Cuando el calor húmedo de Roma se hace insoportable, estas audiencias de los miércoles suelen tener lugar en la sala Pablo VI del Vaticano. Sin embargo, dado que los más de 13.000 peregrinos presentes no hubieran tenido espacio en el recinto cerrado, el Papa aceptó que tuviera lugar al aire libre.
El Santo Padre se expuso de este modo a un esfuerzo terrible, difícil de soportar incluso para los mismos peregrinos presentes que abandonaron la plaza duramente probados por el calor.
En cuatro ocasiones, el Papa bebió agua para tratar de soportar mejor la prueba. Intervino en ocho idiomas y, tras sus intervenciones, permaneció en el atrio de la basílica de San Pedro, en pleno calor, para saludar personalmente a decenas y decenas de peregrinos.
Participaban, entre otros en la audiencia los cuarenta y cuatro arzobispos metropolitanos, acompañados de familiares y amigos, que el día anterior habían recibido el palio de manos del Papa.
El Papa debería abandonar el calor romano el próximo lunes para pasar unos días de vacaciones en los Alpes italianos.
Al regreso, el 17 de julio, Juan Pablo II se alojará en la residencia pontificia Castel Gandolfo, a unos 30 kilómetros de Roma, más fresca, en cuyo patio se celebrarán las audiencias de los miércoles, así como los encuentros dominicales con motivo del Ángelus.