El padre Hurtado, apóstol de los pobres y jóvenes de Chile, será canonizado

Se promulga el decreto que atribuye un milagro a su intercesión

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 19 abril 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II firmó este lunes el decreto que confirma un milagro atribuido a la intercesión del padre Alberto Hurtado, s.j. (1901-1952), considerado como una de las figuras más destacadas en la historia de la Iglesia católica en Chile, último requisito que faltaba para su canonización.

El Santo Padre fijará en un próximo consistorio la fecha de la ceremonia de proclamación de su santidad, probablemente a principios de 2005, según fuentes del episcopado chileno.

El milagro atribuido a la intercesión del sacerdote jesuita fue experimentado por la joven chilena Vivian Marcela Galleguillos Fuentes, quien en 1996, cuando tenía 16 años, resultó gravemente herida a causa de un accidente automovilístico en la Quinta Región.

La muchacha sufrió un daño neurológico calificado de irrecuperable por los médicos, quienes la desahuciaron tras una intervención quirúrgica.

El vicepostulador de la causa de canonización, el padre Jaime Correa, s.j., revela que «estuvo semanas en coma y sus familiares le encomendaron su recuperación al padre Hurtado. Y se mejoró. No tuvo secuela alguna». Los exámenes médicos que así lo atestiguan han sido hechos por médicos de Chile y de la Santa Sede.

Como ilustró al Papa en la ceremonia de promulgación del decreto de reconocimiento del milagro el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación, el padre Hurtado nació en Viña del Mar, en 1901.

«Tras la licencia en Derecho entró en la Compañía de Jesús –añadió–. Sacerdote lleno de fervor y de espíritu de iniciativa, se dedicó al apostolado entre los jóvenes y a la enseñanza. Fue asistente de la Acción Católica y fundó «El Hogar de Cristo» para ayudar a los pobres sin techo».

Fallecido en 1952, fue beatificado por Juan Pablo II en 1994.

«En cada pobre descubría a Jesús –explica la biografía publicada por la página web de la Conferencia Episcopal de Chile –. Quería solucionar de inmediato los dramas que veía a diario, pero también buscaba las causas más profundas de la pobreza. Así tocó puertas, recolectó fondos y movió corazones para sacar adelante al Hogar de Cristo, donde cobijó a niños y viejos desamparados. Al mismo tiempo, estudió y viajó buscando respuestas modernas a los problemas sociales».

«Incansable –añade–, siguió ideando obras que ayudarán a construir una sociedad más justa : La ASICH, para crear un sindicalismo cristiano; la Revista Mensaje, para analizar la realidad desde el punto de vista de la Iglesia».

Murió a causa de un cáncer al páncreas, que le hizo decir: «¿ Cómo no estar agradecido de Dios? ¡Qué fino es Él! Todas mis obras han prosperado; en lugar de un muerte violenta me manda una larga enfermedad para que pueda arreglar tantos asuntos; me da gusto ver tantos amigos… verdaderamente Dios ha sido para mí un Padre cariñoso, el mejor de los Padres».

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ZENIT Staff

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