El primer Cónclave de un cardenal (II)

O la ‘Universi Dominici Gregis’ al dedillo

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Todos hemos visto, querido Cardenal, que las ceremonias de apertura del Cónclave han estado impecables. La misa tan solemne, con una intención muy especial…, la elección de un pontífice. ¡Cuánto fervor, cuánta oración, tanta fe!

Imaginamos que usted añade ahora una emoción más a las eucaristías que le han tocado vivir, como aquella de su ordenación de presbítero o su primera misa… También tendrá en el recuerdo su consagración como obispo y, hace poco, cuando fue creado cardenal por el papa emérito Benedicto XVI. ¡…Y ahora el Cónclave de 2013!

Vimos que los momentos consecutivos, desde la Capilla Paolina hasta la Sixtina, incluida la procesión tan ordenada y exaltada con las letanías, salió como lo habíamos adelantado aquí en ZENIT, ¿verdad? Aunque diríamos que al primero en el orden de los cardenales Obispos, le faltó ensayar mejor lo que le tocaba, ¿o no?

Nos alegró que las cámaras de televisión hayan permitido ver el ingreso al recinto donde se elegirá al papa, la ubicación tan precisa de los sitios, así como los juramentos. No recuerdo si fue así en el 2005; fíjese que al igual que usted, este también es mi primer Cónclave como protagonista –yo de la noticia.

Pudimos ver hoy otros detalles que los mostraron muy humanos. No solo cómo pasan los años en algunos, sino también lo nervioso que estaban otros, especialmente por no equivocarse dos veces en el latín… La verdad es que –sin desvalorizar el latín y solo por esta vez–, hubiera sido más realista si cada uno juramentase en su propio idioma, ¡qué universal se hubiera sentido! Si saliera usted de papa, ¿lo podría poner a consideración…?

También nos alentó ver a tres cardenales bastantes disminuidos de salud, quienes con sus respectivos bastones, se acercaron con mucho esfuerzo para juramentar. Uno estaría tan adolorido quizás, que olvidó su esclavina colorada, presentándose solamente con el sobrepelliz blanco. ¿No habría acaso una en la Sacristía Pontificia para prestarle?

Todos a votar

Encerrados en la Capilla Sixtina, tendrán que cumplir con el mandato (divino) al que han sido convocados. ¿Qué se hará entonces desde ahora? Lo relataremos para quienes, como usted, quieren conocer la Universi Dominici Gregis y la Normas Nonnullas al dedillo…

Como dice la norma, hay tres momentos muy delimitados donde intervienen directamente los cardenales electores. A saber, una es la ‘pre-votación’, le sigue la ‘votación’ misma, para completar luego el proceso con la ‘post-votación’.

El primer día han votado, porque la mayoría lo vio conveniente, pues la norma deja entrever que es algo opcional… Vimos todos que salió una “fumata” negra; por lo tanto, no eligieron al pontífice, aunque sí se conoció por dónde se inclina la balanza, ¿no?

Un presbítero comentaba ayer que era increíble ver cómo, en pleno siglo XXI, donde la instantaneidad es el pan de cada segundo, los cardenales de la Santa Iglesia Católica Romana se comunican aún con señales de humo. Curioso, ¿no?

Para esta ‘votación’ y las que seguirán, han tenido que elegir tres ‘escrutadores’, tres ‘enfermeros’ y tres ‘revisores’. Antes de explicar los otros dos, diremos que quizás los enfermeros tuvieron la alta responsabilidad de ir con una urna hasta las habitaciones de aquellos cardenales que estén enfermos, e impedidos de llegar hasta la Capilla Sixtina. Allí escuchan su juramento, para luego traer al recinto del Cónclave los votos recogidos –-incluso escrito por los mismos ‘enfermeros’ u otro cardenal escogio por el enfermo, si este está incapacitado de hacerlo.

En el caso de los ‘escrutadores’, estos fueron elegidos entre los presentes (si sale uno que está enfermo, se sortea nuevamente –‘igual con los revisores’), y tienen la delicada tarea de asegurar el buen procedimiento de la votación. Por lo tanto deben coordinar para que los cardenales reciban las suficientes papeletas en blanco, para lo cual serán asistidos por los cerimonieri pontificios. Estos últimos dejarán luego a los electores solos, quien podrán así juramentar y votar en secreto, con libertad y transparencia.

Se añade a este momento, la advertencia a toda el aula para que distorsionen lo más posible su grafía, a fin de que –-como dice la norma–, nunca pueda reconocerse quién votó por quién…

Los primeros papables

Es obvio que al darse todas las condiciones para que se realice el acto de elecciones más esperado del último mes, procedieron a la votación misma. En esta fase, cumplieron su rol a plenitud también los ‘revisores’.

Cada cardenal –-en orden de precedencia (obispos, presbíteros y diáconos)–, se acercó con su voto doblado y a vista de todos, lo depositó en la urna, previo juramento ante Cristo en el que afirmaba “dar su voto a quien considera que debe ser elegido”. Así prosigue el proceso hasta que todos hayan depositado su voto, incluidos aquellos de los enfermos, si los hubo.

