El transhumanismo y la Iglesia

Entrevista a Robert Ghal, profesor de Ética fundamental en la Santa Cruz

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ROMA, jueves 27 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Para algunos, el término transhumanismo no significa nada. Sin embargo, se está extendiendo. Al menos en Estados Unidos.

Algunas películas que se inspiran en esa filosofía son Matrix, AI -inteligencia artificial, Iron Man, Blade Runner y Avatar, películas de éxito que no pueden no haber dejado una marca en las conciencias.

Habla sobre ello el profesor Robert Gahl, americano de Wisconsin, ingeniero, filósofo y teólogo, que enseña Ética fundamental en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.

– ¿Qué es el transhumanismo?

Gahl: La palabra quiere decir algo diferente o más allá de lo humano. Y éste es un concepto anticristiano.

No puede existir el otro-humano en la historia. El hombre no puede convertirse en otro. Porque el punto de referencia estable en el tiempo es Jesús, hombre perfecto, ayer, hoy y mañana.

– ¿Por qué piensa que es imposible llegar un día a algo que supere al hombre, a una inmortalidad material, en el sentido de vivir en la historia para siempre?

Gahl: No se puede abandonar el concepto de humanidad y pensar en algo distinto. Por nuestra naturaleza, somos autotransformables, en cuanto seres espirituales, a imagen de Dios, potenciados por la razón.

Mientras, la naturaleza humana permanece igual; es la evolución biológica, no la transformación de la especie.

Los cambios son accidentales, no sustanciales. Nos podemos modificar a nosotros mismos, el contexto social, adquirir nuevas habilidades, como ir en bicicleta. Pero seguimos siendo hombres.

Utilizamos nuevos instrumentos, nuevos lenguajes, alteramos la constitución genética (se hace aunque sin intención).

– ¿Se refiere a la eugenesia?

Gahl: La eugenesia es negativa porque prevé la eliminación del ser humano (el homicidio de los Down, los minusválidos, los discapacitados,…).

– Por tanto, ¿la tecnología puede ser positiva o negativa según el fin?

Gahl: Adquirimos aspectos nuevos de conciencia, nuevas tecnologías, para mejorar los seres humanos. Y estas novedades se usan bien o mal.

– ¿Cuándo se usan bien?

Gahl: Cuando se aplican las reglas morales de respeto a la persona, que es libre y debe ser amada por sí misma. Y por tanto no debe ser instrumentalizada para otros fines.

– ¿Y mal?

Gahl: Exactamente cuando se explota a las personas, se las utiliza para otros fines. Si en cambio se las ayuda, es por su bien.

– ¿Un ejemplo de transhumanismo?

Gahl: Los replicantes de Blade Runner son transhumanos, superan a la humanidad, tienen mejores prestaciones, sin embargo son esclavos, que después se rebelan…

Y la película se pregunta: ¿qué es el ser humano? La respuesta del film es positiva: es hombre capaz de amar, de tener libertad y de respetar a los demás.

– ¿Cuál es el bien del progreso científico?

Gahl: Es cuando se trata a alguien como si fuera un fin en sí mismo. Si se eliminan o explotan o manipulan las personas (abortos, homicidios, instrumentalizaciones para los experimentos), el progreso es malo. Si sirve para ayudar, es positivo.

– ¿Algún ejemplo negativo y positivo del transhumanismo?

Gahl: Hoy está de moda el neuro enhancement, un tipo de desarrollo para aumentar la función neuronal, el cerebro.

– ¿Es negativo potenciar el cerebro?

Gahl: Es positivo en algunos campos de la medicina, por ejemplo para estimular el nervio óptico. Pero si se utiliza para manipular a la persona, va contra la moral.

Por ejemplo, las máquinas creadas para provocar sensaciones sexuales perversas, fuera de la relación de amor, provocan desórdenes, con una reducción narcisista. Crean una realidad virtual que sustituye la relación.

– ¿Otros mecanismos perversos de manipulación de la neuro enhancement?

