NUEVA YORK, miércoles 14 de abril de 2010 (ZENIT.org).- Cuidar los nacimientos – fomentándolos y garantizando que se desarrollen en buenas condiciones sanitarias en todo el mundo – puede ayudar a salir de la actual crisis económica, afirmó este lunes el observador permanente de la Santa Sede ante la ONU.
El arzobispo Celestino Migliore intervino en Nueva York, en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, con motivo de la 43ª Sesión de la Comisión sobre Población y Desarrollo, sobre el tema “Salud, morbilidad, mortalidad y desarrollo”.
El prelado inició su discurso destacando la crisis demográfica como factor de la actual crisis económica.
“Dado que esta Comisión sobre Población y Desarrollo se reúne en medio de una crisis económica y financiera, haríamos bien en escuchar la creciente opinión entre los economistas de que las tendencias demográficas son parte del problema y no pueden pasarse por alto como una parte importante de la solución”, afirmó.
Monseñor Migliore constató que “la crisis demográfica, que en unas pocas décadas ha reducido las tasas anuales de crecimiento de la población de un 7% a un 1% en muchas partes del mundo, junto con el envejecimiento de la población, ha tenido efectos devastadores para la economía y la gobernanza”.
Y reconoció que “la corrección del déficit de población con constante inmigración no parece resolver los problemas ni siquiera a corto plazo”.
Ante esta situación, “las mismas políticas demográficas que llevaron a las tasas de crecimiento de población a niveles insostenibles necesitan ser revisadas y replanteadas con políticas sociales adecuadas para fomentar los nacimientos”, declaró.
La 43ª Sesión de la Comisión sobre Población y Desarrollo abordará los temas de la salud, la morbilidad, la mortalidad y el desarrollo. Los documentos para preparar estos temas se enfocan principalmente en la mortalidad materna.
Sobre estas cuestiones, monseñor Migliore recordó que “según las estadísticas de la ONU, hay aproximadamente medio millón de muertes maternas anualmente de las que aproximadamente el 99% ocurren en países en vías de desarrollo”.
“No sólo son las vidas de esas madres las que acaban en tragedia, sino que también las vidas de sus bebés empiezan en agitación”, alertó.
“Como consecuencia, la probabilidad de supervivencia de sus jóvenes niños desciende dramáticamente provocando la desintegración de sus familias y obstaculizando el desarrollo local”, añadió.
“Lamentablemente, esas muertes representan sólo la punta del iceberg -continuó-. Se estima que por cada muerte, treinta mujeres más sufren a largo plazo daños en su salud, como fístulas obstétricas”.
“Esas muertes de madres y bebés son todas más vergonzosas especialmente porque son fácilmente prevenibles y tratables”, afirmó.
El consenso de la comunidad obstétrica es que las madres necesitan cuidado prenatal esencial, personal cualificado en todos los partos y cuidado especializado para complicaciones potencialmente mortales, recordó el representante vaticano.
“Sin embargo -denunció-, los programas centrados en proporcionar los servicios que garanticen a las madres y a sus bebés sobrevivir al embarazo carecen de financiación suficiente”.
Monseñor Migliore también recordó que “la emigración de personas con conocimientos médicos y habilidades desde países en vías de desarrollo provoca la pérdida de mucha habilidad y de gente necesaria para mejorar los sistemas sanitarios en esos países”.
El arzobispo destacó que “los Gobiernos deben continuar dedicándose a las urgentes necesidades sanitarias infantiles en todo el mundo”.
Sólo en 2008, hubo más de 243 millones de casos de malaria que derivaron en más de 800.000 muertes.
Además, infecciones respiratorias tratables y evitables, enfermedades digestivas y estados ocasionados por una nutrición inadecuada continúan siendo las principales causes de muerte de niños en el mundo en desarrollo.
“Enfermedades que han sido eliminadas desde hace mucho tiempo en los países desarrollados continúan devastando niños en el mundo en desarrollo y es necesaria la solidaridad mundial para garantizar que los niños pobres tengan acceso a la medicación y la nutrición necesarias”, declaró.
En este sentido, indicó la importancia del compromiso de la sociedad civil y recordó la labor que realizan numerosos hospitales católicos en todo el mundo, atendiendo especialmente a los más marginados de la sociedad.
“Al vivir con y entre aquellos a los que sirven -concluyó-, esas organizaciones promueven la solidaridad en la comunidad y contribuyen a una comprensión única de las necesidades de la comunidad”.