Como hemos visto hasta en los filmes, uno de los ‘escrutadores’ mezcló los votos y luego los extrajo para contarlos, pues antes de leer su contenido, tiene que confirmarse que el número coincida con el número de electores. Dice la norma que si esto no fuera así, se deben quemar todos los papeles y proceder a una nueva votación.

Digamos que sí coincidieron, así es que sigamos para adelante. Es entonces el momento de que el primero de los ‘escrutadores’ extrae uno a uno los votos, los lee en silencio, para pasarlos a la vez al segundo ‘escrutador’, quien habiéndolos leído los pasa al tercero.

Este último tiene la función de leerlo ahora sí en voz alta y lo anota en una hoja preparada para tal fin. Tiene que hacer a la vez malabares, porque debe “coser” los votos y luego anudar el manojo, a fin de que «se conserven mejor», dice la norma.

Es importante saber que cada cardenal elector encuentra sobre la mesa, una hoja para llevar su propio conteo, la cual tendrá que devolver al final de la votación para que se queme con los demás papeles. Como se ve, todo queda en casa…

¿Y hay votos nulos? La norma califica así a aquellos votos que vienen con más de un nombre escrito o cuando los ‘escrutadores’ encuentran dos votos pegados de la misma persona con nombres diferentes. Pero si en ambos votos «pegados», está escrito el mismo nombre, este es válido como un solo voto.

Si todo salió bien, entonces se pasó a la tercera parte, la ‘post-votación’, donde entrarán a tallar también los ‘revisores’.

Habemus papam (o non)

Fue así que en la última fase de la ‘post-votación’, los escrutadores sumaron todos los votos que cada uno de los papables obtuvo. Pero (siempre hay un pero), en el conteo de votos ningún cardenal obtuvo dos tercios de los votos…, lo que hicieron constar como tal.

Hasta aquí, ni nuestro cardenal ficticio, ni los demás electores pudieron estar seguros de nada, hasta que se supieran las cifras oficiales; aún así lo hubieran llevado escrito en las hojitas famosas…

Esto debido a que solo se puede cantar victoria –o no–, cuando los ‘revisores’ dan su última palabra. Y la dieron esta vez, y lo vimos todos a través de las “señales de humo”: non habemus papam.

Fueron los mismos escrutadores, quienes apoyados en el secretario del Colegio Cardenalicio y de los cerimonieri —llamados para tal fin–, los que procedieron a quemar los votos y demás papeles relacionados con la primera votación.

Como ha reseñado el padre Lombardi, portavoz vaticano, para obtener el humo blanco o negro, hoy se le añade unas gotas de algún material químico no especificado. Osea, otro “secreto bien guardado”…

Bajo siete llaves

¿Acaso podrán votar sin límite…? La norma ha previsto esto, es decir sobre la posibilidad de que
los cardenales electores no encuentren un papa a quien darle la confianza.  

Es claro lo que se dice, en el sentido de que si por tres días no llegan a elegir a un papa, el Cónclave debe suspenderse por un día para dedicarlo a la oración y al libre intercambio de opiniones entre los cardenales; estos escucharán también una breve exhortación espiritual del cardenal que sea el primero en el orden de los Diáconos.

Si al volver a votar, no obtuviera ninguno la mayoría después de siete escrutinios, se procederá a lo mismo, salvo que la exhortación la hará esta vez el cardenal que sea el primero en el orden de los Presbíteros. Y aunque nadie lo quisiera, pero si pasan otras siete votaciones y no hay nada, tendrán que conversar entre ellos de nuevo, rezar un poco más y esta vez escuchar al mayor de todos en precedencia, es decir al cardenal que sea el primero en el orden de los Obispos.

¡Y de nuevo a votar! Pero será la última que se podrá hacer de este modo, debido a que Benedicto XVI dejó los cambios hechos para no ir hasta el infinito… Esto con el fin de evitar que, como antaño, se les encierre a los cardenales sin comida ni agua hasta que eligiesen a un papa.

Continuará…

La primera parte del artículo en:www.zenit.org/es/articles/el-primer-conclave-de-un-cardenal

Para saber más:

Constitución Apostólica Universi Dominici Grecis: www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_22021996_universi-dominici-gregis_sp.html

Motu proprioNormas Nonnullas”: www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/motu_proprio/documents/hf_ben-xvi_motu-proprio_20130222_normas-nonnullas_sp.html

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José Antonio Varela Vidal

Lima, 1967. Periodista colegiado con ejercicio de la profesión desde 1989. Titulado en periodismo por la Universidad Jaime Bausate y Meza, de Lima. Estudios complementarios en filosofía, teología, periodismo religioso, new media y en comunicación pastoral e intercultural-misionera; así como en pastoral urbana, doctrina social de la Iglesia y comunicación institucional y estratégica, desarrollados indistintamente en Lima, Quito, Bogotá, Roma, Miami, y Washington DC. Ex jefe de oficinas de comunicación institucional en el sector público y eclesial. Asimismo, fue gerente de televisión de un canal y director de dos revistas impresas. Es articulista en publicaciones católicas de su país y del extranjero, entre ellas zenit. Actualmente colabora con los padres palotinos, presentes en el Perú desde el 2014.

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