Durante una cena con líderes de diferentes religiones en Nagasaki en el 68 aniversario del bombardeo nuclear, el cardenal Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, ha pronunciado un discurso en el que ha definido la segunda bomba atómica del 9 de agosto de 1945 en Nagasaki como una "terrible herida infligida" en el pueblo de Japón y toda la familia humana.
Recordó el cardenal que "según la creencia católica, Dios creó al hombre para la vida, la libertad y la felicidad. Obviamente, esto es lo que cada uno de nosotros quiere profundamente".
Sin embargo, ha proseguido el purpurado "nuestro destino aquí en la tierra, la mayor parte del tiempo, parece que no consiste en la libertad y la felicidad, sino en el sufrimiento. Confundidos y desanimados, tenemos la tentación de pasar por el sufrimiento como castigo o pena, como un cruel destino. Tal sufrimiento sin sentido con el tiempo nos puede derrotar".
Por eso ha recordado las palabras del beato Juan Pablo II en Japón en 198 que nombró el sufrimiento causado por la guerra, en concreto por la bomba atómica, "como fruto del pecado humano y el resultado del trabajo del demonio".
"En lugar de excluir a los que están privados, vamos a satisfacer sus necesidades. En vez de evitar los que sufren, vamos a acompañarlos. En vez de lamentarnos por lo que sufrimos, vamos a ofrecerlo por los demás. En lugar de esconderse de los problemas de hoy, vamos juntos con valentía a abordar las situaciones y estructuras sociales que causan la injusticia y los conflictos. La paz y la supervivencia de la raza humana irán adelante unidas indisolublemente con el progreso, el desarrollo y la dignidad de todas las personas" ha exhortado el cardenal Turkson.
Así mismo recuerda que hace cincuenta años, el papa Juan XXIII publicó su encíclica Pacem in Terris, "instando a que la paz se construya sobre bases sólidas". Papas posteriores no han dejado de recordar al mundo que "la paz es inclusiva e indivisible: un segmento de la población no puede disfrutar de la paz, mientras que otros sectores están sufriendo la exclusión, la miseria, la injusticia y la violencia", ha añadido.
Para finalizar su discurso, el presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz ha invitado "a cada uno de nosotros y a nuestras comunidades de fe, a honrar la memoria de Nagasaki, colaborando en la solidaridad para construir la verdadera paz".