Laicismo o laicidad

Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 6 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título «Laicismo o laicidad».

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Son recurrentes las quejas de que los obispos violamos el laicismo, cuando defendemos la vida y el matrimonio. Siguen machacando que pretendemos imponer el catolicismo a todos los mexicanos, lo cual es falso. Quisieran encerrarnos en las sacristías y en los hogares. Siguen resentidos contra la reforma del año 1992, que aligeró las injusticias religiosas de la Constitución de 1917.  

Ya el artículo tercero ordena al Estado, sin tener en cuenta los derechos de los padres, imponer en sus escuelas una educación laica, entendida como «ajena a cualquier doctrina religiosa; el criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios». ¡Cómo se refleja el prejuicio de que la fe está en contra de la ciencia, fomenta la servidumbre y el fanatismo! Si conocieran la verdadera religión, no se harían estas afirmaciones.  

Varios enemigos de la Iglesia Católica se han aglutinado para reforzar el laicismo en la Constitución, llamándole laicidad. Es la misma trampa de cambiar conceptos, como lo han hecho al llamar salud reproductiva al aborto. Quieren que se agregue al artículo 40 la palabra «laica», quedando así: «Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica, federal…». Y para asegurar lo que quieren, proponen este agregado al artículo 130: «El Estado mexicano, cuya legitimidad política proviene de la soberanía popular, asume el principio de laicidad como garantía de la libertad de conciencia de todas las personas y, en consecuencia, de los actos que de ésta se deriven. Garantiza también la autonomía de sus instituciones frente a las normas, reglas y convicciones religiosas o ideológicas particulares, así como la igualdad de todas las personas ante la ley, independientemente de sus convicciones o creencias». ¿Y dónde queda el derecho a la libertad religiosa? Reducirla a la libertad de conciencia y de credo, es quedarse en el pasado, es repetir lo que ya está en el artículo 24, es tener miedo a que las iglesias tengamos plena libertad, no para imponer una religión, sino para ofrecerla en igualdad de libertades que tienen otros grupos, partidos y organizaciones sociales. ¡Ellos sí tienen libertad para reprimirnos; y nosotros no, para profesar y compartir plenamente nuestra fe! 

JUZGAR

Dice el Papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate: «La negación del derecho a profesar públicamente la propia religión y a trabajar para que las verdades de la fe inspiren también la vida pública, tiene consecuencias negativas sobre el verdadero desarrollo. La exclusión de la religión del ámbito público, así como, el fundamentalismo religioso por otro lado, impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad. La vida pública se empobrece de motivaciones y la política adquiere un aspecto opresor y agresivo. En el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa. La ruptura de este diálogo comporta un coste muy gravoso para el desarrollo de la humanidad» (56). 

Y expresó al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede: «Es urgente definir una laicidad positiva, abierta, y que, fundada en una justa autonomía del orden temporal y del orden espiritual, favorezca una sana colaboración y un espíritu de responsabilidad compartida» (11-I-2010). 

ACTUAR

¡Estén alertas, diputados y senadores creyentes! Si se quieren hace modificaciones a la legislación religiosa, tengan en cuenta y escuchen a las diferentes confesiones, a los líderes de las distintas iglesias, a quienes sabemos algo de religión, y no sólo a quienes la atacan y desconocen. Comparen legislaciones con países europeos y americanos y tengan apertura a una verdadera libertad religiosa. ¡Rusia acaba de aprobar que en las escuelas públicas se pueda impartir religión! ¡Brasil acaba de dar reconocimiento oficial incluso a los estudios hechos en los Seminarios!

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ZENIT Staff

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