CIUDAD DEL VATICANO, domingo 26 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Desde su estudio del Palacio Apostólico, asomado sobre la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI quiso unirse hoy a la reciente beatificación de tres sacerdotes alemanes decapitados en 1943 por el régimen nazi.
Se trata de Johannes Prassek, Eduard Müller y Hermann Lange (ver www.zenit.org/article-39722?l=spanish), sacerdotes católicos alemanes que fueron ejecutados por su oposición al nazismo, junto al pastor protestante Karl Friedrich Stellbrink en Lübeck (Alemania).
El Papa quiso mostrar su alegría por estas nuevas beatificaciones y por las de otros tres santos milaneses, al concluir el rezo del Ángelus: “¡Alabemos al Señor por estos testigos luminosos del Evangelio!”, exclamó.
Después, al dirigirse a los peregrinos de lengua alemana presentes en la Plaza de San Pedro, el Papa quiso saludar especialmente a los fieles de la archidiócesis de Hamburgo, recordándoles la trascendencia de este martirio.
El sufrimiento compartido por los tres sacerdotes católicos y el pastor protestante Stellbrink en la cárcel, hasta su ejecución, supone “un gran testimonio ecuménico de humanidad y esperanza”, subrayó el pontífice.
Especialmente, quiso recordar una cita de uno de ellos, Johannes Prassek, escrita en su celda: “Dios es tan bueno que me quita todo miedo y me da la alegría y el anhelo». Es “increíble”, subrayó el Papa, cómo “desde su celda muestra el cielo”, e invitó a los presentes a “dejarse contagiar” de esta alegría.
La ceremonia de beatificación tuvo lugar ayer en Lübeck (ciudad hanseática cercana a Hamburgo), presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y cuya homilía fue pronunciada por el cardenal Walter Kasper, según informa Radio Vaticano.
El cardenal Kasper, que fue hasta hace poco presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos, destacó especialmente en los nuevos beatos que durante su ejecución “no faltó nada, excepto el miedo de los que iban a morir”.
Con palabras conmovedoras, el purpurado quiso mostrar los últimos momentos de aquellos cuatro hombres, y especialmente sus últimas frases antes de morir, entre ellas la del luterano Stellbrink a su esposa: “Verdaderamente, no es difícil morir y confiarse a las manos de Dios”.
“Estos cuatro hombres – afirmó el cardenal Kasper – nos dicen qué significa ser un cristiano: estar donde está Jesús, vivir y morir con él”.
Los mártires de Lübeck, añadió, “nos demuestran que en ese momento [el régimen nazi, n.d.r] no estaban sólo los que seguían porque estaban cegados o los que participaban porque eran malvados; había también otra Alemania. Había cristianos valientes que no inclinaron la cabeza y que no se dejaron doblegar”.
También hoy, subrayó, “necesitamos hombres y mujeres de este calibre, porque los cristianos son hoy el grupo más perseguido en todo el mundo”.
En lugares como Occidente, “la persecución consiste como mucho en soportar que alguno tuerza la nariz, o que a veces se haga ironía y sarcasmo de los cristianos y de la Iglesia”. Sin embargo, concluyó, siguen haciendo falta “hombres y mujeres honrados, que no se acomoden, que en la libertad cristiana sean coherentes con su fe, que piensen, hablen y vivan de forma distinta”.
Las cartas de despedida de los mártires de Lübeck a sus familias, que nunca llegaron a sus destinatarios porque fueron confiscadas por el tribunal nazi que les condenó, pues las consideraban “peligrosas” por la confesión de fe y la alegría ante la muerte que contenían, se dieron por perdidas durante muchos años. Reaparecieron al abrirse los archivos de la RDA tras la reunificación de Alemania.
Pueden leerse (traducidas al español) en: www.luebeckermaertyrer.de/es/geschichte/abschiedsbriefe/index.html