Gahl: Hay fármacos en laboratorio que permiten trabajar cuarenta horas sin necesidad de dormir, por ejemplo para pilotos de aviones.

El problema es: ¿cómo se aplicaría? ¿Cómo hacer el test para verificar que no hay efectos colaterales y cuál es el resultado complejo en el organismo humano y en la calidad de vida de la persona?

Si pudiera elegir, si estuviera igual de descansado durmiendo un poco menos, puedo dedicar más tiempo a la familia.

El riesgo: ¿quién suministra los fármacos y por qué? ¿El empresario? Es fundamental el respeto a la persona y a su libertad de elección.

– ¿Un poco como con el dopaje?

Gahl: El dopaje deportivo es una especie de enhancement para mejorar las prestaciones. ¿Pero a qué precio?

Está muy difundido en el deporte de la educación secundaria en los Estados Unidos porque no hay rigurosos controles antidoping.

El razonamiento es: tendré éxito, entraré en un buen equipo. Si el contexto obliga, lesiona la libertad. Además, hay efectos secundarios muy peligrosos.

– ¿Cuál es su postura?

Gahl: No está bien obligar a las personas a hacer experimentos en sí mismos. El transhumanismo tiene riesgos.

Es necesario respetar la libertad. El criterio fundamental es respetar y querer. La persona es fin en sí misma, y no instrumento para el otro.

– Otro sector del transhumanismo es el cyborg y la robótica. ¿Qué piensa de ello?

Gahl: Bien el cyborg que salva la vida como el marcapasos para el corazón. O los robots que evitan hacer cosas repetitivas y liberan al hombre para actividades más creativas.

Pero el robot -lo están haciendo en Japón- especializado en celebrar bodas o en acoger a los clientes en un hotel elimina la relación y crea un mundo virtual en el que el hombre interactúa con máquinas en lugar de relacionarse con otras personas.

La acogida debe ser, al menos en parte, humana, y esta parte no puede ser sustituida. Tener un interfaz con la máquina que sustituye todo contacto humano es contrario a nuestra dignidad. Necesito relacionarme.

– ¿Cuál es la postura de la Iglesia?

Gahl: La Iglesia impulsa el progreso científico, por los descubrimientos dirigidos a beneficiar al hombre, mejorarlo, potenciarlo.

Pero es contraria a la manipulación del hombre, a los experimentos con el hombre, porque van contra la libertad y la dignidad.

– ¿Otro aspecto del transhumanismo es la búsqueda de la inmortalidad?

Gahl: Los transhumanistas anticristianos materialistas -sobre todo americanos e ingleses- buscan la inmortalidad en la tierra, alargar la vida para siempre, ser perdurables.

La esperanza materialista es la de vivir para siempre. Pero no es una vida mejor, con una visión beatífica de Dios.

– ¿Cuál es la respuesta del Papa?

Gahl: Hay que recuperar la aspiración al cielo, en lugar de prolongar la vida para siempre. Se lo dijo a los luteranos en el Kirchentag, la Jornada ecuménica de las Iglesias en Alemania.

Lo que el hombre desea más profundamente es la amistad, la felicidad, el amor. No solo, sino con el otro. Eso depende del don. Hay por tanto necesidad de un Salvador. Solo con el Salvador se puede alcanzar el cielo.

– ¿El mito de la eterna juventud no ha muerto?

Gahl: Ya existía en la antigüedad. La fuente de la eterna juventud es una especie de transhumanismo antiguo.

– ¿Cuál es su mensaje de felicidad, para transhumanistas y otros?

Gahl: La familia ocupa el primer lugar contra cualquier intento de manipular el nacimiento de los niños (eugenesia) para mejorar la especie humana.

Es una violación a la libertad de amor entre los padres. El afecto experimentado en la familia -que es amor incondicional- anticipa la felicidad del cielo: es ahí donde encontramos la alegría a través de la vida vivid
a por los demás.

[Por Marialuisa Viglione, traducción del italiano por Patricia Navas]

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ZENIT Staff

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