Juan Pablo II: Un nuevo compromiso al servicio de la vida de todo ser humano

Palabras del pontífice durante su encuentro dominical con los peregrinos

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CIUDAD DEL VATICANO, 25 mar 2001 (ZENIT.org).- El misterio de Cristo, hecho hombre, que mañana celebran los católicos, debe llevarles a comprometerse más aún en la defensa de la vida de todo ser humano. Así lo exigió este mediodía Juan Pablo II al encontrarse con varios miles de peregrinos que rezaron con él la oración mariana del «Angelus», en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Ofrecemos a continuación el discurso pronunciado por el pontífice.

* * *

1. Hoy, 25 de marzo, es el día de la Anunciación del Señor, pero al coincidir con el cuarto domingo de Cuaresma, esta fiesta bien arraigada en la tradición del Pueblo de Dios se aplaza a mañana. De todos modos, podemos encontrar una significativa relación ente la liturgia de hoy, «domingo laetare», empapada de misericordia y gozo, y la solemnidad de la Anunciación. De hecho, mientras hoy ya casi experimentamos la luz y la alegría del misterio pascual, la solemnidad de la Anunciación nos remonta al manantial del gozo espiritual, que es la encarnación del Hijo de Dios.

Regresan a mi mente los intensos momentos de la celebración que pude presidir el año pasado, precisamente en este día, en la Basílica de la Anunciación de Nazaret. Con emoción profunda me arrodillé en la humilde gruta en la que María escuchó las palabras del ángel y pronunció su «fiat», ofreciendo su disponibilidad total a la voluntad de Dios.

2. De manera especial queremos dar gracias hoy a Dios por el don de la salvación, que Cristo ha traído al mundo con su salvación: «Et Verbum caro factum est – El Verbo se hizo carne». De la contemplación de este misterio todos los creyentes pueden sacar una nueva energía espiritual para proclamar y testimoniar sin descanso a Cristo, nuestra única salvación, y servir fielmente al «Evangelio de la vida» que él nos confía.

Ante la cultura de la muerte y ante los ataques que por desgracia se están multiplicando contra la vida del hombre, que nunca desfallezca el compromiso de defenderla en cada una de sus fases, desde el primer instante de su concepción hasta su ocaso. ¡Que la humanidad pueda experimentar una nueva primavera de la vida en el respeto y en la acogida de todo ser humano, en cuyo rostro brilla la imagen de Cristo!

Por ello recemos juntos a aquélla que es «palabra viviente de consuelo para la Iglesia en su lucha contra la muerte» («Evangeliun vitae», 105).

N.B.: Traducción realizada por Zenit.

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ZENIT Staff

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