Santiago Alberione, ocupa sin duda uno de los primeros lugares la adhesión a las directrices de la Iglesia y del papa. Una adhesión de la que nació una relación especial que marcó la vida y la misión del fundador, pero también la de su familia religiosa.
Para los católicos, la comparación entre las distintas figuras de los papas no tiene sentido, pues están convencidos de la presencia del Espíritu de Dios que guía a su Iglesia, y le da siempre la persona adecuada para responder a los desafíos de cada momento histórico. Sin duda, recientemente la presencia del papa Francisco a la cabeza de la Iglesia católica ocupa un lugar destacado en los periódicos, incluso laicos, de todo el mundo. Se podría decir que en este momento hablar del papa está de moda.
Condescendemos con esta “moda” en la conmemoración del 129 aniversario del nacimiento de beato Santiago Alberione, evocando su especial relación con los diversos papas de su vida, una relación casi siempre significativa, caracterizada por la gran veneración del fundador hacia el papa, y la presencia benéfica de este en la persona y en la obra de este profeta de los medios de comunicación. En 1953 escribió el padre Alberione: “El papa es el gran faro que Jesús ha encendido a la humanidad de todos los siglos. Los primeros miembros emitían un cuarto voto, ‘obediencia al papa en cuanto al apostolado’, puesto al servicio del vicario de Jesucristo”. Cabe señalar que este cuarto voto, por voluntad del padre Alberione se recuperó después y actualmente lo emiten todos los miembros de la Sociedad de San Pablo.
Por su parte, el padre Alberione sacó siempre y con abundancia de las enseñanzas pontificias los estímulos para la espiritualidad y la misión paulinas y tuvo el gozo de ser recibido con bastante frecuencia por los pontífices. En el “Testamento” que dejó a toda la Familia Paulina, escribió: “Siento, ante Dios y ante los hombres, la gravedad de la misión que el Señor me ha encomendado… Estamos fundados sobre la Iglesia y el Vicario de Jesucristo, y esta convicción inspira confianza, alegría, coraje”.
Un solo corazón ante los papas
León XIII (1878-1903). Siendo aún estudiante, como él mismo escribiría en 1953 en sus apuntes “autobiográficos” (Abundantes divitiae gratiae suae), el joven Alberione había comprendido las preocupaciones del papa sobre las cuestiones sociales, la libertad religiosa, el planteamiento cristocéntrico, la apertura a las nuevas formas de apostolado… Todas características que marcaron fuertemente el carisma paulino y sus diversas expresiones apostólicas.
Pio X (1903-1914). En los apuntes arriba aludidos se lee: “Pío X aparecía y se presentaba con una luz fascinante: el nuevo Jesucristo visible en medio de las multitudes”. Mientras que en un recorte escribía: “A León XIII, ideal constructor, le había sucedido el pontífice de la práctica”. Estas observaciones demuestran el cariño y también el esfuerzo mental con que el padre Alberione se aproximaba a aquellas figuras de pontífices del tiempo de su formación.
Pío XI (1922-1939). Con el fin de superar las numerosas dificultades burocráticas para obtener la aprobación de su fundación, el padre Alberione presentó directamente al papa su proyecto. El 1 de mayo de 1923, escribía a Pío XI: “Esta es nuestra humildísima plegaria: ser corregidos, guiados, aprobados; nuestra alegría consiste en vivir vinculados a vos, Santo Padre, obedeceros en todo, ser íntimamente vuestros, hasta el último aliento”. Y fue precisamente este papa quien desbloqueó la situación y abrió la puerta a la aprobación de la Sociedad de San Pablo y más adelante a la de las Hijas de San Pablo, con su respuesta: “Nos, queremos una Congregación religiosa para la buena prensa”.
Pío XII (1939-1958). Conseguido el Decretum laudis de la Santa Sede, el 10 de mayo de 1941 el padre Alberione escribió: “Si la Iglesia nos ha acogido y aprobado, nosotros le tendremos un amor especial a ella y al papa”. Y el 12 de julio de 1941, junto con su vicario general, el beato Timoteo Giaccardo, acudió a dar las gracias al papa. Después de la audiencia, escribió: “No sé si es posible a un hombre reproducir mejor la amabilidad del Divino Maestro, hasta ese punto el santo padre me pareció ensimismado en Jesucristo. El 20 de junio de 1957, con ocasión de las bodas de oro sacerdotales del padre Alberione, Pío XII le envió una carta de agradecimiento por sus servicios a la Iglesia.
Juan XXIII (1958-1963). “Es el gran don de Dios a la Iglesia. Es el pontífice que la Providencia ha querido para los tiempos y las necesidades actuales… Ante él, vicario de Cristo, nos inclinamos como ante quien él representa y del que hace las veces en la tierra… A él como paulinos le profesamos filial condescendencia a cualquier deseo”, escribió el padre Alberione. El 19 de octubre de 1961, recibió una carta apostólica de Juan XXIII, con la que el pontífice recordaba los 25 años del traslado de Alba a Roma de la Sociedad Bíblica Católica Internacional. El 19 de febrero de 1963 el mismo papa Juan envió al padre Alberione un breve con el que elevaba a Unión Primaria la Pía Unión “Oración, sufrimiento y caridad por todas las vocaciones”.
Pablo VI (1963-1978). Este pontífice conocía a fondo el espíritu y las actividades de la Familia Paulina y “veneró” realmente a su fundador. Pero igual era la veneración del padre Alberione hacia Pablo VI, el papa del Concilio. El 10 de abril de 1964, fue recibido en audiencia privada por Pablo VI, y el 28 de junio de 1969, durante el segundo Capítulo general de la Sociedad de San Pablo, en una conmovedora audiencia especial concedida a la Familia Paulina, le confirió la Cruz Pro Ecclesia et Pontifìce. En aquella ocasión, Pablo VI trazó un sintético y magnífico perfil suyo, en el que, entre otras cosas, dijo: “Ahí lo tenéis: humilde, silencioso, incansable, siempre alerta, siempre recogido en sus pensamientos, que corren de la oración a la acción, siempre atento a escudriñar los ‘signos de los tiempos’, es decir, las formas más geniales de llegar a las almas… Nuestro padre Alberione ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para dar fuerza y amplitud a su apostolado, nueva capacidad y nueva conciencia de la validez y las posibilidades de su misión en el mundo moderno y con los medios modernos”. El 26 de noviembre de 1971, Pablo VI visitó al padre Alberione una hora antes de su muerte en la Casa General, en Roma. Era el sello de oro de la intensa, larga y benéfica relación entre el sucesor de Pedro y el beato Santiago Alberione.
Hoy, como ayer, la Sociedad de San Pablo y toda la Familia Paulina desarrollan su misión en íntima comunión con el papa, colaborando y apoyando, con sus varias formas de apostolado, las iniciativas y las directrices del santo padre a favor de la Iglesia, teniendo presente que, según la inspiración del beato Santiago Alberione, estamos al servicio de la parroquia del Papa, pues “nuestra parroquia es el mundo”.
*El padre José Antonio Pérez es el postulador General de la Familia Paulina